D•I•E•Z

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—Estoy orgullosa de ti.— Dijo al abrazarme nuevamente.

Le correspondí.

En cuanto me soltó recordé que estábamos en público y limpie las pequeñas lagrimas traicioneras.

Volví con Liar y al ver sus ojos, contuve la respiración siendo realmente consciente por primera vez de lo que pasaba.

Me estaba enamorando.

En cuanto llegué a mi casa me puse a meditar sobre el tiempo que llevaba conociéndolo.

Y es que, ya había pasado varias semanas en que él y yo nos habíamos estaco acercando, desde que nos conocimos. Quien diría que terminaría interesándome por él. Era curioso. 

Podría decir que el solo me gustaba, pero sabía que no era cierto. En el fondo lo supe cuando me aventé a la cama para leer sus mensajes.

Cuando sonreía al verlo.

Cuando perdía la respiración al escucharlo.

Cuando no podía despegar la mirada de él...

Cuando mi corazón latió con tanta intensidad y deseé que solo él y yo fuéramos los únicos seres vivientes en este mundo. 

Me estaba enamorando, y fuerte. 

Pero lo peor era que él apenas me había mostrado su interés. No se me había declarado, un interés no significaba que yo le gustara, tampoco que estuviese enamorado de mi. Por tanto no había ningún indicio de que me correspondiera en el mismo modo.

Que gracioso...

Me estaba enamorando de alguien que fácilmente podía romper mi corazón incluso sin querer.

En eso, mi teléfono vibro. 

¡Estuviste media cita con nosotros, pero aún no te cuento la otra mitad en que nos tomamos de las manoooos! Ok, entonces resulta que estábamos entre mucha gente, en cualquier momento me podía perder fácilmente, así que...— Otra vez Jules era el tema de conversación. 

Bueno... Supongo que se lo debía. Después de todo, ella me dio el valor para aceptar mi enamoramiento hacia aquel pelinegro. 

Durante esa tarde, todo lo que hice fue escucharla chillar de emoción por cosas tan pequeñas como compartir miradas con él por tres segundos...

Ella derramaba felicidad con esos pequeños detalles. Y yo amaba eso de ella. 

Pronto se hizo tarde y tuvo que colgar. Pensé que ya en otra ocasión podría platicar con ella sobre lo que yo sentía. 

Al día siguiente en que fui a la escuela sentía el ambiente diferente.

La respuesta era obvia. Ya no tenia que engañarme a mi misma. Finalmente me sentía liberada, en cierto modo, pues me estaba enamorando por primera vez dos años después de creer que le haría un favor al mundo consumiendo unas pastillas...

—Hoy luces diferente. Más alegre diría yo...

—No... ¿Tú crees?— Respondí sarcásticamente ocultando una sonrisa. 

—Hey, comparte el chisme ¿Qué cambió?

Que he descubierto que no quiero matarte.

—¿Y por qué te interesa tanto?— Mientras caminaba en dirección a la primera clase, a mi lado me acompañaba curioso el responsable de mi sonrisa.

—Vamos, somos amigos ¿no?

Creo que he muerto y revivido en menos de un segundo.

Deshice mi sonrisa, me pare en seco, clave mi mirada al frente y sentí mi corazón detenerse. 

La Cruda RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora