CAPITULO 5

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Silencio, ese perturbador zumbido de vacío llenó la mansión. Las hojas de libros antiguos entre mis dedos se agitaban cómo las olas al chocar en el peñasco bajo el faro cubierto de moho, llenándolo de espuma de mar. Las velas dentro de mi habitación como estrellas rodeando el universo en una sábana infinita que me acompañaban en mi eterna búsqueda. Mareada, cerré todos los libros abriendo el enorme ventanal para que entrara la brisa nocturna apagando todas las velas. Añoraba verle, sentirlo, mi corazón extrañaba ese tirón.

Baje al salón de visitas atiburrada de libros y rose con las yemas aquellos que formaban parte de la colección de mi padre, el mayor amante de los libros religiosos y espiritistas.

Un ejemplar mal acomodado llamo mi atención, "Santa biblia" decía la portada, y antes de reacomodarlo en su lugar lo abrí justo en unos dobleces que sobresalían entre sus hojas, cuando de pronto Eva entro al salón un poco preocupada. Su familia no podría venir a cenar pero su hermano mayor, con quien me iba a escapar a noruega había venido a disculparse personalmente. Peine un poco mi cabello ordenando que entrara.

Una larga y empolvada gabardina se detuvo junto a la puerta seguida de un cabello castaño y ondulado peinado hacia atrás. Cómo olvidar sus ojos con ese defecto tan bello, heterocromía. Observar su rostro era como ver a dos personas distintas; un rubio ojo azul y a un trigueño ojo verde. No lo recordaba tan alto, pero hacía años que no lo veía y podía jurar que no era tan atractivo como ahora. Sus labios delgados se torcieron para sonreírme.

Beso mi mano ignorando por completo las puntadas que raspaban sus dedos. Nos sentamos frente a una pequeña mesita mientras Eva nos servía té para después dejarnos solos.

—No has cambiado en nada Abel —dije después de sorber la taza.

—No puedo decir lo mismo de usted —respondió guiñando su ojo azul.

—¿A qué te refieres? —pregunté —. Y por favor no me hables de usted.

—Me refiero a que estás hermosa —dijo después de verme escrupulosamente.

—Bueno, me retracto, si has cambiado —sonreí —no te recuerdo tan extrovertido y directo.

—No lo soy, es solo que tus ojos grises me traen tantas memorias —observo de reojo los libros y las paredes —¿Recuerdas cuando rompimos por accidente los espejos de plata de la habitación de huéspedes?

—¿Accidente? Si mal no recuerdo, jugábamos a atrapar espíritus corriendo con ellos por toda la mansión, hasta que mi padre nos sorprendió tratando de esconder los que habías roto —respondí con la ceja arqueada.

—habíamos roto dirás.

Reímos un rato y nos lamentamos por unos momentos el habernos distanciado tanto tiempo. En ese momento de silencio, nuestra respiración hizo presa la luz de las velas que titilaban ansiosas al ritmo de nuestros corazones, nuestras miradas se conectaron como si pudiera ver todo mi pasado y el futuro que me aguardaba. Con ternura suspiro y se levantó para irse lo más rápido posible, como si algo en mi lo presionara y temiera no poder gobernarse. Pude sentir de nuevo ese tirón de mi corazón.

—No te vayas —dije antes de que él pudiera disculparse.

—No puedo Gabrielle.

—¿Por qué no? —me acerque a él como un lince entre las ramas, silenciosa y atrevida —. Disculpa que te lo pregunte, pero ¿tienes alguien que te espera esta noche? —pregunte quedando por completo frente a él sujetando una de sus manos, esperando un abrazo.

—No, a nadie —contestó con voz agitada y trémula, definitivamente reprimía su deseo de besarme y hacerme suya en el sofá —. Pero éste deseo carnal que siento por ti no puedo permitírselo a mi espíritu.

Lo Oscuro de mi SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora