Capítulo 11

3.2K 294 78
                                    



   Cerré los ojos al caer y, cuando los abrí, me encontré con una mezcla de tierra y nieve. Estuve a punto de levantarme del suelo, pero oí a una voz familiar decir:
    —Se desmayó. Vamos.
    Me quedé inmóvil, aunque expectante de sus próximos movimientos. Sin embargo, no oí nada más que el crujido de madera...
     Luego de cinco minutos de silencio puro, me incorporé. Entonces, lo noté: Hisoka no estaba más en el suelo. Había huido o los villanos se lo habían llevado.
      Salí de detrás de los arbustos y me encontré con la soledad misma. Comencé a correr, con fuerza y determinación, hacia la cima de la montaña. Hacia allá se dirigía la clase 1-A, y debía encontrarlos pronto. El viento despeinaba mi cabello y sentía los pies entumecidos por el frío.
      Corrí por alrededor de diez minutos hasta que me encontré con un pequeño lugar, apartado del camino, donde mi clase estaba descansando.
      —¡T/A! —gritaron varias de las chicas. —¡T/A! ¿Qué haces tan lejos del grupo?
     Uraraka y Mina corrieron a abrazarme. Se me hizo un nudo en la garganta mientras les contaba todo lo que había sucedido.
      —¿Ha venido Hisoka aquí? —les pregunté.
      Todas respondieron que no, que no lo veían hacía rato.
       —Mierda —dije. —¡Se lo llevaron! Hisoka es demasiado inteligente como para ir hacia el lado opuesto, hacia la entrada. Si hubiera huido, hubiera venido hacia aquí, hacia ustedes. Mierda.
       —¿Les viste la cara? —me preguntó Tsuyu. —Hay que hablar con los profesores guías.
       —No, no. Me derribaron por la espalda y no pensé... No pensé que se llevarían a Hisoka.
       —No sabemos eso —dijo Tsuyu. —Quizá huyó hacia otro lado. Voy a hablar con Aizawa e Isao.
       Le agradecí. Yaoyorozu me dio agua para beber, y Hagakure me dijo que me daría de su almuerzo luego.
      Cuando Tsuyu terminó de hablar con nuestros profesores, decidieron que Aizawa se quedaría con nosotros mientras Isao Miyao buscaba a Hisoka por la montaña. Yo me negué.
      —Todos deberíamos buscarlo —dije. —Podrían habérselo llevado a cualquier lado.
      —Está bien —respondió Isao Miyao. —Nos dividiremos en grupos. Tú, T/A, irás con Bakugou.
      —¿Perdón? —solté.
      —¡Es una orden! Vayan. Uraraka, tú irás con Todoroki. Mina, tú... —continuó nuestro profesor.
      —Vamos —le dije a Bakugou. —Camina rápido y cállate.
      —Pero si no he dicho nada —me respondió.
      —Que te calles.
     Bakugou soltó un resoplo de fastidio. Luego, regresamos sobre mis pasos. Caminamos en silencio hasta que llegamos a los arbustos.
     —Aquí es donde desapareció Hisoka —dije.
     —¿Y dónde estabas tú exactamente?
     —¿Y a ti qué te importa? —tiré.
     Bakugou me miró con sus ardientes ojos rojos. Pensé que me insultaría. Sin embargo, murmuró:
     —Estoy intentando ayudarte.
     —Aquí —me limité a decir, señalando.
     Él asintió. Tanteó la tierra y la nieve con su zapatilla. Luego, comenzó a saltar. Saltó por todos lados.
    —¿Qué haces? —dije.
    —Busco una trampa, una puerta, algo.
    —¿No crees que yo me hubiera dado si abrían una puerta?
    —Según tu relato, estabas muy ocupada en el suelo, tragando tierra y nieve, como para darte cuenta.
     Solté una carcajada.
     —Cállate —solté, pero él me interrumpió.
     —La encontré: una puerta.
     Me acerqué a donde estaba Bakugou. Él dejó de saltar cuando la halló, por lo que en ese momento estaba excavando. Con las manos. Lo imité, y no nos detuvimos hasta encontrarnos con una puerta de madera. Él intentó forzarla, aunque no lo logró.
      —Muévete —dije y, cuando se corrió, le pegué una patada con todas mis fuerzas. Se abrió de par en par.
      —Audaz —dijo Bakugou.
     —Gracias —respondí, sonriendo de lado.
     Nos asomamos: nos encontramos con un hueco negro.
      —¿Qué hacemos? —pregunté.
      —Damas primero —dijo Bakugou, con una mueca en el rostro que parecía una sonrisa.
      Yo le sonreí. Entonces, y sin dudarlo, salté.
       Caí por aquel tobogán de oscuridad. Durante un par de segundos, sólo hubo silencio. Hasta que aterricé de trasero, y solté un gruñido.
       —¡Voy yo! —gritó Bakugou, desde arriba.
       Me moví a un costado. Cuando llegó adonde yo estaba, él también soltó un gruñido de dolor.
       —¿Dónde piensas que estamos? —pregunté, observando a mi alrededor: había antorchas colgadas de las paredes.
       —Parece una cueva —dijo Bakugou.
       Asentí. Las paredes y el techo estaban hechos de piedra, y frente nosotros había un pasillo.
       —Vamos —le dije a Bakugou, y avanzamos por el estrecho pasillo.
      Parecía no tener fin. Luego de caminar por más de media hora, nos encontramos con una cascada de agua.
      —¿Qué carajos...? —soltó Bakugou.
     —Debemos seguir caminando —le dije. —Hasta atraversarla.
      —¿Y ahogarnos? No.
      —Voy sola entonces.
      Continué avanzando. Entonces, noté a Bakugou a mi lado.
       —¿Qué? No puedo dejarte sola —dijo. —¿Con quién voy a pelear si te ahogas como una rata?
    Solté una carcajada.
    —Vamos —dije.
    Atravesamos la cascada más fácilmente de lo esperado, aunque nos empapamos la ropa. Luego, nos encontramos con una habitación enorme: había más antorchas, sillones, un trono... y Hisoka colgado de la pared.
      —¡Hisoka! —exclamé, y mi grito lo despertó.
      —¿T/N? —dijo, aturdido.
      Me acerqué a él corriendo y Bakugou me siguió a paso acelerado. Juntos le desatamos los pies y las manos, pero las sogas le dejaron marcas.
      —¿Estás bien, hermano? —le preguntó Bakugou. Yo me sorprendí de su amabilidad.
     —Sí, sí. Gracias —respondió Hisoka. —No recuerdo qué pasó.
     Le expliqué todo lo sucedido. Hisoka se veía claramente sorprendido.
      —¿Ustedes trabajaron juntos? ¿Y por mí? —preguntó. Nosotros asentimos. —¡Yo sabía que podían llevarse muy bien! Son un gran equipo.
      Hisoka nos abrazó a ambos. Yo me reí, pero Bakugou no dijo ni hizo nada.
      —Bueno —dije, luego de separarnos. —¿Y ahora cómo salimos de aquí?

Agridulce [Bakugou x reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora