CAPITULO 3

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No dormí bien aquella noche. No dejaba de pensar en Víctor quien violaba mi mente, y en Stefano que pervertía mi realidad.

-Creo que no es correcto que vaya a esa fiesta señorita -dijo Eva al sujetarme una coleta alta, para luego colgarme unos diamantes en mi garganta.

-Iré Eva. Por favor, es la primera vez que asistiré a un evento sin mi madre -respondí al tratar de calmar su inquietud con una sonrisa traviesa -. Deja que me divierta esta noche.

Medito un poco antes de sincerarse conmigo. Su mirada se perdió entre los destellos de cada uno de los diamantes, parecía que había recibido una revelación.

-Hay algo que no me agrada de los señores Bullrich y Rizzo -dijo al terminar de sujetar bien la gargantilla.

-¿Víctor y Stefano?

-Si Señorita -suspiro -. Solo prométame que volverá pronto. Su madre no ha llegado, y eso me inquieta aún más.

-Deja de preocuparte por ella -una terrible melancolía me invadió -, sé que está bien, aunque ese no sea mi más anhelado deseo.

Salí de la Lagrasse ataviada con un hermoso vestido rojo aterciopelado de corte victoriano con mis guantes de satén negro, y un escote que iba perfecto con mi gargantilla.

Al adentrarme en la oscuridad del camino en mi carruaje, me perdí en la noche que me daba una calurosa bienvenida. Los árboles parecían correr junto a mí en el camino encharcado. La luna bailaba entre las nubes que poco a poco se replegaban para darle paso al halo y las estrellas. Contemplé a Orión tan reluciente y majestuoso, y pude imaginarme al atardecer ruborizada al verlo poseer el cuerpo de Artemisa con lujuria al hacerla suya. Y los celos de Apolo, al sentir que su hermana amaba más aquel guerrero que a él mismo.

Llegamos a las afueras de la ciudad, a la hermosa y deslumbrante villa Avonts rodeada de enormes abedules. Una voluminosa puerta de hierro nos abrió paso hacia un camino decorado con adoquín rojo y largos caminos de agua chapoteando a los costados. Parecía salida de un cuento de hadas, de esos que son rosas y cursis, que nunca logre tener en mi vida. Dimos vuelta a una enorme fuente de sirena que adornaba el frente de las puertas de la mansión.

Baje con cuidado, caminando lentamente hacia la puerta entre abierta del salón de fiesta. Estaba pasmada, aquel bello lugar me transportaba a otro sitio, a un lugar creado por fantasías inimaginables y hermosas.

Un par de jóvenes bellos y delicados de cabello dorado adornado con un moño oscuro ribeteados con finas túnicas rojas de seda me ayudaron a dirigirme junto a la multitud bajo unas enormes escaleras. Todos los invitados estaban sorprendidos al igual que yo, observando cada mínimo detalle del lujoso palacio. Algunas personas me reconocieron al instante, soltando murmureos incómodos alrededor de mí.

-Viuda negra -decían unos, mientras que otros me llamaban prostituta. Ahora recordaba por qué nunca asistía sola a ese tipo de eventos.

Estaba a punto de arrepentirme he irme corriendo de ese utópico lugar, cuando escuche un estruendo lleno de suspiros y elogios dirigidos hacia arriba de la enorme escalera de caracol.

Voltee a ver quedando petrificada: no llevaban camisa, solo sus pantalones y unas largas botas, empapados en sangre. Escurría ese líquido vertiginosamente de sus bocas, como dos bestias que acababan de devorar un enorme animal. El cabello plateado de Víctor tenía destellos carmín y una mirada de suma excitación con sus labios abiertos escurriendo en sangre que le manchaba su pecho, abdomen y brazos. Stefano se acariciaba el cabello llenándolo de aquella linfa, liberando una carcajada macabra salpicando su pecho y las escaleras de saliva sanguinolenta.

Lo Oscuro de mi SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora