cinco

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Arrancó un par de flores silvestres del suelo cuando sintió que Oliver se apoyó en su espalda. Kirjaht sonrió apenas volviendo la mirada al Omega que tejía suavemente un par de medias para la cachorra a un costado de ellos. El bebé estaba dormido, entre un montón de mantas sobre el pasto y a las sombras del árbol que se alzaba sobre ellos. Kirjaht miró las flores en sus manos.

—¿Sabes? Desde que te tengo de compañía aquél Dios ya no me pone tanta seguridad como antes —habló, mirando con atención la prenda—. Antes no podía salir al bosque sin que diez pares de ojos se clavaran a mi alrededor, como si yo fuera el centro del mundo... O un gran cofre del tesoro que sería saqueado por piratas en cualquier momento. ¿Te haz dado cuenta? Ahora solo tengo dos cambiaformas que velan por mi seguridad, ¿Dices que está quedando bien? Es mi primera vez con esto.

Kirjaht se volvió a las manos del Omega, notaba en él un acento extraño, pero recordó que le había dicho que era extranjero. El pequeño Omega tomó la prenda pequeña con sus manos y la acarició con suavidad. A decir verdad Oliver solía hablar hasta los codos, la mayoría del tiempo lo hacía seriamente, a pesar de su actitud relajada y medianamente autoritaria parecía un alma solitaria en medio de todo el bosque. De a rato se detenía y acomodaba a su bebé hacia la sombra.

—¿Hace cuánto estás aquí? —preguntó, entregando la prenda a las manos ajenas. El rizado frunció apenas el ceño y levantó la mirada a los frondosos bosques que se alzaban de la tierra. La gran casona estaba a varios metros de ellos, allá, enorme, imponente y cubierta de enredaderas.

—No tengo idea, cerca de... ¿Un año? La verdad es que en cuanto estuve en cinta él me trajo aquí, antes solía estar allá arriba —murmuró y apuntó a la montaña, los ojitos de Kirjaht se alzaron y observaron a lo lejos un pequeño templo, le pareció asombroso, histórico, sintió la necesidad de correr hacia él y estudiar toda estructura y palabra que pudiera esconder tras sus escombros—. Yo vivía en un pueblito detrás de la montaña, habían muchos niños con hambre.

—Ahn... Me gustaría recordar de dónde vine —habló y bajó la mirada, traía puesto un camisón blanco, limpio al igual que Oliver, el rizado de ojos verdes volvió la mirada—. Me gustaría saber de quién es este cachorro, si... Si fue antes de que me tomaran, digo... Tendrá alrededor de cuatro meses... Ya siento que crece, ¿Lo notas?

Oliver apoyó una delgada mano pecosa sobre su pequeño vientre, lentamente le sonrió y la apartó unos minutos después para comer los arándanos que un cambiaformas le había traído en agradecimiento por la nueva hermana que Oliver trajo al mundo. Kirjaht se removió.

—Ella será muy amada —aclaró y Oliver se apoyó en su hombro, miró a la bebita que descansaba entre las mantas, blanquita, risueña—. ¿Cuándo nacerá la próxima generación?

—Tal vez en unos seis meses —habló—. La mayoría de los hijos del Dios siempre me traen regalos, creo que eso acabará cuando presencien a sus propias crías dentro de poco. A todo esto, últimamente he notado que una pantera negra y enorme rodea la gran casa por las noches, en especial fuera de tu ventana, no es que esté espiando ni nada, pero como duermes al lado de mi habitación... 

—Ah... Sí, es un cambiaformas que me había pedido ser su pareja para las crías.

—Vaya —Oliver llevó un arándano a sus labios—. El Dios dice que está muy interesado en ti, tal vez intenta hacer el cortejo contigo.

—¿Eso existe aquí? —preguntó y miró las flores que tenía en manos, sintió la necesidad de arrancarle el pétalo a una y lo hizo. Oliver dejó de lado su tejido y acercó su canasta de mimbre, el pequeño Kirjaht se percató de las flores secas que rodeaban el material y lentamente observó con detenimiento los objetos que contenía en su interior. Oliver tenía telas hermosas, suaves, de aspecto maravilloso que generaron en él la necesidad de tocarlo. El Omega sacó una peineta y se inclinó a él, acarició su cabello y Kirjaht se dejó tocar.

TEETH (OMEGAVERSE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora