Me desperté adolorida esa tarde. Había dormido unas doce horas sencillamente. La habitación estaba vacía y me sentía vacía. ¿Era hambre? Confirmé aquella duda tras oír el rugido tembloroso de mi estómago. La noche anterior no cené, me la pasé hablando con un cliente sobre la venta de hoy. Íbamos a vender los últimos dos kilos de Violeta. ¿Quién compraba tantos? La gente rica y adicta eran mis clientes favoritos. Aún recordaba el sabor de aquel polvo...
Sentí mareo y un dolor terrible de abdomen. ¿Por qué dolía tanto? Me levanté enojada. Siempre me levanto enojada. Me puse rápidamente una blusa blanca y corrí hasta la cocina. No había nadie en la sala. ¿Dónde se habían ido? Claro, Sofía y Andrew no habían vuelto del trabajo desde el día anterior. Martín... busqué al gigantón con la mirada hacia el balcón. Él estaba ahí, dormido en un sillón de hierro. Me sorprendía la capacidad que tenía él de dormir en cualquier parte.
Me puse feliz. Si Martín estaba durmiendo es porque cocinó algo. Revisé el comedor. No había nada sobre la mesa, solo un mantel soso y arrugado. El departamento estaba desordenado. Nadie limpiaba a menos que sea un día festivo. Y vaya que limpiaban. Sofía, con sus dotes de mando, obligaba a todos a sacudir hasta la última miga de pan en el suelo. Esa mujer aprovechaba cada día festivo para limpiar.
Mi estómago volvió a rugir, esta vez con insistencia.
Busqué algo para comer en la nevera. Vacía. Busqué en el estante de la cocina. Estaba vacía, solo con cosas raras, frascos de condimentos y chispitas. ¡Dulces! ¿Por qué Martín tenía que guardar tantos dulces? Estaba frustrada de nuevo. Encima que despertaba mareada, encima que no había nada. Qué día más horrendo.
«No sé cocinar, esto es horrible —me dije a mí misma—. Tengo que pedir delivery».
Martín pareció haberse despertado. Estaba vestido con un simple pantaloncillo de playa floreado y no llevaba puesta ninguna camiseta. ¿Se había despertado por culpa mía? De nuevo sentí el peso de la culpa. No debí hacer tanto escándalo en la cocina.
—¿Qué es todo ese ruido? —preguntó Martín, bostezando. No le molestaba para nada ser despertado si era por una urgencia. Era un hombre muy servicial. En sus ojos se veía que había consumido algo. Estaban rojos y dilatados. ¿Un porro? Debía ser eso lo que olía.
—Eh... Yo..., tengo mucha hambre —lloré—. Me duele el estómago. Nunca he tenido tanta hambre, me comería un puto caballo ahora mismo.
Martín se acercó a mí y comenzó a sacar cosas de la nevera. Frascos, jarras, tappers. Cada envase tenía algo distinto.
—¿Qué haces? —pregunté.
—Siéntate, voy a cocinarte algo. Trata de no pensar en comida.
Esparció utensilios y luego, debajo de la mesa de centro, sacó un bol metálico de mucha profundidad. A continuación, comenzó a mezclar ingredientes. Primero agregó harina, polvo de hornear y un par de polvos más que no supe identificar. Yo no era experta en ningún tipo de cocina, pero supe inmediatamente que él estaba preparando algún tipo de pastel. No recordaba la última vez que comí algo así.
Me senté frente a la mesa donde Martín estaba trabajando. No se puso delantal ni gorrita como solía hacer cuando hacía la cena. Estaba con el torso desnudo y no le importaba ensuciarse. Echó leche a la mezcla, luego un extracto de vainilla. Yo amaba el aroma. Rompió un par de huevos en un bol individual y los batió con azúcar.
—Casa. Enciende el horno —habló Martín. El horno se encendió—. Precaliéntalo a doscientos treinta grados.
—Podría haber pedido delivery —dije.
—Tardarían un montón —replicó él.
En el fondo prefería ver a Martín cocinando. Era un espectáculo único, y más aún si estaba sin camiseta. Quizá no era el hombre más agraciado y lindo que conocí, pero tenía esas líneas rectas y cuadradas que me decían: este hombre fue deportista alguna vez. Lo que más me gustaba de la vista era esa vena azul verdosa que palpitaba a un lado de su cadera, justo bajo al abdomen.
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Efecto Violeta (Ciencia Ficción)
Ciencia Ficción«Él se enamora de ella perdidamente. Lo que no sabe es que Sofía tiene un secreto. Un plan que hará que la vida de Andrew parezca una película de gánsteres». Andrew Olsson, un joven apasionado por el cine clásico, lleva una vida monótona como mozo e...