Epílogo

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La música resonaba a través de la cabina, y Kyungsoo no podía dejar de sentirse orgulloso al ver a la banda tocando detrás del vidrio. Nada se podía comparar a escuchar que sus letras realmente se cantaban. Unos brazos rodearon su cintura y se echó hacia atrás en el abrazo con una amplia sonrisa. La voz de Jongin acarició su oído. —Suena muy bien.
Kyungsoo asintió, deleitándose con todas las cosas buenas que le habían sucedido en el último año y medio. En el rancho, se había trasladado a la habitación de Jongin, y no mucho después este había descubierto su cuaderno de letras. El vaquero se había deleitado con ellas, y lo había animado a que las expusiera para que el mundo las escuchara. Le había llevado un tiempo antes de que tuviera la valentía de mostrárselas a los demás, pero no pasó mucho tiempo hasta que fueron compradas por una banda de alto perfil, y ahora estaba aquí, escuchando como eran cantadas por un artista cuya voz podía ser comparada con una hermosa puesta de sol estival en el rancho.

La banda estaba grabando en ese momento, y vio al cantante guiñarle un ojo a través del cristal. Un sonrojo barrió sus mejillas y sintió a Jongin apretar los brazos alrededor de él. Enik Lin había estado insinuándosele desde el primer día, tratando de alejarlo de Jongin. Los dos hombres se habían peleado a puñetazos, pero Kyungsoo dejó claro a Enik que sólo un hombre tenía su corazón, y que siempre lo mantendría. Inclinó su cabeza hacia atrás y arrugó la nariz hacia Jongin. —No tienes que estar celoso, Jongin. Ya le dije que mi corazón sólo pertenece a una persona. 

Mejor que sea yo —gruñó Jongin en su oído, y Kyungsoo se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

—¿Cómo puedes ser tan inseguro en lo que respecta a mí, Jongin? Llevamos juntos dos años, y tú lo eres todo para mí. — Kyungsoo se dio la vuelta en su abrazo y miró al hombre que lo había salvado de muchas maneras. La banda pasó a la siguiente canción, y las palabras salieron de los labios de Enik—. 

Jongin sonrió con ternura, perdiéndose en los ojos nevros que lo miraban y le acarició las mejillas con su pulgar. Kyungsoo había florecido de tal manera en el último año y medio, que Jongin no podía dejar de tener miedo de que otras personas lo vieran y trataran de llevárselo. Como el que cantaba las canciones de su amor en ese mismo momento. Frotó su nariz con la de Kyungsoo y tiró de él más cerca, rozando sus labios ligeramente sobre el joven antes de inclinarse hacia atrás. —¿Cuánto tiempo más tiene que pasar hasta que podamos volver a casa? —preguntó.

—Esta es la última sesión, y además, no tenemos que estar aquí. Ya sé cómo suenan. Esto es sólo la sesión de grabación. — Kyungsoo sonrió a Enik en la sala de grabación, y la voz del hombre tembló un poco por la felicidad absoluta en la cara del chico.

Enik lo había intentado todo para hacer atraer a Kyungsoo, ya que se sentía atraído por la inocencia y la belleza del joven. Estaba sorprendido por la capacidad de escribir esas canciones, con esa profunda emoción detrás de ellas. Le tocó la fibra sensible de su corazón, dando a luz a la necesidad de proteger y mantener al hombre más pequeño. Pero para su decepción, nada de lo que decía alejaba la atención del joven lejos del gran vaquero. Golpeó el último acorde de guitarra mirando a los dos hombres en la cabina cuando la última nota se desvaneció en el silencio. Podía ver el cariño y el amor entre ellos, y le dolía no tener a alguien a quien llamar suyo. Había pasado mucho tiempo desde que había tenido una relación que durara más de un mes.

Suspirando, se levantó y se dirigió a la cabina para decirles adiós al joven y al vaquero. —Gran sesión, muchachos —gritó a sus compañeros de banda.

—Kyungsoo —gritó al entrar en la cabina con una sonrisa de placer. Abrazó al joven con fuerza antes de separarse para mirarlo—. Espero que le hayamos hecho justicia a tus canciones.

Tocame SuavementeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora