VIII. Vidas entrelazadas.

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Los dominios de Hades llegaban a ser un tanto lúgubres, sin embargo, mientras más lo visitaba, más se acostumbraba a ese ambiente. Y ese día era especial, el Dios la había citado a primeras horas de la mañana por lo que, cerca de las seis, Tzuyu se encaminó hacia el Inframundo; Lia -su mejor amiga- iba a su lado, abrazando con fuerza su brazo derecho.

Esta última apenas podía mantenerle la mirada al Dios por lo que visitar el Inframundo era algo muy nuevo y extremo -a su parecer-, pero lo hacía porque deseaba pasar tiempo con Tzuyu.

Hades en cuanto recibió a sus dos invitadas sonrió.

— ¡Tzuyu! ¡Lia! — Extendió ambos brazos. — Espero que algún día no me tengas miedo. — Comentó con gracia en cuanto estuvo frente a la chica, segundos después dio un paso al costado y esta vez le tocó ver a su ahijada. — Dieciocho años. — Comentó, el orgullo desbordaba. — Feliz cumpleaños, Tzuyu.

Ambos compartieron un afectivo abrazo y Hades solo atinó a chasquear sus dedos para que uno de sus sirvientes le alcanzara el regalo que había preparado desde el nacimiento de la menor. Los ojos de Tzuyu brillaron cuando miró el arco.

Las cosas en el Olimpo habían cambiado desde la noche en la que un Titán escapó y Mina, su madre, la mujer más poderosa, quedó herida y debilitada. La seguridad había aumentado considerablemente y todos creían firmemente que Tzuyu era la perfecta heredera de los conocimientos de la japonesa, sin embargo, hasta ese momento no había tocado ni una sola vez alguna espada o arma en general.

Había crecido escuchando las maravillosas hazañas que su madre había logrado y a pesar de que le hubiese gustado recibir un entrenamiento como el que Mina recibió de Ares, mamá NaYeon todavía no se sentía contenta con su bebé participando en batallas o recibiendo golpes en su precioso rostro; y tampoco podía culparla, pero ya era hora de dar un paso al frente y convertirse en una grandiosa guerrera, soñaba con ser ella la responsable de la captura de Ceo.

— Fibra de madera. Ébano. — Explicó el Dios mientras la menor miraba con asombro el regalo. — Fue reconstruido. Le perteneció a una asombrosa arquera, ella tenía mejor puntería que Apolo.

La joven se vio atraída por esa historia sin saber que el Dios se refería a la segunda reencarnación de Iris. De alguna forma, cuando sus manos cargaron con el ligero peso de ese arco, su corazón latió con fuerza y se llenó de una emoción desbordante; fue extraño, pero no le tomó mucha importancia.

— ¿Y qué pasó con ella? — Cuestionó. — Me habría gustado aprender de esa persona.

Lia se alarmó al saber que Tzuyu estaba considerando usar esa arma. A la señora NaYeon no le gustaría la noticia.

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