Las huellas de otro pueden servirte de inspiración y puedes seguirlas un tiempo, pero es importante que tú, marques tus propias huellas.
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El ángel salvador de un capitán.
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La luz cálida de una espía.
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Después de que Maria Hill se fue en busca de Steve y Natasha, Ariadne se quedó con Fury en la seguridad de la antigua represa. La atmósfera era tensa. Fury estaba absorto, procesando la reciente información que Ariadne le está revelando.
Ariadne le estaba mostrando las capturas de pantalla y explicando cómo había hackeado la red de Hydra.
—¿Encontraste esto? —pregunta Fury, aún con su mente en blanco—. ¿Jugando?
Ariadne le pasó la tablet y Fury comenzó a leer, su expresión volviéndose más seria con cada línea.
—Eres una genio, una mini espía —murmura con orgullo, el moreno—. Buen trabajo, Ariadne. Esto es muy útil. Pero la próxima vez, avísame antes de hacer algo así. Es peligroso.
Ariadne asintió, sintiéndose un poco avergonzada pero también orgullosa de haber ayudado.
—Lo siento. Solo quería ayudar.
Fury sonrió y le acarició el cabello.
—Lo sé, mini espía. Y lo has hecho muy bien. Ahora, vamos a usar esta información para detener a Hydra.
Pasaron varias horas antes de que Maria regresara, y no estaba sola. Con ella venían Steve, Natasha y un hombre moreno, desconocido para la adolescente.
—Al fin se dignaron a venir —habla Fury, haciendo que la rubia levante la mirada de la tablet y la imagen que vio la dejo paralizada por unos instantes.
Natasha tenía una expresión de dolor, y Ariadne notó de inmediato la herida de bala en su hombro. El doctor Fine se acercó con un botiquín de primeros auxilios y comenzó a tratar la herida de Natasha.
—¡Mamá! —exclamó Ariadne, corriendo hacia Natasha—. ¿Estás bien?
—¿Ariadne qué haces aquí? —pregunta Rogers, con preocupación.
—La señorita Maria me trajo, papá —respondió la menor, con total sinceridad.
Sam se quedó boquiabierto, mirando a Steve, Natasha y luego a Ariadne.
