Declaración

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Los ojos de Jack se pusieron en blanco cuando sintió el brazo de Elsa golpear con fuerza su pecho, solo para después sentir como esa pequeña pierna rosada aterrizaba con fuerza sobre su estómago, levantando unos centímetros su camisón cuando se movió con brusquedad.

Jack voltea a ver a la rubia —que sigue dormida— viéndola con su boca abierta y ojos cerrados, su cabello está hecho una maraña, tapando gran parte de su rostro, su cuerpo parece estar casi encima del de el albino, dejando gran espacio a su lado. Mientras que Jack, está acostado a su lado con los brazos cruzados, sintiendo que carga con la mitad del cuerpo de Elsa al ella moverse tanto la noche anterior que, solo le faltaba poco para dormir encima de él.

Era una nueva mañana, el sol estaba a punto de salir, las aves comenzaron a cantar y los padres de Elsa comenzaban a despertar con un nuevo día. Jack escuchó como John e Iduna se desean un buen día antes de levantarse de la cama, escuchando cómo el hombre de familia va hacia el baño para ser él quien tome primero una ducha, mientras que Iduna, prefiere ir a la habitación de su hija a despertarla, siendo esa la señal del albino para irse.

De mala gana, aventó a Elsa al otro lado de la cama, en donde se suponía que debía haberse quedado dormida toda la noche. La mira girar dos veces quedando su cabeza reposada sobre la almohada que le correspondía; Jack se levanta de la cama, arregla su ropa y antes de darse la vuelta, se percata que el camisón de la rubia se elevó más de la cuenta, llegando hasta sus muslos.

Sus ojos se vuelven a poner en blanco cuando toma el edredón y la cubre, tapando incluso su cabeza, se da la media vuelta y sale por el balcón antes de que Iduna abra la puerta y vea con ternura a su hija tapada hasta la cabeza, creyendo que la noche anterior pasó demasiado frío. Se acerca a ella, despertándola con un beso sobre su cabello, alegrándose de tener en su vida a esa pequeña rubia que siempre les entregaba una sonrisa, aun cuando ya no pasaban tiempo con ella, siempre los recibía con una enorme y hermosa sonrisa.

Jack solo tardó unos segundos en llegar a su hogar, sin detenerse a mirar ese hermoso amanecer con neblina que, parecía que esta quería cubrir los rayos del sol. Entra, llamando la atención de las tres personas que estaban allí, mirando a Aster sentado sobre una de las sillas del comedor, mientras parece posar para su esposa, quien está sentada enfrente de él con un caballete y un lienzo que ya no está por completo en blanco, mirando hasta el último a la castaña que está sentada sobre el sillón unipersonal, leyendo un libro de vampiros, sintiendo el calor de la chimenea que estaba a su lado.

—No llegaste a dormir —criticó Aster. Su mirada deja de ver hacia el frente para ver a su sobrino, sorprendiéndose cuando miró esa cicatriz en su rostro—. ¡¿Pero qué te pasó?!

Las dos mujeres también voltearon a ver a Jack cuando escucharon la fuerte pregunta del peligris, sorprendiéndose ambas cuando notaron de lo que él hablaba, viendo boquiabiertas esa enorme marca que le había dejado Hiccup en el ojo. Jack no pudo evitar sentirse incómodo al sentir la mirada de esas tres personas, que no hacían más que mirarlo como si fuera un fenómeno, sintiéndose mal por tener que ver esa mirada en los seres que él consideraba su única familia.

—No es nada —respondió con simpleza—. Solo tuve una pequeña pelea con Hiccup.

—¿Pequeña? —cuestionó Mavis, acercándose hasta su sobrino—. Jack, él te lastimó.

—Estoy bien, Mavis.

Puso sus ojos en blanco cuando la pelinegra llevó uno de sus fríos dedos hasta la cicatriz, trazándola ella misma con la yema de su dedo, era como si no creyera que en realidad su sobrino —que consideraba como su propio hijo— tuviera una herida por culpa de su primo. Negó levemente con su cabeza al sentirse molesta con Hiccup, sintiendo como el enojo se apoderaba de su cuerpo al ver a su hijo lastimado.

HíbridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora