—¿Dónde crees que se metieron Andrew y Sofía? —me preguntó Julieta.
Mesitas coloridas, cuadros surrealistas decorativos, una barra llena de neón donde se atendía a los clientes. Estábamos sentados en una mesa para dos, en el pequeño comedor Dulce Bienvenida. El sitio tenía un ventanal enorme que daba a la calle, donde todavía había una multitud de personas. Un edificio en frente era uno de esos locales de venta de androides. Había varios escaparates con los androides haciendo movimientos programados tras el opaco vidrio color fucsia.
Tenía la boca llena. Me tomaba su tiempo para responder, pues primero debía saborear el helado de varios gustos frutales. En el Octavo Domo se había creado una nueva fruta, si es que se le podía llamar así a un tubo con líquidos combinados. Nunca la había probado hasta ahora. Trolimolla. "Descubrir un nuevo sabor". Debería tachar eso de mi lista.
—Apresúrate —insistió Julie. Su mirada era siempre la de inquietud, levantando una ceja tímidamente. No pude evitar notar también que jugueteaba con algo entre los dedos. Si no era un cubierto, podía ser cualquier cosa.
Levanté una mano como diciendo "espera".
Era un hombre que disfrutaba bastante del acto de comer, y por ello tenía gustos bastante delicados. Deglutí el helado con tanto placer que mis ojos chispeaban y por la comisura de mis labios resbalaban mis delatores.
A Julieta le gustaba mucho eso de mí. ¿Cómo lo sé? Me lo había dicho muchas veces. Era una buena compañía cuando estaban comiendo. Ella hablaba y yo la escuchaba, la apoyaba o le discutía, pero siempre estaba ahí.
Siempre que íbamos a uno de esos lugares, yo pedía un menú que tardaba mucho en decidir y luego, sin excepciones, un helado con dulce de leche en la copa. Julieta solo un café con leche o alguna malteada. Cuando yo terminaba mi último postre, hacía lo mismo. Los platos vacíos (hacía un esfuerzo enorme para no lamerlos), la copa la dejaba vacía y me lamía los dedos para luego limpiarme con una servilleta de papel esponjado.
—Te preocupas demasiado a veces —le dije aun con la boca medio llena.
—Es que se supone que era un día de amigos, ¿no? —dijo ella. Su voz delicada era como una morfina inyectada directamente en mi pecho.
—Yo todavía estoy contigo. No creo que vaya a ninguna parte si me sigues comprando helados. —Miré para un lado. Un cartel móvil pasaba una y otra vez el menú del local, mostrando esas delicias tentadoras—. Ellos se lo pierden.
—¿Qué estarán haciendo? —Julieta se recostó completamente contra el espaldero de la silla, soltando un bufido al aire y mirando al cielo.
—Tienen mucho dinero —contesté al fin—, son jóvenes y promiscuos. ¿Qué más podrían estar haciendo? Es su día libre, Julieta, dejemos que se diviertan.
—¿Y nosotros? —preguntó Julieta, bajando otra vez la mirada hacia mí. Sus ojos oscuros penetraron mi alma.
La pregunta, sin embargo, sonó más como un reclamo. Su mirada mostraba su disgusto. Estuvo casi una hora mirándome comer. ¿Cómo no aburrirse? Podría haber aprovechado el tiempo y vender Violeta. Tenían unos gramos aún, pero Sofía nos había dicho que hoy también era el día libre de ambos y que no nos preocupáramos por la venta.
Julieta siempre andaba preocupada.
—No me mires así, linda —le dije, poniendo los codos sobre la mesa. Luego puse mi cabeza sobre mis manos—. Nosotros ya nos divertimos ayer, ¿no te parece?
—Pero creí que hoy vinimos a este lugar, justo a un parque temático, para poder divertirnos. ¿No te parece?
Sonó el timbre del teléfono camaleón. Me llegó un mensaje. El teléfono era un modelo nuevo de una de las más grandes compañías de Marte, Brascall. Era una lámina de goma del tamaño de una mano (aunque mi mano era enorme y hacía que cualquier teléfono parezca pequeño), conectada a su portador por un comando de voz. Era el modelo Camaleón, ya que podías doblarlo en tu muñeca y usarlo como brazalete, camuflándose con tu piel.
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Efecto Violeta (Ciencia Ficción)
Ciencia Ficción«Él se enamora de ella perdidamente. Lo que no sabe es que Sofía tiene un secreto. Un plan que hará que la vida de Andrew parezca una película de gánsteres». Andrew Olsson, un joven apasionado por el cine clásico, lleva una vida monótona como mozo e...