Sorpresas de cumpleaños

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Elsa dejó un beso en las mejillas de sus padres, deseándoles una buena noche y recibiendo la misma respuesta por parte de ellos, les sonrió y salió de la habitación de la pareja, dirigiéndose hasta su habitación en donde la esperaba su regordete conejo blanco; al cual vio sentado a un lado de su cama, limpiando su cara y sus orejas, consiguiendo que la rubiera riera al verlo adorable al hacer eso.

Dejó de ver a su conejo al dirigirse hacia ese espejo de cuerpo completo que estaba en la esquina de su habitación, cerciorándose que estuviera presentable ante la llegada de su señor. Miró su cuerpo usando un blanco camisón holgado de volantes, sus hombros estaban descubiertos y la manga era larga; sintiéndose como esas mujeres de época en las que usaban esa clase de pijama. Mirando al final su cabello, arreglando este en una media coleta baja, usando un listón blanco como su accesorio.

Se apresuró a rociar perfume en su cuello y muñecas cuando claramente escuchó como alguien brincaba a su balcón, colocándose labial humectante en sus labios al escuchar unos leves toques en esa puerta de cristal que la separaba de ese oscuro bosque. Acomodó el largo de su cabello, dejando que este cayera hasta su estómago, tomando una gran bocanada de aire antes de ir hasta donde estaba su señor.

Una enorme sonrisa se hizo presente en sus labios cuando lo vio de pie afuera de su puerta; usando un pantalón de mezclilla negro, una playera del mismo color, llevando encima un largo abrigo negro que llegaba hasta sus muslos, dejando hasta el último esas botas de cuero. Tapó con sus manos su boca al ver que había llegado con un ramo de tulipanes morados, iguales a los que le había regalado cuando fue a verla bailar, envueltos en un papel del mismo color y llevando debajo un listón rosa.

—No digas nada y solo tómalas —ordenó. Pegó ese ramo de flores en el rostro de Elsa, obligándola a hacer su cabeza hacia atrás al querer verlo—. No vayas a emocionarte por esta tontería.

—Sí, señor Jack —respondió Elsa, tomando ese ramo de tulipanes—. Gracias por mi regalo, por favor pase.

Sin dar las gracias entró a esa cálida habitación, inhalando la rubia el aroma de su colonia cuando pasó a su lado, siendo claro también el aroma de su champú y el de su jabón, dejándole claro que había tomado una ducha antes de venir a verla. Mordió su labio inferior al sentirse completamente feliz de tenerlo a solo unos minutos de ser su cumpleaños.

Cerró la puerta al sentir el frío viento entrar a su habitación, apresurándose a colocar el cerrojo, deslizar las gruesas cortinas color menta y voltearse al querer ver a Jack, mirándolo sentado en el borde de la cama, mirando ese edredón nuevo que le habían comprado a la rubia; siendo este de color blanco adornado con estampados de ramas de cerezo, mirándose bien en los ojos del albino, quien también notó el cambio de fundas en las almohadas, teniendo algunas el mismo color y estampados que el del edredón y otras pocas solo llevaban fundas blancas o rosadas. Mirándose bien ese pequeño cambio.

—¿A qué se debe el cambio?

—Nada en especial —respondió, sentándose a un lado de Jack—. Solo que, ahora que cumpliré diecisiete años, debo empezar adornar mi habitación más de mi edad, no seguir con peluches, muñecas o sábanas de unicornio. Eso no creo que se vea bien.

Él asintió con su cabeza como su respuesta, mirando el cambio en ella al comenzar acercarse cada vez más a la madurez. La miró acercar ese ramo de tulipanes a su rostro, oliendo el delicioso aroma de este, sonriendo al recordar que eso mismo había hecho años atrás, notando que ella también sonrió por ese simple regalo que para el albino no era gran cosa. Después de todo, para Jack nada era suficientemente costoso o valioso para Elsa, esa mujer que merecía tenerlo todo.

—¿Qué quieres de regalo? —preguntó Jack, consiguiendo que la rubia volteara a verlo—. Te compraré lo que me pidas, así que aprovecha que esta oferta solo estará durante veinticuatro horas.

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