21 - 💋ANDREW OLSSON💋

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Limpiaba la barra del Marthouse por sexta vez en la noche. Últimamente las horas parecían pasar tan lentas que me agobiaba pensando en los negocios. Media hora antes me había metido una línea de Violeta, por lo que al menos no me dormiría o algo así por culpa del aburrimiento. Ya ha pasado una semana desde que Mon-Luán comenzó a vender las joyas en una especie de galería clandestina de Techniterra. Muchos ricos de todo Marte van a aquel sitio.

Las investigaciones sobre el robo de Cristal Celestial han comenzado a traer federales por todos los octantes. Han cerrado las fronteras y han suspendido los viajes a otros domos. En las noticias salen testimonios y avances; sin embargo, nada contundente. Sofía ha estado paranoica desde hace días, pero ella es increíblemente organizada. No se le escapa ningún detalle.

Sofía estaba entre las maquinitas, atendiendo a los clientes que querían cambiar sus fichas por pins o sus pins por fichas. ¿Tanto dinero pasaba frente a Sofía y no roba nada? Eso me sorprendía: al menos sabe controlarse. De vez en cuando solía revisar la cuenta de martpins de Sofía para asegurarme de que no hubiera nada sospechoso.

Lars se acercó a la barra. Era un compañero de trabajo, un mozo. Pelo negro, como la mayoría que nace en el Segundo Domo; piel oscura y sonrisa perfecta. Llevaba el delantal un poco sucio y tenía la camiseta azulada de los días sol lunae.

—Charles te llama —dijo Lars. Charles Mora es el jefe de jefes, el dueño del casino. ¿Por qué me llamará a mí?—. ¿Crees que te asciendan?

—No lo creo. —Dejé de limpiar de inmediato y arrojé el trapo usado al basurero—. Pero te encargas de mi puesto mientras no estoy, ¿de acuerdo?

Lars asintió.

Cuando crucé las mesas del comedor, me topé con Cher. Parecía preocupada. Eso era normal en ella cuando su turno estaba a punto de acabar. Decía que temía ir sola hasta la parada de bus, por lo que yo solía enviar a Lars para que la acompañe. El barrio donde se encuentra el casino es algo peligroso en altas horas de la madrugada. No por los robos, sino por los vagabundos.

—¿Qué te ocurre, Cherry? —Suelo llamarla así de cariño.

—El señor Mora me mandó llamar —contestó ella, un tanto nerviosa. Libera un suspiro—. Quiere verme en su oficina.

—¿A ti también? —pregunté—. Podría ser un ascenso.

—No lo sé, ha habido rumores.

—Sé más específica, Cher.

—Alguien ha estado tocando la caja de cuentas. —Se acercó a mí para susurrarme—. Dicen que puede que hayan robado al casino.

Mi corazón comenzó a latir más lento. Busqué con la mirada a Sofía. Ella estaba tranquila entre las maquinitas. ¿Pudo haber hecho algo? ¿Por qué llamarlo directamente a nosotros dos?

—Quédate tranquila —aseguré—. Solo son rumores.

Ambos subimos a la oficina de recursos humanos. Charles, el gordito de traje gris, estaba tras el escritorio en una salita bien iluminada. Su secretaria, Linda, salió detrás de nosotros y cerró la puerta. El hombretón se acomodó la corbata y bebió un trago de su vaso de agua. El clima estaba tenso. Cher jugaba con sus dedos.

—Tal vez ustedes no lo sepan aún —dijo Charles—, pero alguien ha estado robando a la empresa. Se deben estar preguntando el porqué de que los haya llamado, ¿no es así?

Ambos asentimos. El dueño de Marthouse se levantó de su silla y comenzó a recorrer toda la salita en absoluto silencio.

—Cher, vas a tomar el puesto de Sofía desde mañana. Puedes irte.

Cher tragó saliva. El hombre hace un gesto con las manos para que ella salga de la habitación. Ella salió.

Estaba confundido.

—Señor, Sofía...

—Quiero que la despidas hoy mismo en la salida, Andrew —ordenó Charles. En el bolsillo de su traje tenía dos puros muy caros que solo los fuma cuando es una buena noche. Esta no era una buena noche para él—. La he dejado a cargo de mi caja de cuentas y me ha robado. No puedo darle una oportunidad más a esa ladrona. Ya luego veremos tu ascenso. Tienes un buen desempeño sobre la barra.

—Señor, ¿está seguro de que Sofía les robó?

—¿Aún sigues con eso? —Mora me dirigió una mirada de desprecio. Su voz es chirriante, como una licuadora antigua—. Es hermosa, lo sé, pero estoy seguro de que hay muchas más prostitutas rubias por ahí. A esta déjenosla a la calle. Tiene suerte de que no llame a la policía.

Apreté los puños con furia. ¿Cómo se atreve a llamarla de ese modo? Solo ha sido un pequeño robo.

—No vuelva a llamarla de esa forma.

—¿Puta?, ¿prostituta? —rio Mora, acercándose a mí para intimidarme con su enorme tamaño—. No tiene estudios y su curriculum es una mierda. ¿Cómo crees que ha conseguido su puesto? Me la ha mamado estupendamente y me corrí en su bonito rostro hasta que...

Lo golpeé justo en el rostro. Fue tan rápido y repentino que ni yo me lo creí. Charles cayó de espaldas contra el escritorio y pudo levantarse de nuevo.

—¿Qué haces? ¡Está despedido tú también!

Fui a golpearlo más. Un, dos, tres, cuatro, cinco puñetazos en la cara. La nariz del hombretón ya está sangrando. Su tabique está roto, por sus mejillas se deslizan gruesas lágrimas.

Cuando finalmente el jefe pierde el conocimiento, le doy otras cuatro patadas. Esta vez es porque ya le tengo guardado cierto rencor por acosar a Cherry en ciertas ocasiones. Patada. Mi sueldo es una mierda. Patada en el estómago. Odio su voz. Patada en la entrepierna. No me deja recibir propinas. Patada, patada, patada.

—Espero que tu seguro lo cubra, imbécil —dije. Le saqué un puro del bolsillo y me lo puse en la boca para luego encenderlo.

¿Qué estoy haciendo? He perdido el trabajo, pero me siento de alguna manera mucho más libre.

Sonreí como nunca. Esos golpes han quitado un peso de encima.

Salgo de la oficina, apurado. Cerré con llave para asegurarme de que no pillen al cuerpo. fui a buscar mis cosas y las de Sofía en la sala de empleados. Sigue vivo y lo estará por mucho tiempo desgraciadamente. No soy un asesino. Bajé las escaleras y fui directo hasta la sala de maquinitas, encontrándome con Sofía.

La besé. La besé frente a todos los empleados. No me importaba que todos los vean. ¿Qué harán? Estoy con la mujer más hermosa y genial del universo. Sin trabajo, pero mejor que nunca.

—¿Qué te pasa? Nosotros...

—Estás despedida. Vámonos de aquí ahora.

Ella sonrió.

—Supongo que ya me descubriste —lamentó.

—Vámonos antes de que llamen a la policía. —La agarré de la muñeca. Toda la sala nos estaba mirando. Fue un espectáculo. Les mostré el dedo medio y ella gritó «¡Putos adictos, váyanse a la mierda!». Salimos del casino y corrimos hasta la parada de buses, luego corrimos hasta el motel más cercano.

 Salimos del casino y corrimos hasta la parada de buses, luego corrimos hasta el motel más cercano

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NOTA: el sueño húmedo de los que trabajan en atención al cliente.

Efecto Violeta (Ciencia Ficción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora