V. Advertencia.

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Su madre tuvo mucha razón, jamás podría entender el amor maternal hasta tener sus propios hijos. Cuando cargó por primera vez a Tzuyu sintió que todo el universo se encogía y se resumía a ese pequeño cuerpecito. Podía recordar a la perfección la forma en la que su corazón se sacudió de felicidad cuando Mina apareció y las abrazó a ambas con grandiosa delicadeza repitiéndoles lo mucho que las amaba.

Ser madre era nuevo, creyó que llegaría a cansarse por todo lo que había visto en películas o en la vida real, pero... Tzuyu era una niña muy obediente, tranquila, amorosa y delicada. Su bebé era amada por todos, ¿y cómo no?

Le gustaba dormir entre sus dos madres aunque tuviera una habitación más grande que cualquier otra. Todas las mañanas se levantaba a las seis en punto para despedir a Mina con tres besos, uno en cada mejilla y el otro en su nariz, tal y como la japonesa lo hacía cada vez que le deseaba buenas noches. Su actividad favorita por las mañanas se resumía a constantes visitas a los jardines en compañía de mamá NaYeon y para la tarde acompañaba a su abuelo en sus divertidas aventuras. Tzuyu se había convertido en la princesa de todo el Olimpo.

Una manito tomó su índice llamando su atención de inmediato. Su rostro se iluminó en cuanto bajó la mirada y se encontró con su hija.

— Pa... pa... — La pequeña arrugó el entrecejo, todavía no podía pronunciar la "r" con facilidad. — Para ti, son las que sembré hace poco, mami.— Sin ni siquiera esperar, dejó ver la rosa que había estado escondiendo tras su espalda. — ¿Te gu... gusta?

La sonrisa de NaYeon era sincera, tan grande que sus mejillas podrían entumecerse. — ¡Pero qué hermosa! — Exclamó mientras tomaba el regalo de su hija. Ella mejor que nadie sabía el esmero que la menor ponía al momento de plantar diferentes flores en el jardín. — Me encanta, es preciosa mi amor. — Inclinándose besó la mejilla de Tzuyu y dejó que se alejara nuevamente.

Ambas se la habían pasado juntas todo el día, Tzuyu rechazó educadamente la oferta de Momo de ir a navegar junto a Chaeyoung, solo para poder ver las florecitas que plantó días atrás. Y mientras la menor jugaba y exploraba, Nayeon se había sentado en el césped.

— Es una niña adorable. — Escuchó a sus espaldas. NaYeon, sin ni siquiera voltearse, sabía de quién se trataba.

— La más adorable. — Respondió. La coreana miró por sobre su hombro y se encontró la oscura presencia de Lisa que permanecía parada a su lado. — ¿Y esta sorpresa? — Preguntó con una sonrisa. — ¿A qué se debe tu visita?

— Quise traer personalmente mi reporte a Mina, pero no la encontré. — Hizo una pausa, un tanto nerviosa. — También creí que sería buena idea invitarte a salir.

La coreana alzó una ceja completamente confundida. — ¿Eh?

— Próximamente habrá una celebración en la Tierra.. ahm, ¿Navidad? Pensé en regalarle unas cuántas flores a Jennie... Leí mucho sobre esa festividad y no quería que se quede sin regalo. — Comenzó a explicar intentando no mirar directamente a NaYeon. Estaba avergonzada, para qué negarlo. Prefirió a cuidar de la pequeña Tzuyu a la distancia. — Ella fue muy importante para ti y... creí que tal vez querrías venir conmigo hoy.

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