[⚡] One-shot No 5 [⚡]

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Edades: Mateo 19 - Efraín 19

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La alegría podía respirarse en el aire, y no era para menos, dentro de unas pocas horas se llevaría a cabo una gran fiesta de graduación, en manera de celebrar que los estudiantes de último año de un instituto habían finalizado sus estudios medios. Mateo asistía a ese instituto, y estaba detallando por tercera ocasión su vestimenta para poder irse de una buena vez y recoger a su adorable novio a su casa, tal como habían acordado días atrás a la gran noche.

—Mateo se te va hacer tarde. — Juliana, la madre del rizado le gritó desde la planta baja.

—Si ya voy. — Mateo contestó, saliendo de manera apresurada de su habitación.

—Uuuh, pero que elegante. — Juliana comentó al ver a su hijo vestido con un bello traje de gala negro que resaltaba de buena manera su figura. —Te ves demasiado lindo. — dijo con una gran sonrisa en el rostro.

—Mamá, basta. — el rizado pidió con las mejillas sonrojadas.

—Pedro vení a ver el pedazo de hijo que tenés. — la morocha llamó a su esposo, ignorando por completo la petición del contrario.

—Si, ya voy. — Pedro habló, acercándose hacia donde estaban con Emi, el hermano menor de Mateo entre sus brazos, quien apenas tenía dos años. —Oh vaya. — el recién llegado soltó con la misma sonrisa que su esposa tenía en el rostro. —Te ves bastante bien, bueno... quizás no tanto cuando tenía tu edad. — dijo con un poco de narcisismo.

—Jajaja, que graciosos. — Mateo susurró. —¿Creen que a él le guste? — consultó animado, haciendo referencia a su pareja.

—Por supuesto que sí amor. — Juliana comentó, acercándose hacia donde estaba el menor para acomodar un poco mejor sus rebeldes rizos. —Ah, antes que te vayas quiero darte algo para Efraín. — informó, dando media vuelta para buscar algo que tenía escondido en la sala. —Taran. — canturreo, entregándole una pequeña cajita al menor.

—¿Un ramillete? — el morocho preguntó confundido por el regalo que su madre le había dado. —Mamá, ¿cómo crees que voy adarle esto a Efraín? — se quejó, no queriendo sonar grosero por el gesto que la contraria había tenido.

—La verdadera pregunta aquí, ¿por qué no? — acotó ella. —Después de todo, ¿quién te ha dicho a vos que los ramilletes solo son para las mujeres? — inquirió.

—Tu madre tiene razón Mateo. — se les unió Pedro. —Además no le veo nada de malo en que le des un ramillete. — comentó, observando aquel arreglo, el cual consistía en una hermosa rosa blanca con unos bonitos detalles combinados entre dorado y azul.

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