Capítulo 2: Buenas maneras.

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"No son los ojos los que ven sino nosotros los que vemos por medio de los ojos"- Platón

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Han pasado unos minutos desde que esta persona empezó a llevarme en esta silla, quien sabe para dónde. Reflexionando sobre el tema, creo que quizá tendré el equivalente a unos 5 o 6 años de edad, esta persona puede alzarme con relativa facilidad, aun así, prefiere llevarme así...

La silla es algo grande y me cuelgan los pies, además no puedo dejar descansar los brazos en ambos apoya brazos, pues tengo que extender mis brazos paralelamente, para alcanzar los dos al tiempo, luego es más cómodo simplemente recostarse hacía un lado.

Si comparo el tamaño de mi cuidadora con el mío, quizá este cuerpo mida poco más de 90 centímetros, ¿quizá el metro? Difícil saberlo con exactitud no sé nada sobre niños, no soy precisamente un pediatra, los únicos niños con los que interactuaba muy de cuando en cuando, eran los que pedían dulces o algo de comida en aquellos asentamientos áridos y/o hostiles en los que estuve, en mis épocas como oficial de campo.

A cambio de un dulce a veces incluso podías obtener alguna información útil sobre el terreno. Aunque preferíamos que no se nos acercaran, no solo porque podían ser usados como armas tanto psicológicas como de facto en nuestra contra, sino porque también dependiendo del lugar, podían llegar a ser ejecutados solo por acercarse a nosotros.

Los niños al ser tan vulnerables, usualmente se llevan la peor parte en esos lugares y acontecimientos donde la civilidad y la mínima decencia humana no llega o ha sido abandonada en pos de otros "intereses". Ya sean las selvas de Colombia, algún barrio de mala muerte de alguna ciudad o algunas de las áridas ciudades en zonas de conflicto del medio oriente, este hecho no cambia.

(...)

Un viento que me golpea de frente me saca de mis inútiles meditaciones.

Este viento se siente refrescante, el clima parece estar bastante agradable, a decir verdad.

Mientras nos movemos no siento que la silla tenga ningún sobre salto mayor, más allá de un carreteo algo tosco me siento como en una carreta, pero puedo intuir que vamos por un camino regular, también parece que estamos en algún lugar cerrado, porque siento que cada tanto me da el calor de los rayos del sol, en un patrón determinado y consecutivo.

(...)

Volviendo al tema de mi vista, si tuviera que describir lo que veo, lo describiría como "la nada", es muy distinto a la oscuridad de cuando cierras los ojos y además te pones algo encima para bloquear la luz, aún en esas circunstancias vez "algo", lo que podrías describir como negrura u oscuridad total, pero estar ciego da una "sensación" diferente, como si no hubiera nada, se que ese sentido me falta porque recuerdo que tenía vista antes, en lo que yo considero mi "vida anterior", pero como no hay nada mi mente se concentra mucho más en lo que sí está ahí.

Cuando estaba en la cama, aún no estaba convencido del cambio tan brusco en mis circunstancias, pasar de ser un adulto llegando al atardecer de su vida, a una niña que no ha de tener ni diez años de vida y que para empeorar la situación está completamente ciega y sorda, en el sentido más literal de las palabras y honestamente una parte de mi aún no está del todo convencido, pero lo que me inquieta es la misteriosa familiaridad con mi entorno, quizá este cuerpo recuerda el lugar donde ha vivido estos años, incluso se podría decir que hay algo nostálgico en el contacto con esta persona que actualmente me conduce en esta silla.

REENCARNADO EN UNA PRINCESA ELFO (Sakraverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora