Capitulo 13: El Nacimiento

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Selene volvía a estar en su casa.

Pero esta vez no estaba sola.

Podía ver como Thanatos se encontraba riendo con una mujer castaña de ojos brillantes, con un gran vientre hinchado.

Su madre.

Su nombre era Esmeralda, como el color de sus ojos. Selene observó como el dios le contaba cosas a la mujer y ella no podía dejar de reír.

Selene dio una vuelta por el lugar.

Las cortinas estaban coloridas y puestas en su lugar. Las ventanas felizmente abiertas. La habitación desprendía felicidad. Se oía el murmullo de personas en la cocina, y Selene estaba segura de haber visto la cabellera de Artemisa por allí.

Supo en ese momento lo que iba a ocurrir.

Se acercó más hacia sus padres, escuchando su conversación.

-Y entonces Hipnos se quedo dormido, justo en medio de la asamblea!- le siguió contando Thanatos, provocando que su madre riera.

Su risa, oh su risa.

Era simplemente melódica. Hermosa. Suave. Era perfecta

-Amor, prométeme una cosa- empezó su madre. Thanatos la miró con cariño.

-Cualquier cosa mi reina, lo que quieras- le ánimo el dios, ansioso por saber la petición de su amada.

-Si algo pasara, no dejes a nuestra niña- pidió ella. Thanatos la miró sorprendido. Se acercó a ella y le dio un cariñoso beso en la frente.

-Nunca la dejaría- le prometió él, mirándola a los ojos. Ellos se amaban. Selene lo sabía más que nada. La mirada de amor que se dedicaban el uno a el otro simplemente le hacia soñar con tener un amor así algún día.

Y luego el vientre empezó a brillar.

La mujer empezó a gritar de dolor, todos los dioses (sin excepción) aparecieron el la sala, buscando por todos los medios aliviar su dolor.

Los gritos de la mujer era. Fuertes, agudos y atormentaban. Como si la estuvieran torturando. Selene podía ver como sus ojos reflejaban el dolor. Un dolor que la chica de las mechas causó.

Selene tenía un fuerte vínculo con su madre,a pesar de no haberla conocido. Ella la amaba, porque lo que Esmeralda había hecho nadie sería capaz. Esmeralda era la representación en persona del amor puro. Ella era una héroe, a pesar de ser sólo una mortal. Selene se acercó a su madre y le tomó la mano.

Allí fue cuando todo explotó.

El brillo creció y creció, y arrasó con todo.

Los dioses miraron asombrados cuando todo termino. Todo había quedado destruido, reducido a cenizas. Thanatos miraba con tristeza el lugar. Había sentido la muerte de su amada y ya no había nada que pudiera hacer. Se hizo un minuto de silencio entre todos. Pero fue interrumpido por los jadeos de los demás dioses. Thanatos también levantó su cabeza al escuchar un llanto.

Allí, en donde su amada había estado antes, reposaba una cuna de oro.

Brillante, dorada y ocupada; una pequeña cuna con una niña llamaba toda la atención de los dioses. Era rodeada por un extraña y poderosa aura, alertando al rey, pero sin atreverse a hacer nada por respeto al dios de la muerte pacífica.

Thanatos se acercó.

Una pequeña niña miraba el lugar con ojos cambiantes, multicolores. Diferentes a todo lo visto. Su cabello café era largo, cubriendo todo su cuello. No parecía ninguna amenaza. Luego vio a su padre y sonrió.

En ese momento su cabello empezó a brillar. El dios se alejó al sentir como le quitaban energía, pero no importaba que tan lejos estuviera pues lo seguía sintiendo.

Al parecer no era el único.

Los dioses se arrodillaron, incluyendo a Thanatos, faltándoles fuerzas. El cabello de la niña brillaba cada vez más, hasta que en un momento paró. El padre se acercó, debilitado, y se sorprendió al encontrar el cabello de la niña con distintos colores.

Sus puntas brillaban como un arcoiris, llamando mucho la atención.

El dios la cargó en sus brazos, sonriendo un poco. La niña se parecía a su madre en cierto modo. Con esa expresión soñadora de la que se había enamorado.

-Selene- susurró con cariño, recordando el nombre que deseaba poner su amada en caso de que fuera niña -Vas a ser una niña muy fuerte, Sel. Mi niña de las mechas- le dijo su padre, con una lágrima resbalando por su mejilla.

La Selene de la actualidad también soltó una lágrima, cuando el recuerdo se desvaneció y apareció en su casa.

Sólo que esta vez no había dioses o mujeres embarazadas o explosiones. Sólo estaba ella.

Y la sombra.

La sombra miraba la cuna con curiosidad, tocando las suaves sábanas de tela. Tomando su tiempo, la sombra la miró.

Era una chica.

Era muy linda, debía decir Selene. Vestía un traje plateado que Selene reconoció como el traje de cazadora de Artemisa, con las clásicas trenzas del uniforme. Sus ojos eran oscuros. Oscuros como Hades o como...

Nico.

Los recuerdos llegaron a ella, y miró de nuevo a la sombra. Esta vez reconociéndola.

-Si, ya sabes quien soy. Ahora, por que no te alejas de el?- preguntó la antigua cazadora de Artemisa con desprecio. Selene la miró de igual manera y respondió

-No crees que deberías volver al lugar de donde viniste? El es mío, y ya no puedes hacer nada- sonrió socarronamente. Nunca demostrar debilidad ante el enemigo era su primera regla.

-No me retes, Selene. Puede que una parte de mi haya vuelto a la vida, pero no te enfrentes con el rencor de un hijo de Hades- respondió la cazadora, chasqueando los dedos.

Y así como llegó, Selene desapareció en la oscuridad. Con la sonrisa burlona de Bianca di Angelo grabada en su rostro hasta despertar.

Sky's Nightmare (Nico di Angelo) - Saga  Unknown. Book 1. [Terminada/En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora