Sentía tanta paz. Su cuerpo parecía flotar en agua, en algodón suave y recién cosechado. Apenas podía sentir que respiraba, ¿Lo hacía acaso? Siquiera le importó. Ya no sentía dolor en ninguna parte de su cuerpo. Solo el peso vago de su cuerpo en una especie de tranquilidad excesiva. Elevó las manos a su rostro, pudo sentir sus ojos, su nariz, sus labios, era espeso. ¿Se trataría de agua? No. Kirjath se removió y lentamente se elevó entre aquella mezcla extraña y salió de ella.
Creyó estar muerto. La luz del sol se filtró y lo cegó por completo, rápidamente cubrió su rostro. Le quemó, le quemó la mirada o al menos así se sentía. El minino tardó varios minutos en acostumbrarse a la luz del lugar. ¿Estaba muerto? No, podía sentir latidos en su pecho, sentía su cabello mojado, todo su cuerpo entero sudando una especie de líquido transparente. Tenía un aroma dulce pero no conocía de dónde procedía.
El Omega abrió los ojitos de apoco, a su alrededor las flores, las plantas y enredaderas rodeaban su cuerpo. Sus piernas, sus cintura y brazos, Kirjath siquiera las notó, parecía estar en un pequeño estanque, tan chiquito que su cuerpo cabía a la perfección. Elevó las miradas a las paredes de roca, a los árboles, las raíces gruesas que rodeaba todo el ambiente y el aroma a vida que había en aquel ñ lugar. Numerosos árboles de pétalos cálidos eran iluminados por la luz del sol, el agua corría en aquel lugar y Kirjath definitivamente creyó que había muerto. No existía tal lugar más bello que ese, el Omega elevó la mirada, pajaritos de colores claros volaban por todas partes, y allá a lo lejos podía verse la apertura dónde se filtraba la luz caliente del sol.
Los ojos claritos de Kirjath bajaron a las plantas que rodeaban su cuerpo, eran raíces verdes que trepaban por su piel. Algo le extrañó en su cuerpo, algo le faltaba pero no podía recordarlo. Lentamente empezó a desatar la planta entre sus piernas, está se sujetaba a sus muslos, su cintura y su vientre plano. Kirjath procedió a desatar la planta de su pecho y a duras penas se levantó, sus piernas temblorosas lo traicionaron y se cayó al pasto suave. Estaba desnudo, y rápidamente su mano viajó a su vientre con protección, pero lo único que encontró fue una pequeña pancita plana.
Kirjath bajó la mirada automáticamente, enormes cicatrices abundaron en la piel de su vientre y apenas recordó de dónde venían. Se sintió vacío, triste y sumamente decaído. Sus ojitos brillaron en lágrimas cuando se movió un poco desorientado. Las raíces de las plantas verdes buscaban rodear sus pies nuevamente, avanzando como si tuvieran la decisión de enterrarlo en el agua. El Omega elevó la mirada y apretó los dedos en la tierra, pétalos blancos danzaban en aire puro y la oscuridad del otro lado lo llenó de miedo al segundo.
—No deberías moverte tanto —oyó una voz y rápidamente se quedó quieto. Las plantas dejaron de buscar los pies de Kirjath y el Omega de quedó quieto contra la tierra. Era una voz extraña, sumamente fuerte y tranquila a la vez, el minino levantó la mirada a la oscuridad del otro lado—. Debes dejar que tu cuerpo se acostumbre.
No contestó. El Omega respiró con fuerza contra la tierra y entre temblores trató de levantarse. Sentía que las piernas no eran suyas, que nada de su cuerpo hacía caso a su cerebro. El menor se quedó de pie y la luz del sol iluminó su cuerpo desnudo, sus hombros pequeños, su cintura delgada y piel suave. El Omega acarició su vientre, gruesos cortes partían su piel.
—¿Dónde está mi bebé? —murmuró ido, le dolía la cabeza. Él tenía un bebé, lo tenía pero no recordaba la sensación de tenerlo en su vientre. ¿Por qué no lo recordaba?
—Tranquilo, criatura —susurró la oscuridad. Kirjath abrió los ojos con sorpresa, reconoció un tono profundo y femenino. No quiso acercarse ni tampoco pensó en la figura que tendría. El Omega elevó la mirada nuevamente, paredes rocosas, abertura lejana donde entraba el sol. Ahí dentro olía a tierra mojada y flores silvestres, era un aroma delicioso que le dormía la cabeza. Sus manos viajaron a su vientre—. ¿Lo extrañas? ¿A tu cachorro?
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TEETH (OMEGAVERSE)
Hombres Lobo»Había escuchado, sin embargo, que atesoraban la idea de que un Omega les entregara cachorros. Su estómago se revolvió, sabía que los cambiaformas estaban en peligro de extinción, y aún así, eran tan fuertes como para erradicar gran parte de la pobl...