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-Sans~ ¿Donde estás?~.
Llamó aquella voz suave pero ronca.

-Si no apareces, iré a buscar a tu hermano.

Luego de decir aquello, el jóven apareció detrás del sillón, rápidamente acercándose.

-¡No! N-no hace falta... Aquí estoy...
Dijo en un tono algo desanimado al final.

El adulto sonrió, acercó una mano suavemente para acariciarle la mejilla, luego frunció el ceño y le dió una bofetada algo dura, provocando que el frágil cuerpo del esqueleto se tambaleara un poco.

-Sabes que odio esperar.
Dijo la voz adulta en un tono firme. -Vamos- Agregó, caminando escaleras arriba.

El jóven esqueleto lo siguió con miedo, sus piernas temblaban antes de tiempo.

Al llegar al cuarto, el adulto cerró la puerta con llave. Volteó y se paró frente a la cama, donde estaba sentado Sans.
El adulto llevó sus manos a su cinturón y lo desató lentamente, luego desabotonó su pantalón y bajó su cierre, liberando su prominente bulto oscuro; teniendo activada su magia, miró al jóven esqueleto con una leve sonrisa.

-Ya sabes que hacer.
Dijo mientras metía las manos en los bolsillos de su bata, quedándose de pie frente a él.

El jóven esqueleto tragó saliva y acercó sus pequeñas manos al prominente falo obscuro; tomandolo con ligera fuerza, cerró los ojos y abrió la boca, comenzando a introducirlo en su pequeña boca, asegurándose de sacar un poco la lengua para que quepa en su garganta como a Gaster le gustaba.

- Mff~ eso es~.
Manifestó el adulto en un tono suave.

Mientras tanto, el más pequeño de la casa, se encontraba durmiendo la siesta. Papyrus, de tan solo diez años, no era consciente del tiempo que pasaba Sans con Gaster, tampoco sabía lo que le sucedía o porque su hermano no lo dejaba a solas jamás con el adulto. El único que cargaba con el peso era Sans y siempre priorizaba la felicidad de su hermano ante todo, incluso sobre él.

Una vez que el miembro había sido bien lubricado, el joven esqueleto de tan solo quince años, se recostó en la cama, de frente a él, sujetandose las piernas, abriendolas para el deleite del adulto.

Gaster lentamente se quitó la bata, dejandola caer al suelo.
Posicionandose sobre el pequeño, acorralandolo.

El primer roce sobresaltó al jóven, haciendolo estremecer, pues sabía lo que se avecinaba.
Con cierta brusquedad, comenzó a empujar, empujar y empujar hasta por fin lograr meter menos de la mitad.

-Hehe~ Ya estoy dentro~ ¿Que tal se siente mi verga?
Preguntó en un suave susurro cerca del cuello del jóven.

Sans, aguantando las lagrimas, y con su cuerpo tembloroso, respondió con un tono de felicidad fingida.
- Se siente bien, maestro...
Q-quiero más~ por favor..

El adulto, el cual le había obligado a decir esas cosas, sonrió complacido.
-Ese es mi niño~ ¡ngh!~.

- ¡Aagh!

Ya todo dentro, provocó un pequeño sangrado el cual obviamente no le importó en lo absoluto. Siguió empujando, cada vez más rápido y brusco, llegando a tomarlo por las muñecas para acorralarlo mejor, teniendo las piernas del menor enredadas en su espalda, chocando su pelvis aún más contra el entrepierna del esqueleto.

La cama se movía cada vez más y los alaridos del jóven eran acallados bruscamente por la mano del adulto, el cual lo tomaba del cuello para ahorcarlo cada vez que éste quería gemir fuerte.

Luego de unos minutos resistiendo lo más que podía las embestidas bruscas, sintió que se detuvo de golpe y lo sacó. Tuvo un momento para respirar mientras se apoyaba en su antebrazo. De pronto sintió su cuello ser tomado con rudeza, obligandolo a voltearse boca arriba.

Gaster estaba sobre él, tenía su miembro justo arriba de Sans.
Lo sostuvo de la cabeza y lo obligó a abrir la boca, una vez hecho, metió por completo su miembro, comenzando a usarlo nuevamente. Cada vez llegaba más lejos, era tan brusco que lograba provocarle arcadas al jóven. Se detuvo cuando estuvo a punto de eyacular, dejandolo todo dentro y soltandolo, como si el jóven no estuviera suplicando por aire.

Buen chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora