6. Un sello de pájaro

35 9 27
                                    

ADVERTENCIA: Este capítulo contiene algunas descripciones gráficas de maltrato infantil

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ADVERTENCIA: Este capítulo contiene algunas descripciones gráficas de maltrato infantil. Procedan con precaución. No es mi intención fetichizar o desinformar, y en caso de haberlo cometido con este capítulo, mejor háganmelo saber para poder corregirlo.

━━━━━━✧❃✧━━━━━━

Antes solo tenían dos cabras, pero no eran suficientes para todo el templo. El recuerdo del obsequio de las otras dos era amargo, y al mismo tiempo, era como la luz de la luna rompiendo entre las nubes de hielo.

Recordaba perfectamente aquel incidente porque había estado a punto de morir, había conocido el mundo y había perdido a su hermano y a todo lo demás.

Lo cierto es que nunca supo la edad de su hermano, ni si había llegado antes o después que él. Sin embargo, siempre lo había visto como un hermano mayor, solía seguirlo a todos lados, preguntarle cosas, leer con él, limpiar con él, aprender de él y practicar juntos con la espada.

Y a pesar de imitarlo siempre, lo solían regañar más a él porque dentro, todos sabían que jamás sería como él. Desde pequeño él jamás se había comportado bien, lloraba por todo, jugaba con cualquier cosa, ensuciaba y causaba problemas a los maestros. Pero su hermano era diligente, obedecía instrucciones y jamás protestaba o hacia muecas, y por eso, era el favorito de todos los maestros.

Existía un recuerdo vago que era prueba de eso. Recordaba que, en la cocina, mientras hacia sus deberes de ese día, limpiando los anaqueles, los jarrones y los recipientes, la maestra mayor sacó una bandeja caliente de pan recién horneado.

Salivó y su estómago gruñó con el dulce olor a pan caliente, y aunque el hambre era demasiada, se contuvo y siguió limpiando los frascos en otra esquina. Pasaron pocos minutos antes de que las zancadas de la maestra mayor llegaran hasta él, y cuando alzó la cabeza, ella le plantó una bofetada en el rostro.

El frasco resbaló de sus manos y rebotó, él cayó también. Al ver el frasco sin ninguna fractura se alivió a pesar del dolor, y después de eso, no entendió por qué.

Y de un momento a otro, la maestra lo arrastraba al Santuario del Buitre. Con las uñas de la maestra bien clavadas en sus manos, avanzó a trompicones. ¿Qué hacía hecho mal? ¿Había hecho algo malo? Era un tonto.

El maestro los vio en el camino, y cuando se acercó a ellos, todo pareció oscuro, lento, neblinoso y todo cambió. Solo era un niño en ese entonces, pero recordaba temblar terriblemente cuando la maestra mayor dijo:

—Robó uno de los panecillos.

Después, todo se puede resumir en castigos, castigos terribles para un niño, los castigos de siempre por ser un tonto, por vivir ahí.

Lo patearon en el suelo frente a los ojos de Kirán, y apenas pudo protegerse enrollándose en sí mismo. Dibujaron con carbón un phen de fuego, y aunque nunca habían servido, el carbón se enterró en su brazo y raspó su piel. La sangre brotó solo en algunas partes y su piel se rompió. Se retorció, gritó, sollozó e imploró que pararan, y juró por su vida que él no había sido. No lo soltaron, ni siquiera parecía que lo escucharon, pues no reaccionaron.

La muerte en las montañas y el rey buitre | La Herencia Solar #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora