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Kyungsoo estaba acurrucado contra la cabecera, con los brazos alrededor de sus rodillas mientras miraba por la ventana como se elevaba luna en el cielo. Su suave resplandor caía para tocar a la rica tierra fuera de su ventana.

«¿Por qué había venido aquí, en primer lugar?»

«¿Por qué no solo moría en lugar de intentar vivir?»

Si es que podía llamar vivir a su débil existencia sin control. Si se hubiera dado por vencido y hubiera muerto aquel día, no le estaría causando problemas a la gente que tenía a su alrededor. Kris, quien había sido más que amable con él desde el día en el que entró en la oficina de empleo. Sunny, que con tanta facilidad lo consoló, aunque no supiera absolutamente nada de él. Y luego estaba Jongin, alguien que a pesar de ser tan grande y tan intimidante, parecía dulce y cariñoso. La piel debajo de su barbilla hormigueó con el simple recuerdo del toque de la tarde, y se la frotó, tratando de volver a sentirlo.

Un delicado golpe sonó en la puerta y se puso de pie, el mareo lo inundó durante un segundo, pero se sacudió y se dirigió a abrir. Sorprendentemente, Sunny estaba allí con un plato y un vaso de refresco para él.

—Aquí —se los dio—. Guardé algo de comida antes de que el hambriento rebaño de abajo se lo tragara todo.

Ella pasó a su lado a la habitación sin esperar una invitación y comenzó a mirar alrededor. No había nada realmente personal en ningún lugar, e hizo un mohín mental. Había esperado hacerse una idea sobre su pasado.

Kyungsoo  puso el plato y la bebida en la mesita de noche, y se sentó en el borde de la cama, inquieto al verla caminar por la habitación. Tuvo la impresión de que buscaba algo, pero no tenía nada, excepto sus letras. El olor de la comida le daba náuseas, y no quería nada más que para tirarlo a la basura. Aparte de los problemas emocionales con los que trataba diariamente, apenas comía. La mayoría de las veces, no podía aguantar ni el pensamiento de meter alimentos en su estómago, a pesar de que le gustaba cocinar. Vio a Sunny volver a la cama, sentándose cerca de él.

—¿No vas a comer? —le preguntó con preocupación.
Sacudiendo la cabeza, dijo: —No tengo hambre. 
—Pero tienes que comer —insistió mirándolo severamente—. Si no comes, enfermarás. Y luego no serás capaz de trabajar aquí.

Esa posibilidad lo cegó y la miró en silencio. Por alguna razón desconocida, la idea lo entristeció. No quería irse. A pesar del hecho de que no había causado más que problemas desde que había llegado, quería quedarse. Cogió el plato cuidadosamente y comenzó a comer despacio, después de un rato disfrutó de la comida. Suspiró con satisfacción cuando dejó el plato a un lado un poco más tarde.

—Buen chico. —Sonrió y le revolvió el pelo. Esto lo divertía, ya que ella no podía ser más que un año mayor que él, como mucho.

Algo le golpeó cuando ella se puso de pie y le dirigió una sonrisa que le recordaba a su madre. Su naturaleza humanitaria, sus formas suaves, y su aura sedante eran una reminiscencia de la misma. Apartó un mechón de su oscuro cabello detrás de su cara y la miró mientras caminaba hacia la puerta.

—Buenas noches, Kyungsoo. Nos veremos por la mañana. Y no se te olvide nuestra cita el viernes por la noche. —Le lanzó un guiño antes de salir de la habitación.

Después de perderse en sus pensamientos durante un tiempo, Kyungsoo miró el reloj y vio que eran casi las diez, y todavía no había lavado los platos de la cena. Saltó de la cama rápidamente y tomó su plato y su vaso de la mesita de noche antes lanzarse por el pasillo hacia la cocina. El asombro le llevó a pararse bruscamente. Los platos ya habían sido lavados, secados y guardados.

Tocame SuavementeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora