Había sentido más de una vez el filo de los cuchillos romper mi piel intentando quitarme la vida, pero nunca éste tipo de dolor aún más profundo y siniestro que el primero, la incertidumbre de no saber que le había ocurrido y si seguía con vida. Extrañamente no podía sentir su presencia, y una furia invadió mis entrañas con tal rapidez que no pude controlarla.
Stefano había caído del caballo, y en su desesperación desangro al corcel para recuperar un poco de fuerza. Estaba a punto de amanecer, un ligero color azul claro comenzó a pintar el oriente de Metz a unos cuantos kilómetros después de Verdún. Habíamos cabalgado toda la noche hasta desaparecer de todo territorio conocido, nunca había salido de Lagrasse y sus alrededores.
En medio del camino desolado y con Stefano mal herido junto al caballo muerto medite en nuestra situación.
—Tenemos que salvar a Stefano.
—Reconozco este lugar, madre mía —indicó Andréi al observar a su alrededor con la premura del amanecer —, a pocos kilómetros rio arriba se encuentra un monasterio olvidado en Amnevílle.
—¿Estás seguro? —dije tratando de incorporar a Stefano para que subiera a nuestro caballo.
—Lo estoy, madre. El sacerdote nos traía ahí a varios de sus hijos favoritos.
—Ven, sube con Stefano rio arriba, el caballo no soportara tres cargas sobre él.
—Si lo hará —tosió Stefano con dificultad manchando al caballo de sangre —, Víctor preparo a tú caballo dándole de su sangre para que pudiera aguantar todo el viaje hasta Lichtenstein —Ven sube, mi piel comienza a sentir el amanecer.
Cabalgamos rio arriba con dificultad tratando que Stefano no fuera a caer del caballo. A lo lejos, a orillas del rio vimos arboles cubriendo lo que era un campanario oxidado y una cruz de madera podrida en lo alto. No me explico cómo Andréi y yo pudimos con el cuerpo de Stefano, pero lo metimos dentro del monasterio en un agujero vacío con tapa de piedra.
Lo vi casi moribundo dentro del pozo, sus ojos verdes estaban destellantes y sus colmillos comenzaban a ocultarse tras su lengua. Su pecho se contaría con la herida sin parar de sangrar, todo su cuerpo luchaba para no perder el conocimiento y su hermoso semblante, casi desfallecido se negaba a dejar de verme, sus profundos ojos verdes se clavaron en los míos con la mínima intención de perderlos de vista.
Lo único en lo que podía pensar era que no quería que muriera, ya lo quería y el hecho de pensar en perderlo me llenaba de angustia e impotencia ¿Qué podía hacer yo para ayudar?
—No vayas a morir, por favor —le suplique antes de cerrar el pozo, realmente no quería que muriera —, no mueras Stefano...
Sonrió con dificultad y con un ademan ordeno que lo encerrara, la luz del sol comenzaba a entrar por el vitral roto y sucio de la ventana.
La frialdad del lugar me hizo extrañar los besos de mi señor. El polvo en el viento provocaba que la luz colorimétrica de los vitrales rotos entrase con dificultad dentro de la capilla. Estaba desolado y sucio, las enramadas silvestres abrazaban el adobe llenándolo de moho con un rico aroma a tierra húmeda. No quedaba nada más que unas bancas viejas y rotas, una cruz de madera y una oxidada campana.
Salí del lugar desmoronándome justo en la entrada. Mi llanto era insaciable, no podía controlarlo, por más intentos que hice por apagar mi angustia, no lo logre. Temblaba por la zozobra que me ocasionaba recordar la explosión y el fuego en la mansión. Sabía bien que ellos no podían sobrevivir a las llamas, y con semejantes quemaduras, mucho menos al sol.
Las manos de Andréi rodearon mis hombros y un dulce arrullo meció mis tristes pensamientos. El trino de las aves silvestres saturo el paisaje de manzanos y melocotones que resplandecían con los primeros rayos de sol sobre sus hojas. El sonido del agua de rio se entrelazo con el correr de nuestras venas, llevándonos a un trance de relajación casi de ensueño.
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Lo Oscuro de mi Sangre
VampireA pesar de todos sus intentos por quitarse la vida, Gabrielle, a punto de entregar su espíritu frente al rio de Lagrasse se da cuenta que alguien la observa, la sombra de un hombre a lo lejos escudriña su cuerpo y su alma. Deseosa y ardiente, conoce...