4. Retroceder

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—. ¿Edad?—preguntó el fiscal apuntando en su pequeña libreta café.

—. Veinticinco.—respondí mordiendo mis uñas ansiosamente. Él asintió atento y entonces me miró a los ojos.

—. ¿Sabe si el joven Min tomaba algún medicamento? Como antidepresivos o...algún otro.—cuestionó tranquilo. Yo tragué sintiendo todavía el vacío en mi pecho y las ganas de soltarme a llorar frente a él sin orgullo alguno.

—negué con la cabeza—. Ninguno...

—. Está bien.—concluyó comenzando a guardar algunas de sus cosas.—. Antes de irme, me pidieron que guardara estas cosas cuando sucedió la tragedia...—indicó entregándome una bolsa grande de plástico llena de accesorios masculinos—. Querían que investigara sobre el muchacho, pero...ante la noticia, lo indicado es darlo a la familia. Que tenga un buen día.

El fiscal y los policías que lo acompañaban abandonaron mi morada dejándome sola. El silencio se sentía tan pesado y ruidoso a mi alrededor hasta que mis ojos cayeron sobre la bolsa plástica que me entregó y su contenido.

Abrí la bolsa y comencé a sacar cada uno de los objetos. El teléfono de Yoongi, con la pantalla rota, su cinturón negro, una cadena de plata que siempre usaba y finalmente, el reloj inteligente que le regalé. Lo usaba todos los días sin falta y fácilmente podía reemplazar a su smartphone. Tomé el pequeño dispositivo entre mis manos y lo abracé contra mi pecho, intentando que algo de lo que quedase de la esencia de Yoongi se quedara conmigo un poco más.

—. Yoongi...—sollocé sintiendo como las lágrimas bajaban por mis mejillas como si se tratase de cascadas.

No sabía cómo podría alguna vez salir de esto, como podría superar el vacío inmenso y notorio qué hay en el departamento ahora que se había ido. No podría superar nunca que no fui capaz de hacer que Yoongi se quedara en la tierra un poco más.

Habían pasado días donde me había dedicado simplemente a estar en mi cama y llorar constantemente hasta secarme y quedarme dormida, cansada de tanto llorar. Comer ya no era indispensable cuando no quería realmente salir de mi cama y afrontar el mundo de afuera.

El conservatorio se había enterado de lo sucedido con Yoongi, y aunque no me dieron muchos detalles, comprendieron mi decisión por quedarme en mi casa hasta que me diese cuenta que el mundo sigue girando y que podía morir eventualmente a falta de alimento, pero a mí ya no me importaba morir realmente.

Les pedí seriamente que no dijesen nada a la prensa por más que ellos preguntasen sobre lo ocurrido, lo último que quería era ver la cara de mi novio en la primera plana de un periódico que se aprovecha de su muerte para ganar dinero a costa del dolor de sus seres queridos y sus fallas en el escenario anexadas a sus problemas psicológicos. No era su asunto enterarse de lo que sucedió.

Bo Won había venido muchas veces al departamento, no hablé con él muchas de las ocasiones en las que lo hizo, y sólo supe que había venido porque podía escuchar desde mi habitación como abría la puerta y dejaba platos llenos de comida deliciosa sobre la mesa del comedor esperando a que yo comiese de ellos.

En algunas ocasiones, simplemente venía a cuidarme y a ver qué estuviese...vivia, por lo menos. Se sentaba en la orilla de la cama y acariciaba mi cabello casi de forma paternal hasta que yo me volvía a dormir y él se iba a trabajar en sus electrodomésticos.

Estaba cansándome de hacer lo mismo todo el día, todos los días, todas las semanas, de todo un mes, del año completo, por la vida entera. Pero cada vez que juntaba el valor para levantarme y cambiarme de ropa, el recuerdo de que Yoongi ya no está en casa me persigue, haciéndome regresar a mi cama y lamentarme unas horas más.

Desiderata; M.ygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora