23 - 💋ANDREW OLSSON💋

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Me detuve en seco en el pasillo lujoso del edificio donde nos encontraríamos con Mon-Luán. Los otros tres que iban detrás también se detuvieron y me miraron con una cara de confusión. No confiaba mucho en Mon-Luán, pero nunca lo había dicho. Sabía que Sofía y ella eran muy amigas y que si decía algo tal vez se enfadaría. Sin embargo, tenía una mala sensación con que Mon-Luán se encargue de las ventas completamente sin supervisión.

—¿Y si nos roba? —dije—. Digo..., tiene todas las de ganar. Las joyas están en su poder, tiene guardias en todos lados, conoce el mundillo ilegal más que nosotros.

—Andrew —dijo Sofía—, la conozco muy bien. Más de lo que quisiera conocerla. Nunca rompería una promesa y menos un trato. Dejé todo en sus manos por un motivo.

—Aún así no confío en ella.

—No te estoy pidiendo que confíes en ella —dijo Sofía, adelantándose al grupo y siguiendo el camino—. Confiá en mí. Siempre tengo un plan de reserva. Ahora vení, tenemos que llegar antes de que acabe la subasta.

Llegamos hasta una sala enorme con mucha gente dentro. Los guardias nos dejaron pasar, pues conocían a Sofía y sabían qué veníamos a hacer. Me impresionó eso de ella, se hacía notar. Todo el mundo la respetaba, o al menos eso creía.

A mi alrededor, las personas ocultaban sus rostros con medias máscaras e iban vestidas con las ropas más extravagantes y caras. ¿Millonarios de todo el domo central? En realidad no éramos tantos. Había una treintena y media más o menos. Las ventas de joyas en subastas ilegales parecían muy buena idea. De eso no iba a quejarme.

El sitio era oscuro, tal vez para evitar que ciertas personas reconocieran a otras. Mon-Luán conocía muy bien las exigencias de su público. Alfombras rojas, edificio privado, paredes gruesas, iluminación mínima. Todo daba una impresión sombría y lúgubre.

Mon-Luán estaba en un escenario, o más bien un estrado. A su lado, un vendedor hacía las últimas ofertas de la noche. Un collar de plata con diamantes incrustados y un sello real. Ambas venían juntas y eran una antigüedad, traídas de la Tierra seguramente. Valían cientos de miles de pins por si solas. Muchos de los presentes desconocían que las joyas eran robadas, pero lo suponían.

Nos sentamos en unas bancas metálicas al fondo del salón, esperando. En cuestión de minutos, las ofertas fueron aumentando progresivamente. Una pareja de mujeres compró ambas adquisiciones a un alto precio: 132.000 pins en efectivo. Pagar con efectivo una transacción ilegal era mucho más seguro que exponer el gasto en tu perfil de cuentas de MartPins.

Los invitados comenzaron a salir disimuladamente del lugar. La mayoría llevaba al menos una de las joyas; un anillo, una cadena, un colgante. Sonreían mientras hablaban de lo bonito que se veían o charlaban sobre cuán poco había costado. Y mientras ellos salían, Mon-Luán se acercó a nosotros con una sonrisa victoriosa dibujada en su rostro moreno. Aquellas trenzas parecidas a serpientes se tambaleaban de un lado a otro.

Sofía se levantó primera, luego le siguió Martín.

Me sorprendía lo mucho que había hablado Martín casi todo el día. Parecía estar emocionado, esperando que ocurriera algo grandioso. Él y Sofía eran los más seguros de que todo iría bien. Sin embargo, Julieta..., ella actuaba extraño. Siempre fue callada, pero últimamente tenía el ceño fruncido y la mirada perdida. ¿Enojada, quizás?

Nunca me animé a hablarle a solas. Nunca tuve la oportunidad de tener una conversación real con ella. Es más, a pesar de vivir con ella en la misma casa por varios meses, sentía que no la conocía. Aún así sentía un mínimo de afecto por ella y Martín.

—¿Y bien? —preguntó Sofía. Estaba ansiosa: se le notaba en los gestos. Cruzaba los brazos y los descruzaba cada cierto tiempo.

—¿No vas a saludarme primero, Sofía? —Me molestaba aquel acento del quinto domo que tenía Mon-Luán. Pero era mejor no decirlo—. Últimamente estamos perdiendo las costumbres.

Efecto Violeta (Ciencia Ficción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora