Día 1

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El jóven príncipe Kōki se encuentra atravesando, a toda la velocidad posible, el bosque que rodeaba uno de los reinos vecinos. En el camino que ha recorrido se ha hecho uno que otro rasguño, debido a que el espacio es reducido y la luz que logra atravesar es poca, lo que impide una correcta vista del lugar, dándole un aspecto lúgubre y para algunas personas hasta aterrador.

Para el es incomprensible que las cosas se hayan vuelto de aquel modo cuando precisamente tan solo un par de semanas atrás había estado rato rondando en el bosque de aquel reino. Todo estaba tan lleno de luz y preciosas criaturas corriendo libremente de aquí para allá.

La ciudad, como habría de esperar, cuando la visito también lucía agradable. La gente caminaba de aquí para allá sin preocupaciones, parecía tan feliz semanas antes, tanto que en esos momentos le resulta algo desolador cuando nota a la distancia lo que parecen ser estatuas grises y sin vida. Supone que también es resultado del hechizo que había caído sobre el reino completo, al igual que el bosque que ha estado recorriendo.

Lo que entristece aún más al jóven príncipe es recordar a la persona que conoció hace poco tiempo allí mismo. Le parece que tan solo fue ayer cuando encontró a mitad de ese mismo bosque, que ahora luce tan oscuro, a un muchacho pelirrojo, de su misma edad, que se presentó como Seijūrō.

Cuando se encontraba paseando por el bosque en ese tiempo libre que tenía, debido a que sus horarios no son tan estrictos como los de su hermano que es el verdadero heredero al trono, fue que conoció al jóven de ojos rubí. El chico se encontraba recolectando algunas fresas y demás frutas que colgaban de los árboles, debajo del sol.

Fue como una atracción instantánea, al ver al pelirrojo trabajando iluminado por el sol que hacía más que resaltar su atractivo junto a las flores que lo rodeaban que parecían enmarcar un cuadro perfecto, Furihata no dudo en acercarse a él y con una disculpa por interrumpir su quehacer el castaño se presentó ante el otro. El contrario no lucía molesto por la interrupción, en cambio le ofreció una sonrisa, le dió fresas y comenzaron a compartir una charla amena.

Aquel día después de largas horas de hablar  de sus gustos, su vida e intercambiar anécdotas, además de una promesa de volver a verse en el mismo lugar, fue como ambos jóvenes se despidieron. Sin dudas fue una mutua conexión instantánea.

A pesar de que su corazón se hunde en la tristeza de que tal vez no vuelva a ver a Seijūrō, trata de enfocarse en su misión actual. Con lo que conoció al pelirrojo sabe que no le gustaría que se detuviera solo por los recuerdos.

Ahora, Kōki no duda en apretar el paso para llegar al centro del reino. El mismo propuso a su padre, que aún es rey, ir a buscar en aquel reino alguna manera en que se liberarán de todo aquello o al menos pistas de como ayudar a resolver todo aquel embrollo.

Finalmente, luego de días de buscar entre todo ese bosque lleno de ramas y espinas, con apenas luz, logra divisar el castillo. Intentando ignorar a las personas convertidas en piedra en la entrada y alrededores, entra a paso lento, con cuidado, al lugar.

Después de ver cómo en la sala principal están los reyes y comprobar que no puede hacer nada por ellos, sube los escalones, intentando no hacer ruido pero sin detenerse. Esperando por si tal vez alguna persona haya logrado zafarse del encanto y alerta por si alguien no muy amigable este rondando por ahí.

Cuando llega a los pisos superiores, abre puerta por puerta, buscando. No sabe exactamente qué pero supone que lo sabrá cuando lo vea. En una de las tantas habitaciones al adentrarse se queda en medio de ella sorprendido, al notar que en la amplia cama se encuentra recostado aquella persona que creyó que jamás volvería a ver.

Entre las sábanas del lugar nota a Seijūrō. El pelirrojo parecía dormido, apenas respirando. Se extraña de que no despierte al colarse luz por la gran ventana que está abierta en la habitación y después de intentar despertarle, comprueba con pesar que quizá no esté durmiendo, tal vez aquello tambien sea resultado del hechizo.

Viendo que tampoco puede hacer nada por el jóven que se había robado su corazón hace unas semanas atrás, y después de buscar en todas las habitaciones y rincones del lugar, con tristeza decide que debe regresar.

El castaño se detiene una vez más frente al pelirrojo que se encuentra recostado y con el corazón quebrado, se despide dando un pequeño beso el cual deposita en su mejilla con toda la delicadeza posible, con todo el respeto y amor que, aún, siente por el chico que conoció tan rápido como lo perdió.

Cuando da un par de pasos atrás para retirarse de la misma manera en que llegó, de nuevo se sorprende. Se detiene en el marco de la puerta al observar como los ojos rubí se abren lentamente. El pelirrojo luego de unos segundos de observar a su alrededor, se sienta en la cama y detiene su mirada sobre el castaño que continúa en la habitación.

—¿Kōki?

Su nombre fue pronunciado con una suave sonrisa de los labios del pelirrojo. El castaño confundido, quiere preguntar qué pasa pero en cambio piensa en que ya tendrá tiempo para eso y entre el ruido que poco a poco se escucha en los pisos de abajo, se acerca velozmente al chico que se encuentra en la cama para rodearlo en un fuerte abrazo.

Ese día un reino volvió a la vida pero lo más importante es que dos corazones se encontraron para jamás volverse a separar.

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Me quedo medio raro pero ya está primer día.

Nos leemos en el siguiente día.

31 Días de AkaFuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora