5. Los que alcanzaron la libertad volando

36 10 23
                                    

Nunca creyó que las cosas terminarían así. Que se quedaría quizá para siempre cuando todo sucedió.

Estar en el templo era una duda que había cargado toda su vida, una duda de lo que debía hacer, de lo que debía seguir, una que un día simplemente desapareció unos años atrás, quizá cuatro, quizá cinco. El tiempo era extraño.

Sacudió los libros en la Cámara del Tesoro Blanco. El polvo se acumulaba rápido en aquel lugar, pero no sabía qué tan rápido. Solían limpiar cada tercer día, pero desde que se había quedado solo limpiaba cada vez que había tiempo y se acordaba. Lo que era seguro era que nunca se acumulaba la misma cantidad de polvo, a veces había más y calcular el tiempo desde que la había limpiado le quitaba tiempo que necesitaba para otras cosas. Solo hubiera deseado recordar antes que debía limpiarlo, porque ahora había capas gruesas de polvo, y todos los insectos que no había visto al limpiar las lámparas fueron a resguardarse ahí.

La cámara contenía el Tesoro Blanco de Kirán: libros y libros llenos de conocimiento, transcritos una y otra vez conforme las hojas se deterioraban y los phens se debilitaban. Eran textos y cuentos perdidos de los Ashyan, los descendientes del Sol y de Kirán, libros tan importantes para los guardianes... Jamás los había leído ni transcrito, pues solo los guardianes que habían pasado su Tercera Ceremonia lo tenían permitido.

Por otro lado, existía un estante especial que albergaba los diarios de los guardianes del pasado. Contenían conocimientos de hierbas, recetas, registros, acontecimientos importantes, e incluso entre esos estantes se encontraban los diarios de los primeros guardianes. Jamás le permitieron leerlos, pero sus maestros afirmaban que no contenían nada importante, pero ese día, algo llamó su atención.

¿Por qué nunca se hablaba de la creación del templo? ¿Por qué si había 8000 mil cráneos en la Cueva de Tierra, solo había 500 registros?

Dejó su trapo lleno de polvo en el suelo, se acercó a los diarios y colocó su mano en los lomos oscuros. ¿Estaría ahí el diario de su hermano? Sacudió la cabeza. No debía pensar eso, esos pensamientos se habían deshilachado cuando perdió todo, no era momento de recordar... y mucho menos, recordar un trai-...

Se interrumpió e inhaló. Tomó el diario más maltratado por el tiempo, el cuero estaba roídos y polvoso y las hojas eran amarillentas. Al abrirlo, la humedad penetró su nariz, y en la fragilidad de las hojas, la letra de tinta de Phitan se conservaban decentemente debido a los phens de fuego y de aire.

A pesar de eso, le costó trabajo entender, las ilustraciones eran extrañas y aún más eran las palabras. Aquel era el diario de un guardián indisciplinado, y la urgencia de restregar sus manos en agua para limpiarlas comenzó a nacer. No había ni una gota de perfección en aquello...

El recuerdo de sus manos llenas de callos, tensas y las lágrimas que manchaban las hojas fue a su mente como la tinta diluyéndose.

Apretó los ojos para olvidar, y en la página, encontró una fecha:

«Año 50 desde el triunfo de Kirán».

Y las palabras formaron sentido conforme las leyó:

«Se iniciaron hoy los trece ritos ceremoniales en las dos semanas en honor al rey Kirán. Los fieles han traído oro, plata, incienso, carbón, papel y animales, además de especias exóticas traídas desde el otro lado del mundo.

Los guardianes recibimos los obsequios y los maestros mayores se encerraron en el templo desde mediodía para rezar por el bienestar de la gente, del templo y del rey.

Los demás guardianes realizamos la danza de las espadas para los fieles, y posteriormente guardamos cada tesoro en una cámara distinta.

Hoy me sigue sorprendiendo que siga llegando el mismo número de fieles al templo, que sigan llorando la muerte de un rey que jamás conocieron, aunque hayan pasado tantos años».

La muerte en las montañas y el rey buitre | La Herencia Solar #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora