Capitulo 6

598 64 89
                                    

Saint entró a clases sobre la hora, su perro blanco corría a su lado. El profesor miró al perro, pero después de haber sido advertido por el decano, no dijo nada acerca del enorme animal uniéndose a ellos en clase.

—¿Qué mierda es eso? —Uno de los estudiantes preguntó sorprendido.

El profesor Russell removió algunos papeles antes de dirigirse a los estudiantes.

—Para aquellos de ustedes que no lo sepan, el señor Suppapong es diabético. Este perro es parte de una raza especial de animales que le alertarán cuando sus niveles de glucosa estén peligrosamente bajos. Si alguien tiene un problema con un animal en el aula o sufre de alergias, por favor dirija sus quejas al decano. Esto está fuera de mis manos.

Hubo algunos murmullos entre los estudiantes. Saint mantuvo la cabeza baja y fuera de cualquier discusión. Perth quería que llevara al perro a la escuela, por lo que lo hizo. En cuanto a Saint se refiere, el debate había terminado.

—¿Cómo se llama tu perro? —Le preguntó Nam, deslizándose para hablar con Saint—. Nunca he visto un perro así. ¿Es parte lobo?

—No estoy seguro. Fue un regalo. Su nombre es Krist.

—¿Puedo acariciarlo? —Krist dio un gruñido.

—Lo siento, Nam, es un perro de trabajo. —Krist se acomodó junto a la silla de Saint y apoyó la cabeza sobre sus patas.

La clase pasó volando y Saint casi se olvidó de que el animal estaba allí hasta que se puso de pie para salir de la clase y tuvo que evitar pisarlo.

—Lo siento, amigo. —Rascó detrás de las orejas de Krist a modo de disculpa—. Debemos tomar un aperitivo antes de nuestra próxima clase.

Krist se quedó al lado de Saint a lo largo del día. El perro nunca se inquietó y algunas veces parecía como si estuviese escuchando las clases. Al terminar la última clase del día, el par atravesó la oscuridad del campus hacia los dormitorios. Una de las ventajas del vínculo con Perth era que Saint podía ver en la oscuridad mejor que nunca.

—Regresemos al dormitorio y veamos qué pasa con Ángel, —dijo al perro. Krist ladró su acuerdo.

Cuanto más se acercaban a la residencia, más se apretaba el nudo en el estómago de Saint. Algo no iba bien. Podía sentirlo. Apretó más fuerte la correa de Krist. Los pasos de Saint se congelaron en la puerta de su habitación, no quería entrar. Tragando el repentino nudo en su garganta, Saint giró el picaporte y abrió la puerta. El olor tras la puerta lo hizo retroceder.

Krist bloqueada su camino, un gruñido sordo rodó de su garganta.

—¿Qué pasa, Saint? —Prem, un compañero de estudios, salió al pasillo y levantó la mano en señal de saludo—. Es genial cómo lograste que los administradores te dejaran tener un perro.

—Prem, llama a la policía del campus.

Los ojos de Prem en su delgada cara se agrandaron.

—¿Qué pasa, tío?

—No lo sé, pero mi perro no me deja entrar y huele mal.

Prem asomó su cabeza dentro.

—Mierda. —Él sacó su teléfono móvil y llamó a la policía.

Saint podría golpearse a sí mismo. No estaba acostumbrado a tener un teléfono por lo que no se le ocurrió llamar.

—Gracias, hombre. Acabo de recibir un teléfono y se me olvidó que podía llamarlos.

Prem le dio unas palmaditas en la espalda.

—Sólo estás asustado, hombre.

Minutos más tarde, un par de policías del campus venía por el pasillo.

Sonne und BlutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora