II. El torneo.

615 82 54
                                    


📌

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




📌

Habían pasado los días con asombrosa rapidez y en menos tiempo del que el feliz matrimonio esperaba, la fiesta por el sexto año de su hija llegó, todo junto al grandioso torneo que se organizó en honor a su onomástico.

Las primeras en ir hasta la gran habitación de la pequeña fueron sus madres, Mina cargaba el regalo de ambas que estaba perfectamente envuelto. La caja no era grande. A decir verdad, todos sobre el Olimpo habían esperado verlas llevar un enorme regalo, pero a cambio sólo llevaban uno pequeño. NaYeon tomó el brazo disponible de Mina e hizo que la rodeara por los hombros.

— ¿No es increíble? — Preguntó la coreana mientras alzaba la mirada hacia su esposa. — Nuestra niña ya tiene seis años.

Mina le sonrió y se inclinó para besar su frente. — Es asombroso. — Respondió. — Ojalá nunca creciera. — Y ese pensamiento parecía que ambas lo compartían, no deseaban ver a su hija crecer y alejarse. Un deseo egoísta, lo sabían, pero ¿qué padre o madre quería ver a su hija irse?

NaYeon, con un pasado mortal y "normal" conocía lo que un niño podría querer, pero su hija se había criado con otras costumbres, con otras creencias , por lo que tener miles de juguetes a su disposición no era tan importante para ella. La pequeña a tan corta edad era muy inteligente, hábil, educada y cariñosa. Esa era la razón por la que todos amaban a Tzuyu; nombre dado en honor a su gran amiga. Por supuesto, solo Mina y Hades sabían el trasfondo de ese nombre elegido.

Sea como sea, el matrimonio estaba feliz de tenerla.

— ¿Crees que le guste su regalo? — Cuestionó en voz baja mientras doblaban el pasillo y emprendían camino hasta la habitación de Tzuyu.

— Eso creo... — Mina bajó la mirada hasta el paquete medianamente pesado. — Ella lo pidió.

Ambas, al llegar a las dos puertas que protegían la habitación, ingresaron. NaYeon a veces creía que vivían en completa exageración, ella, acostumbrada en su vida mortal a muchas limitaciones, todavía le costaba creer que ahora tenía todo lo que quería con solo pedirlo.

Ese cuarto era grande, con peluches y juguetes de todos tipo, todos perfectamente ordenados e ignorados por Tzuyu -a excepción del unicornio rosa que abrazaba todas las noches-, en una esquina un gran escritorio donde varios cuadernos y hojas estaban apilados junto a cajas de colores, crayones y marcadores. La decoración era simple con tonos suaves, pero había algo asombroso que adornaba el techo. Al momento del nacimiento de Tzuyu, Mina lo había adornado con estrellas para que acompañaran a su hija todas las noches y evitaran que esta se asustara por la oscuridad.

Al ingresar ambas se miraron con complicidad cuando vieron a su hija cerrar los ojos rápidamente, fingiendo dormir. Tuvieron que controlar sus risas y Mina lentamente soltó a su esposa para caminar en dirección de la cama.

↳ Crónicas de un dios. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora