Drawing

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El departamento de los Romanoff estaba en silencio, un contraste marcado con el caos que había envuelto el hogar de los Rogers apenas unas horas antes

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El departamento de los Romanoff estaba en silencio, un contraste marcado con el caos que había envuelto el hogar de los Rogers apenas unas horas antes. Ariadne no podía dejar de pensar en la muerte de Fury y en aquel extraño enmascarado con un brazo de metal que había visto por la ventana. La imagen del hombre misterioso se repetía en su mente una y otra vez, como un rompecabezas que necesitaba resolver.

Después de un baño caliente que apenas logró calmar sus pensamientos, Ariadne se sentó en su escritorio con un lápiz y una hoja de papel. Comenzó a dibujar el retrato del extraño, cada línea y sombra capturando la imagen que tenía grabada en su memoria. Dibujar siempre había sido una forma de procesar sus emociones, y esta vez no era diferente.

Cuando terminó, se quedó mirando el dibujo por un momento, se levantó de su silla y salió de su habitación, decidida a mostrarle el retrato a su madre. Sin embargo, al llegar a la sala, se encontró con Natasha ya esperándola en el sillón, con una expresión serena pero intensa.

-Cbet, ven aquí -dijo Natasha, usando el apodo cariñoso que solo ella usaba para Ariadne.

Ariadne se acercó lentamente, sosteniendo el dibujo en sus manos. Natasha la miró con esos ojos verdes que siempre parecían ver más allá de lo evidente.

-¿Qué te dio Steve? -preguntó Natasha, su voz suave pero firme.

Ariadne sintió un nudo en el estómago. No quería mentirle a su madre, pero tampoco estaba segura de cómo responder.

-Nada, mamá -respondió, tratando de sonar convincente.

Natasha esbozó una pequeña sonrisa, una mezcla de ternura y astucia.

-Eres igual a tu padre -dijo, refiriéndose a la incapacidad de Steve para mentir-. No sabes mentir, cbet.

Para sorpresa de Ariadne, Natasha levantó su mano, mostrando un pendrive gris con el logo de S.H.I.E.L.D. Ariadne no había sentido el momento en que su madre se lo había quitado del bolsillo.

-No tienes que mentirnos, especialmente a mí -continuó Natasha, su tono ahora más suave-. Somos un equipo, y siempre debemos confiar el uno en el otro.

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