Frío.

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Estaba recostada en mi cama debajo de las cobijas que se suponía me brindarían el calor que necesitaba para esa noche tan helada.

Me sentía terriblemente débil, y simplemente me recosté porque no quería saber ni hacer nada más, o al menos no en ese momento.

Casi rindiéndome ante el sueño, escuché como si fuera un ruido muy lejano la puerta de la casa abriéndose rápidamente y cerrándose pocos segundos después; seguramente ellos habían vuelto de sus fiestas semanales y ahora irían directo a su habitación a dormir.

Me deprimía estar ya acostumbrada a esto.

Conforme la temperatura baja siento mi cuerpo debilitándose, y conforme pasa el tiempo siento a la esperanza alejándose de mí.

Ya ni siquiera puedo pensar, así que las lágrimas salen ahora sin que parezca haber un motivo específico.

Ya era de madrugada, y mi cuerpo simplemente no soportaba más el cansancio, así que, aún sin lograr entrar en calor por completo y con un dolor de cabeza terrible me quedé dormida en cuestión de segundos cuando dejé de estar alerta ante el ruido del exterior.

Aún estando dentro de un sueño, podía sentir claramente cómo mi cuerpo temblaba ante la temperatura tan baja.

Sin ninguna razón aparente comencé a llamarte, pronunciando casi en un susurro tu hermoso nombre repetidas veces, casi como si esperara que me escucharas y milagrosamente aparecieras a mi lado para abrazarme.

Hacía ya muchísimo tiempo que no hablábamos, y me sentía fatal al pensar que tal vez ya te habías cansado de mí y simplemente te habías marchado sin despedirte.

Así, el frío que sentía en gran parte de mi cuerpo se había convertido en la falta de calor que en mi corazón había, falta del calor que solamente tú puedes brindarme; necesitaba urgentemente tus hermosas palabras que se transforman en cálidas y sublimes caricias para mi alma.

Tengo tanto miedo de perderte, que ni las noches más frías de invierno me hacen temblar tanto como este temor tan constante.

Es ahora cuando el terrible y doloroso sentimiento de soledad comienza a reinar en mi mente y mi corazón.

Tengo tanto frío que comienzo a temer por mi vida.

Estoy tan sola que me preocupa que mi final sea en un momento como este.

Tengo tantas ganas de llorar, y tantas ganas de contarle a alguien todo lo que me atormenta, pero no hay nadie a quien recurrir, y aún si lo hubiera me encuentro ya tan débil que no sería capaz de algo como eso.

Me haces falta, y te necesito, pero no tengo la fuerza ni la voluntad para decirlo; mi orgullo tan estúpido jamás me permitiría admitir frente a ti algo como eso.

Estoy muriendo en medio de la fría oscuridad, pero no hago ningún esfuerzo por encontrar la calidez que tanto busco.

Estoy aferrada a ti sin tener las agallas para decírtelo.

Maldigo una y otra vez el día que decidí crear esta barrera para que nadie se acerque, y me arrepiento profundamente por desperdiciar cada oportunidad que tuve para derribarla al menos para ti.

Ahora, que ya ni siquiera siento mis extremidades y sé que no puedo moverme, deseo regresar el tiempo y avivar el mismo fuego que yo misma extinguí.

Ahora, cuando me queda claro que eres completamente inalcanzable para mí, anhelo con toda mi alma acercarme a ti y decirte toda la verdad; quiero enfrentar el miedo que me llevó a este punto sin retorno.

¿No podemos fingir de nuevo que todo está bien?

¿No podemos pasar el invierno juntos otra vez?

Siempre necesité de tu calor, y siempre odié saber que tú estarías bien sin el mío.

Porque no era nada justo.

Y ahora no me importa que estés harto de mi calor, o que mi cuerpo sea muy helado para ti.

Realmente no me importa nada de lo que digas, ni cuántas veces intentes alejarme otra vez de ti

Porque tengo frío, y necesito que me abraces.


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