Jennie caminaba como si fuera la reina del lugar donde pasaba, nada especial ese día, solo pondría aprueba la resistencia de Lalisa.
Tarareo una canción llegando a su casillero y sacó los libros de ahí, sus caderas se movían al son de la melodía en su cabeza.
Se encontraba de tan buen humor que incluso había saludado a la tipa que la envidiaba, ¿Cómo no hacerlo? Le daría otra razón para odiarla.
— Estas de muy buen humor hoy —la voz de Lisa llamó sacándola de sus pensamientos—
— He tenido buen humor siempre —se burló presionando sus labios en algo parecido a un puchero mientras se retocaba un poco en maquillaje frente al espejo de su casillero—
— Si tu lo dices —
— Claro que lo digo yo —dijo Jennie mirando sus uñas—
Había pensado seriamente como sacar a relucir la verdadera personalidad de Lisa. No quería ver a esa fingida niña buena que parecía no saber que era un pene y una vagina, la estresaba.
Pensó, quizá era un método de autoprotección, posiblemente se sentía mejor ocultando que era una hija de perra.
La primer fase de su plan era bastante fácil.
No era un plan largo, pero le parecía conciso, era aparentemente eficaz para alguien que, como Lisa, se esforzaba en ocultar tras una cara inocente y una sonrisa bonita, la extraña actitud que tenía cuando estaban a solas.
Paso número uno.
Volverse más cercana que una calentura ocasional.