—¡Pero que hermoso, felicitaciones, han hecho un esplendido trabajo remodelando este lugar! —dijo llena de sorpresa una de las invitadas.
De los alrededores, solo había invitado a dos matrimonios, los vecinos más cercanos a Lagrasse. El primer matrimonio era muy joven, casi de nuestra edad mortal; Elena había heredado una finca contigua y una gran fortuna. Se había casado con Christian un norteamericano y se dedicaban al vino, con campos bastos de vid, así que estaban bastante ocupados entre uvas, negocios y dos niños pequeños. El segundo, un poco mayor que nosotros lo conformaba Anna, una chica alemana y su esposo francés, Gastón, dedicados al aceite virgen de oliva, sus campos eran espacioso y fructíferos, igual de ricos y con tres niños y uno más en camino.
Estábamos en el comedor degustando un vino, jugo y una noche tranquila.
Víctor siempre a mi lado se mantuvo al margen con discreción, evitando hablar lo menos posible para no mostrar sus colmillos.
—Gracias —respondí un poco incomoda al notar su genuino interés en la mansión —, no es para tanto Anna.
—¿Cómo que no es para tanto? —preguntó —, si hubieran estado al término de la segunda guerra mundial hubieran quedado devastados, este lugar estaba casi destruido.
—¿Y tú lo estuviste, querida? —preguntó su esposo Gastón levantando una ceja inconforme he incómodo —, deja de hostigar a nuestros vecinos. Discúlpenla, le apasiona mucho lo enigmático de esta propiedad.
—No se preocupen —sonreí tratando de calmar mis nervios.
Ordené a Lenora, mi ama de llaves provisional, que comenzara a servir la cena.
Después de un leve momento de risas incómodas tras escuchar la insistencia de lo hermosa que era Lagrasse, nos dispusimos a comer. Había ordenado a las cocineras algo ligero y delicioso para que se concentrarán en el postre, que por cierto era una exquisitez cuando de ello se trataba.
Comenzamos a comer con naturalidad, pero pronto, la quisquillosa de Anna comenzó a ser demasiado molesta. Notó que Víctor no comía y que solo se la pasaba bebiendo de un vino que no compartía.
—Lamento ser así, pero no lo puedo evitar —dijo al tragar con dificultad su bocado —, pero ¿acaso Alesandro no comerá?
—¡Por Dios, Anna! —exclamó Elena llena de vergüenza —, deja de ser tan imprudente —mordió entre dientes.
—No se preocupen —respondió Alesandro. Víctor había cambiado a ese nombre después de varios siglos —, es solo que no me apetece comer, provecho.
Estaba tan nerviosa que había olvidado por completo lo que ocurría a mi alrededor. Platicábamos de las cosechas del próximo año y del dramático panorama que la bolsa de valores, conversaciones de gente adinerada.
Elena y su marido parecían ser los más discretos, podía leer en sus rostros todas las preguntas que querían hacernos pero que prefirieron dejarlas en otra ocasión, mientras que Anna seguía causando vergüenzas incomodas con sus preguntas sin tacto.
—¡Que deliciosa comida, Pandora! A mi bebé y a mi nos encantó ¿no es así bebito? —dijo en tono juguetón acariciando su vientre de apenas cuatro meses —, ¿y ustedes? ¿Planean hacer crecer su familia pronto?
Una astilla penetró mi cerebro con dolor, esos temas siempre trataba de evitarlos. Víctor, quién nunca dejo que tocarme y acariciarme detuvo su tacto y sutilmente susurró a mi mente:
—Si lo deseas, podemos terminar la cena.
—No —respondí de inmediato —, quiero ver hasta donde es capaz de hacerme enojar.
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Lo Oscuro de mi Sangre
VampirA pesar de todos sus intentos por quitarse la vida, Gabrielle, a punto de entregar su espíritu frente al rio de Lagrasse se da cuenta que alguien la observa, la sombra de un hombre a lo lejos escudriña su cuerpo y su alma. Deseosa y ardiente, conoce...