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Kyungsoo se pasó el resto de la tarde en una nube, una amplia sonrisa en su cara, enrojecida de placer. Mientras escucha los sonidos de los hombres gritando y el ganado quejándose al ser marcado, hizo pollo a la parmesana y fettuccini para la cena, decidiendo que el comedor y la cocina tenían un bonito diseño. Sunny llegó a casa un rato antes de la cena, ayudándolo allí donde era necesario. Siguió acosándolo para que le contara qué lo había hecho tan feliz, pero quería mantenerlo en secreto, guardándolo en su corazón, donde el hielo se derretía lentamente, por lo que mantuvo la boca cerrada y simplemente se reía misteriosamente, con esa sonrisa de ‘sé algo que tú no sabes’. Ella lanzó sus manos al aire y dejó escapar un gruñido de frustración. —Está bien. No me lo cuentes. Tacaño.

Con eso, se lanzó por las escaleras para cambiarse. Kyungsoo se estremeció con anticipación cuando oyó los sonidos de los hombres riéndose y haciendo crujir las botas por el suelo. Sus lecciones de montar a caballo, había avanzado lo suficiente como para ensillar un caballo por su cuenta, e incluso montar uno por sí mismo si quería, pero prefería esperar hasta que Jongin o Sunny pudieran acompañarlo. Además, realmente no conocía mucho el rancho todavía, por lo que podría perderse. Eso sólo serviría para causarles más problemas. Se sentía muy bien saber que algo le había durado más de una semana, y que Jongin quería que se quedara incluso después de que el trabajo hubiera terminado.

Sus escritos habían dado un giro en el sentido de, en vez de soñar por algo que nunca podría tener, reflejar algo más optimista. En el último par de semanas, había conseguido lo que quería. Aún no tenía claro lo de mostrarles o hablarles a Sunny y a Jongin sobre sus escritos. Era muy personal, y tendría que abrirles la puerta de su mente y su alma, mostrarles la verdad de quién y lo que era. No estaba seguro de estar listo para eso, o si alguna vez lo estaría, pero podría ser el último paso para demostrarles que tenían su confianza. Sus dedos trazaron las cicatrices de su muñeca, y se preguntó si su mente podría manejar revivir esos recuerdos como para contarles su historia. Era la primera vez desde que tenía quince años que contemplaba hablar sobre su pasado con alguien. Si le contaba sus secretos a Jongin, «¿se disgustaría con él?» «¿Querría tocarlo después de que le contara todos los detalles horribles?» Esos pensamientos lo cegaron y sus labios se torcieron con amargura.

Probablemente saldría corriendo tan rápido y tan lejos como sus largas y musculosas piernas pudieran llevarlo. Kyungsoo nunca sería capaz de culparlo, porque él no era tan limpio e inocente como Jongin creía.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando oyó a alguien entrar en la cocina. Suavizando sus rasgos en una máscara suave, se volvió para encontrar a Jongin apoyado en el marco de la puerta, sólo mirándolo. Su corazón latía dolorosamente en su pecho mientras se imaginaba que la expresión de esa suave sonrisa cambiaba a una de horror y asco. ¿Sería capaz de manejarlo? Sus ojos picaron un poco, y se giró de nuevo para enfrentarse al fregadero, y terminar de lavar algunos de los platos que había utilizado para preparar la cena.

No quería que Jongin se diera cuenta de que estaba llorando. —¿Hay algo mal, Kyungsoo? —Esa voz profunda, ronca, caía sobre sus oídos como un dulce helado de caramelo, enviando un escalofrío de placer por su espalda.

—Estoy bien. Sólo un poco cansado. ¿Está todo el mundo disfrutando de la comida? —Kyungsoo inclinó ligeramente la cabeza, escondiendo parcialmente sus facciones de la vista de Jongin.

—Mmm. Me parece que sí. Pensé en comer aquí contigo, si no te importa. — Jongin se acercó, sintiendo que Kyungsoo no le había dicho la verdad, pero sin saber qué hacer para que se abriera.

—Por supuesto. Es tu casa, ¿verdad?
—¿Qué se supone que significa eso? —exigió Jongin enderezando su cuerpo y acercándose a él, aplastándolo contra el fregadero.

Tocame SuavementeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora