Mermelada y labios

1.9K 130 644
                                    

🐺 Maratón 5/5 🐰

Elsa despertó, toqueteó el otro lado de la cama en busca del cuerpo de Jack, abriendo sus ojos con pesadez al sentir que ese lado estaba vacío, obligándola a ver y cerciorarse que efectivamente estaba sola en esa habitación. Se sentó y rascó sus ojos con ayuda del dorso de su mano, bostezó y estiró su cuerpo con el comienzo de un nuevo día.

Miró todo lo que había en su habitación, quedándose así unos momentos, recordando lo que había pasado ayer por la noche. Una enorme sonrisa se hizo presente en su rostro, cubriéndolo con ayuda de sus dos manos al entender que todo lo que pasó ayer no fue un sueño, fue una realidad en donde Jack le confesó que estaba comenzando a amarla.

Se acostó una vez más en su cama, hundiendo su rostro en su almohada al estar completamente emocionada, ahogando en ella un grito. Tomó la almohada que utilizó Jack ayer por la noche, pegándola a su pecho, abrazándola con fuerza sin poder dejar de sonreír por recordar cómo él había tocado sus labios y está vez no negó que estaba comenzando a amarla.

Giró sobre su cama al no poder controlar la emoción, abrazando con más fuerza esa almohada, dando patadas al aire al sentir que la emoción comenzaba a hacerle cosquillas en todo el cuerpo, ganando solo con eso que ella no pudiera dejar de sonreír. Sintiéndose la mujer más feliz del mundo por recibir ese "tal vez" por parte de él, esas dos simples palabras la hacían sentir la persona más afortunada del mundo.

Salió de su habitación después de unos minutos cuando su felicidad se tranquilizó un poco, bajando las escaleras con una enorme sonrisa. Viendo como John se colocaba el saco de un traje oscuro, luciendo como todo un hombre impecable con ese traje oscuro y oliendo esa exquisita colonia, mirándolo con su cabello perfectamente peinado.

—¡Buenos días papá! —saludó Elsa, acercándose a él. Dejó un beso en la mejilla de su padrastro—. ¿No te parece que es un hermoso día?

John miró a su hija con una sonrisa, viéndola dar un par de vueltas hacia la cocina, sonriendo cuando tomó de ese jarrón que estaba en el centro de la mesa, una rosa roja, acercándose de nuevo a su padre con esa flor, dando pequeños brincos y deteniéndose al estar frente a él.

—¿Por qué estás tan feliz? —preguntó John.

—Por nada —dijo Elsa con una sonrisa—. Solo que hoy siento que es un grandioso día.

Le sonrió a su padre, acercándose hasta y él dejar un beso en su mejilla, separándose a los segundos, entregándole esa rosa. John acercó la rosa a su nariz, oliendo su delicioso aroma, mirando con felicidad como su hija regresaba a la cocina dando pequeños saltos.

—¿Qué es esto? —preguntó ella, mirando una hoja de papel sobre la mesa.

—Son las cosas que se necesitan en la casa —explicó John—: Debo pasar al supermercado al salir de la entrevista.

—Yo puedo ir al supermercado.

—No lo sé, no me gustaría que fueras tú sola.

—Estaré bien —dijo, suplicándole a su padre al pegar las palmas de sus manos—. Por favor, puedo sola.

La vio con una enorme sonrisa a la que no pudo negarse, suspiró cansinamente y asintió con su cabeza, viendo a su hija dar un enorme salto por la emoción.

—El dinero está en el cajón derecho de mi escritorio —informó, acercándose a ella, dejando un beso sobre su frente—. Nos vemos en la tarde, por favor ve con cuidado.

—Sí papá.

Elsa vio a su padre salir de la casa, llevándose con él la rosa. Salió de la casa, quedándose de pie frente a la puerta, despidiéndose de su padre con un movimiento de mano, viendo que también se despedía de ella al mover su mano, viéndolo como se iba alejando cada vez más el automóvil de su padre.

HíbridoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora