Hackeo

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Ariadne y Rebecca estaban en la cocina, disfrutando de un desayuno sencillo pero delicioso

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Ariadne y Rebecca estaban en la cocina, disfrutando de un desayuno sencillo pero delicioso. El aroma del café recién hecho y las tostadas llenaban el aire, creando una atmósfera cálida y acogedora. Sin embargo, el sonido de un auto acercándose rompió la tranquilidad de la mañana.

—¿Espera a alguien, Señora Becky? —preguntó Ariadne, levantando la vista de su plato.

—No, querida. No esperaba visitas hoy —respondió Rebecca, frunciendo el ceño ligeramente.

Unos segundos después, se escuchó un golpe en la puerta. Rebecca se levantó para abrir, y Ariadne la siguió, curiosa. Al abrir la puerta, se encontraron con Maria Hill, vestida completamente de negro, su expresión seria pero amable.

—Buenos días, señora Lee —dijo Maria, asintiendo con la cabeza—. Soy Maria Hill, Natasha me envió a recoger a Ariadne.

Ariadne sintió una mezcla de sorpresa y emoción. No esperaba que alguien viniera a buscarla tan pronto.

—¡Señorita Maria! —la rubia, efusivamente, corre a abrazar a la asistente de su abuelo—. ¿Mi mamá te envió?

—Así es, Ariadne. Necesitamos que vengas con nosotros. Hay algo que debes ver —respondió Maria, sonriendo ligeramente.

La señora Barnes miró a Ariadne con una expresión de comprensión y cariño.

—Parece que tendrás una aventura, querida. Ve con la señorita Hill. Estarás bien.

Ariadne abrazó a la anciana con fuerza.

—Gracias por todo, señora Becky. Volveré pronto.

—Cuídate, Ariadne. Y recuerda, siempre hay un lugar para ti aquí.

Ariadne asintió y, antes de irse, recogió su mochila y las galletas que Rebecca le obsequió, luego siguió a Maria hasta el auto. Se subieron y comenzaron el viaje, el paisaje pasando rápidamente por la ventana. Ariadne, siempre curiosa, no pudo evitar preguntar.

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