🎍Capítulo Final: Peonías🎍

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🌦🌦🌦

Era treinta y uno de diciembre, mi cumpleaños, mañana era mi último día, si no quedaría maldito, y no sabía exactamente que castigo me impondría la divinidad, sin embargo, este día se sentía triste; en mi hogar mi familia se preparaba para llevarme flores a mi lapida, se estaban poniendo sus ropas negras, y el rostro de mi madre era una cara larga sin consuelo, ella miro mi fotografía de pequeño que tenía en la sala y trago su llanto.

Cuando llegaron Agnés ya estaba ahí con un ramo de gardenias, los abuelos de Félix junto con Bas bajaban de un automóvil con un ramo de geranios; Bastián se veía un poco más tranquilo, pero la sanación estaba en proceso.

   —Buen día señora —saludaron mis padres a la abuela

   —Buen día a todos, hoy es un día hermoso, ¿no creen?, a pesar de ser diciembre el sol esta deslumbrante —menciono la señora, a mi madre se le vio más amargo el semblante

   —Estoy de acuerdo señora, los chicos deben estar aquí —dijo Agnés tomando el hombro de ella, Bas le dedico una pequeña sonrisa y ella se la regreso

   —Felices dieciocho cariño —mencionó mi madre con la voz entrecortada, poniendo con delicadeza las peonías que sin falta me regalaba en mi cumpleaños, mi padre le tomo el hombro consolándola, Amy estaba llorando en silencio, mi pequeña hermana, lo lamento, no podré verte crecer.

    —Espero que sepas que significan las gardenias, iba a traerte unos tulipanes, nunca pude declarar mi amor Jun, pero espero que cada beso que te di valieran la pena, fuiste mi primer amor, para serte sincera, pero al final me decidí por gardenias, porque siempre sonreías, aunque estuvieras mal, siempre tenías esa hermosa sonrisa en tu rostro, y eso nos alegra el día a todas las personas que están hoy contigo, así que hoy te doy estas flores porque son alegría —habló en alto Agnés, sus palabras me habían hecho sonreír, al menos pude escuchar su declaración. Bas puso el ramo de flores sin decir alguna palabra, solo toco mi lápida y fue a dejarle otro pequeño ramo igual de geranios a la lápida de Félix, cierto, él no había venido, esta era su primera vez.

Más tarde después de haber convivido un rato con los abuelos de Félix, mis padres regresaron a casa, Amy ya estaba dormida así que mi padre la llevo a la cama, y la cobijo, bajo con cuidado y se sentó a un lado de mi mamá

   —¿Estás bien cariño? —pregunto con calma, sobándole la espalda, mi madre negó con la cabeza y comenzó a llorar

   —¿Crees que Jun este descansando? ¿y si él no se ha ido por mi culpa? —cuestiono sorbiendo con la nariz

   —Oh Marie, pero cariño, tu no tuviste la culpa del accidente, él tenía que ir de todas formas, esto no consuela, ni siquiera a mí, pero lo que paso no fue culpa de nadie, las vías estaban mal, fue un accidente, esto tenía que suceder, ya déjalo ir Marie —busco mi papá consolar a mi madre de alguna manera; era la primera vez que ella lloraba frente de alguien, yo me acerque un poco a ellos y me agache, poniendo mi frente sobre el suelo —, perdóname mamá, no mereces sentir esto —dije llorando.

   —No pude despedirme, ni siquiera pude mirarle su rostro por última vez, ni decirle que lo amaba —lloró más fuerte, mi padre la abrazo, conteniendo sus lágrimas, acaricio su cabello

   —Él sabía perfectamente que lo amabas, se lo demostrabas cada día, fue inesperado el accidente, ojalá todos podamos saber cuándo morirán las personas que tanto amamos, para poder despedirnos como se debe, pero a veces eso es imposible o casi siempre lo es, Jun jamás pensaría que fue tu culpa que ya no esté con nosotros, la muerte es inminente, a algunos les llega muy rápido y a otros muy tardío, pero al final nos llega, deja de culparte y de sentirte así, perdónate, déjalo ir, para que tu cuerpo y su alma puedan descansar —continuó mi padre, mi madre lloró con todo su pulmón

   —¡Por favor descansa y vete tranquilo! ¡Tú querida madre estará bien mi pequeño! —gritó en el regazo de mi papá, este comenzó a llorar un poco, pero no dejo de abrazarla en ningún instante. Me acerque al rostro de mi mamá y le di un dulce beso en su sien, le acaricie su cabeza —. Vendré a verte, es hora de partir, lamento haber dado tanto peso a tu corazón, gracias —mencioné en voz baja; comencé a alejarme de esa escena, mis padres seguían llorando, pero ahora más que nunca se veían más unidos, más llenos de amor y comprensión, aunque mi pecho dolía por dejarlos, tenía que hacerlo, yo ya no pertenecía aquí, ¿a dónde pertenecía ahora?, sentí un miedo tremendo en mis entrañas, pero seguí caminando por calles, todo estaba silencioso, la noche estaba en su punto más oscura, me deje caer y me hice ovillo, de repente sentía mucha soledad, ¿y si la divinidad ya me había castigado?, después de todo era un castigo que no podía negar, yo lo había buscado; mi cuerpo estaba helado, pequeños copos comenzaban a juntarse en mis pestañas, y yo no podía dejar de temblar, estaba solo, había estado tan lleno de amor en vida y ahora en muerte estaba abandonado; sentí una mano tocar mi hombro, el temblor dejo de presentarse, y mi corazón pronto se sintió cálido, cuando miré, mis ojos se llenaron de lágrimas, de pronto una paz recorría todo mi cuerpo, me lancé a los brazos de Félix, el cual sonrió y recibió mi abrazo con gusto igual

   —Lo lamento amigo, llegué tarde, pero él no me dejaba venir por ti —mencionó, me sentía como un niño llorando

   —Te estuve buscando por todos lados, no sabes lo difícil que fue para mí, estaba perdido —dije limpiándome las lágrimas, Félix me sonrió con delicadeza, me abrazo por los hombros y comenzó a caminar

   —Es hora de irnos, vamos con mi mamá, está ansiosa por conocerte —. Asentí y lo seguí, el frío se había ido, la oscuridad ya no estaba, en su lugar las calles estaban llenas de luz, de flores preciosas y árboles, se sentía una paz inexplicable, yo miré por última vez atrás, la imagen de mi familia envuelta en carcajadas me llego a la mente, y una sonrisa se dibujó en mi rostro.

Peonías en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora