Mi escritora favorita.

30 3 10
                                    

Miles de palabras son plasmadas en tu linda, ordenada y colorida libreta.

Cientos de miles de letras son combinadas por ti para crear palabras por sí mismas insignificantes, pero que, gracias a tu innegable elocuencia, cobran sentido.

Le das vida a las letras.

Le das significado a las palabras.

Tus manos, estando más que acostumbradas a la escritura, sostenían con firmeza la pluma y el papel, haciendo que se acariciaran con delicia una y otra vez.

Habías creado una historia más.

Mucho más que satisfecha y asombrada, leía con fervor línea tras línea, sin poder evitar emocionarme mucho a ratos.

Era una obra de arte.

Era una escena tan linda, tan dulce y tan sublime lo que me habías mostrado...

¿Estabas feliz?

Sin contenerte dejaste caer la lluvia de ideas que en tu mente había nacido.

Lo dijiste todo; me lo mostraste todo sin dudarlo, sin vergüenza y con naturalidad.

Yo sonreí con ternura, y con toda sinceridad halagué tu hermoso trabajo y aplaudí tu esfuerzo; me enamoré perdidamente de tu escrito.

Y te avergonzaste, te disculpaste y callaste una vez más.

¿Te habías desanimado?

Mientras agachabas la mirada, con cariño y sumo cuidado guardé la delgada hoja de papel junto a las que me habías dado anteriormente.

¿Creías que se quedarían en el olvido habiéndolas leído una vez?

Mientras tú estrujabas con frustración hoja tras hoja ante tu inconformidad con tu nueva creación, yo deshacía las arrugas del papel, y las guardaba en mi cofre del tesoro tras leerlas nuevamente.

Esta eras tú.

Esto era tu escencia, y lo más parecido a besarte en los labios que yo podría tener.

No... Era más que eso.

Mi mirada acariciaba con sutileza tus finos trazos, notando tu desespero en cada arruga que complicaba la lectura de tus palabras.

Mis manos intentaban eliminar con cuidado los pliegues de las hojas; no quería perder detalle de tu relato, entonces debía leerlos con claridad.

Las hojas dejaron de caer al suelo entonces, y mientras cubrías tu rostro con tus manos y no mirabas, yo las ordenaba, las apilaba y las guardaba.

Tus ojos, luego de horas y horas de tanto trabajo sin receso, comenzaban a entrecerrarse.

Ahora estás cansada; el papel y la tinta se extrañaban ya; necesitaban tener contacto de nuevo. Tu libreta había quedado abandonada en la mesa, y mis ojos se quedaron nuevamente ansiando leer algo más de ti.

Pero aún cediendo ante el sueño, llegaste a tu escritorio una vez más.

Encendiste una vela, elegiste otro tipo de papel y, teniéndome de compañía en tu habitación, escribiste algo nuevo.

Tus remarcadas letras por poco atravesaban el papel, y de vez en vez pasabas con frustración tus manos por tu lindo y brillante cabello.

Era el desespero, la tristeza, el rencor y el remordimiento lo que reinaba en cada una de las escenas.

Te estabas desahogando.

Y aunque no me lo dijeras, estaba convencida de que ese personaje, que tanto estaba sufriendo en aquella situación tan terrible, eras tú.

Era así como te sentías, ¿O no?

Entonces dime más. Deja tus pensamientos fluir, plasma todo en el papel que sujetas con desgano y déjame leerlo.

Era esa la forma en la que me decías que algo no andaba bien; era esa la puerta hacia tu corazón que abrías para mí.

Y yo la amaba.

Porque no estabas vendiendo tus palabras. No estabas buscando fama con tus relatos. No querías impresionarme.
Tú no querías demostrarle nada a nadie.

Estabas desnudando tu alma.

Me estabas entregando algo de ti, y aún si lo detestabas, lo arrugabas y lo rompías, yo siempre tomaría todos los trozos para unirlos y admirarlos juntos de nuevo.

Porque era hermoso; era arte.

No lo adornes; no lo necesitas.

No lo censures; es bello en su totalidad.

No te reprimas.

No me arrebates las hojas; déjame leerlas de nuevo.

No me cierres la puerta; quiero quedarme contigo.

No apagues la vela; quiero ver tu rostro.

Ahora tus palabras comenzaban a escasear, y la llama que iluminaba solo una parte de la habitación comenzaba a hacerse pequeña.

Suelta la pluma.

Deja el tintero.

Que sea ahora tu silencio la única prueba de tu sufrimiento.

Y déjame acercarme a ti ahora que la luz ha desaparecido.
Déjame ser tu abrigo ahora que comienza a hacer frío.

Tus manos están muy cansadas; entonces yo me encargaré de limpiar tus lágrimas.

Tus ojos no soportan más el cansancio; entonces yo cuidaré de ti durante la noche.

Déjame admirarte, aunque sea solo bajo la luz de la luna.

No te avergüences por la tinta en tu piel.

Eres hermosa; eres arte.

No cubras tu cuerpo; déjame acariciarlo.

No ocultes tus cicatrices; déjame besarlas.

No me des la espalda; quiero admirar todo tu cuerpo.

Déjame quedarme en la oscuridad contigo.

Ya no enciendas más velas. No limpies tus lágrimas para ocultar tu llanto.

Quédate en mis brazos tan solo esta noche y déjame ser tu consuelo.

No escribas más. No gastes más tinta.

Que sea tu voz la pluma con la que escribes, y que se convierta el papel en mis oídos.

No guardes silencio; yo quiero escucharte.

No tengas miedo a la noche; yo me quedaré contigo hasta el amanecer.

Déjame convertirme en tu preciada libreta, y llena sin miedo cada una de mis páginas.

Muéstrame tu mejor obra.



°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°

Gracias por leer (. ❛ ᴗ ❛.)

Ahora me largo.

*C esconde alv*

–Pavito Junior 🐾

(Tomen awa)

Ideas Espontáneas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora