Capítulo 2: Mi Tierra

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El sol comenzaba a asomarse sobre la tierra de Septreland, y su reflejo se contemplaba en el agua cristalina del océano

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El sol comenzaba a asomarse sobre la tierra de Septreland, y su reflejo se contemplaba en el agua cristalina del océano. El ambiente estaba inundado con las suaves melodías de las aves y los relajantes sonidos de las olas del mar. A lo lejos se podía percibir las enormes siete torres que rodeaban el país. Cada torre se coronaba majestuosa con una gran estrella cubierta de oro que brillaba ante los primeros rayos matutinos de aquella singular mañana. Las ventanas y las puertas de las moradas fueron abiertas. Los padres y sus hijos salían al encuentro saludándose entre sí con cortesía y pequeñas carcajadas que sonaban como un cántico popular de la tierra, dando a entender que un reino tan tierno y hospitalario como éste aún no había sido testigo de la crueldad de éste mundo.

La gente de ésta tierra aún era inocente, ajena a la sensación y al entendimiento de la pérdida relacionada con la guerra. Por supuesto, no eran tontos, sabían que el mundo enfrentaba constantes batallas. Han escuchado noticias de parte de extranjeros que llegaron a hospedarse en Septreland por protección, ellos sabían que los septrelianos eran descendientes de los afortunados sobrevivientes de la Gran Persecución de hace más de un siglo. Sin embargo... El haber escuchado noticias trágicas, y el conocer registros históricos sobre la sangre derramada no es lo mismo a experimentar por ti mismo el arrebatamiento de una o más vidas. Ellos no estaban listos para saberlo, y el anciano y la muchacha lo entendían. Debían cerrar sus bocas hasta que la cruda noticia fuera compartida por parte del Rey a todo el pueblo.

Eliaf, con su propio manto, limpió el rostro de su querida alumna, tomó su vara iluminada, y con la luz de la misma curó las heridas del brazo malherido de Valery. Ambos salieron del templo, fingiendo que nada había pasado, con tal de no llamar la atención de nadie hasta llegar con el líder supremo.

La muchedumbre que caminaba de un lado a otro ayudaba a éste par a pasar desapercibidos, y a pesar de eso, Valery no pudo evitar fijar su mirada en el centro de ayuda y refugio para los necesitados.

Ella frenó sus pasos, y observó a la gente conmovida al ver a niños extranjeros siendo llevados de vuelta con sus amorosos padres. Las palabras de agradecimiento acompañadas de lágrimas no podían faltar en aquella conmovedora escena.

Valery estaba tranquila al ver esas familias restauradas. Eliaf, al percatarse de esto, aprovechó su oportunidad para hacer énfasis en lo que había dicho en el templo.

¿Lo ves? - Dijo tiernamente - Si no fuera por ti, estos padres no habrían vuelto a ver a sus hijos.

Pero, Eliaf... - Interrumpió Valery en un tono nostálgico.

Con su mirada, le dio a entender al anciano que debía volver a ver aquel escenario. En el lugar, resaltaba la mujer que Valery había auxiliado el día anterior.

Ella hablaba con cada uno de los guardias preguntando por su muchacho, con la certeza de que su hijo estaba cerca. Los hombres, apenados, le respondían que todos los niños perdidos habían sido llevados de vuelta con sus padres, no había nadie más acompañándolos. Con tristeza y una quebrantada esperanza preguntaba si acaso volvería a ver a la joven que le prometió regresarlo a sus brazos.

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