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—¡Oh, Kyungsoo, lo has hecho! —oyó exclamar a Sunny detrás de él mientras estaba en el fregadero de la cocina. Sabiendo lo que quería decir, hizo una mueca ante sus palabras.
Se agarró fuertemente al borde del fregadero. —Te dije que lo intentaría, Sunny. Lo siento. —Su voz sonó áspera, y se tensó cuando sintió que unos brazos se cerraron alrededor de su cintura y una frente se apoyó contra su espalda.

—¿Por qué, Kyungsoo?
—El dolor físico duele menos que el dolor emocional — repitió las palabras que había utilizado en el estanque.

Estuvieron allí durante lo que pudieron haber sido minutos o incluso horas, sin que ninguno de los dos pudiera decir cuánto tiempo había pasado. Por último, Kyungsoo no pudo contenerse y preguntó: —Sunny... ¿he hecho algo para alterar a Jongin? —Un tono de incertidumbre vibró en su voz.

—No. Por supuesto que no, Kyungsoo. ¿Por qué piensas eso? —preguntó Sunny desconcertada—. ¿Es por eso por lo que te has cortado? ¿Porque crees que se molestó contigo?
Kyungsoo hizo un gesto pequeño mirando hacia el lavabo. — Él... no me miró en el almuerzo. Es... normalmente se sienta conmigo. Yo... —Su voz se quedó atrapada en su garganta y dejó de hablar.

—Oh, Kyungsoo. —No podía creer que su estúpido y terco hermano fuera tan insensible. Jongin había reaccionado de manera exagerada una vez más—. Hablaré con Jongin y averiguaré qué está pasando.

—¡No! —Entró en pánico, alejándose de ella—. No. Está bien. Si... lo lamenta, entonces viviré con eso. Estaré bien. Cuando finalicen los tres meses, volveré a Seul y todo seguirá como siempre. —Instantáneamente, Kyungsoo supo que acababa de mentirle. Su vida nunca volvería a ser igual. Jongin había hecho algo que nadie más había conseguido. El vaquero grande y suave había llegado dentro de él y había comenzado a abrir su corazón de nuevo, dejando que Jongin pusiera una gran huella dentro de él.

—No digas eso. Jongin te ha pedido que te quedes y es lo que vas a hacer. —Sunny lo fulminó con la mirada, sus manos en las caderas.

Le dirigió una sonrisa débil viendo el aspecto que presentaba, de pie, con su pelo salvaje alrededor de su cara, sus ojos brillando con enojo, y una expresión obstinada en el rostro. —Ya veremos, Sunny. Por favor, no le digas nada de esto. — Señaló a su muñeca—. Permaneceré en mi habitación hasta que todos terminen de comer. No podría soportar los gritos en estos momentos. Y estoy seguro de que gritaría, es decir, si aún le importara lo suficiente.

—Le importas —protestó Sunny, pero Kyungsoo sólo movió tristemente la cabeza y se volvió para terminar con los preparativos de la cena.

Kyungsoo hizo lo que le había dicho a Sunny, desapareció en su habitación hasta que escuchó al último hombre y las botas de Jongin en las escaleras. Las luces estaban apagadas cuando salió de su habitación, encendió la de la cocina y empezó a llenar el fregadero de agua caliente. Iba y venía entre el comedor y la cocina, colocando los platos en el mostrador. En mitad de lavar los platos, oyó un ruido detrás de él y volvió ligeramente la cabeza para ver Jongin en la puerta con nada más que un par de pantalones vaqueros, su pelo del color de la arena húmedo de la ducha. Preocupado, volvió su cabeza de nuevo hacia los platos, tratando de mantener la muñeca fuera de su vista. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba allí, así que no podía estar seguro de si lo había visto ya, o no.
Jongin miró la delgada espalda del chico, sin saber qué decir o cómo pedir disculpas por haberle hecho daño de esa manera. Sunny lo había agarrado y arrastrado fuera del alcance de los oídos de los vaqueros para darle un golpe a su mente. Le había contado que Kyungsoo se había cortado de nuevo por sus acciones, y que estaba tan dolido que había hablado de marcharse al final de los tres meses. Sabía que había tenido una reacción exagerada ante lo que Sunny había oído que le decía al caballo, pero estaba herido, enojado, frustrado, y anhelaba que Kyungsoo confiara en él y se abriera, pero seguía dándose cabezazos contra una pared de ladrillos, incapaz de abrirse paso para llegar hasta Kyungsoo. Sin embargo, nunca había querido hacerle daño, nunca. —Kyungsoo, yo… —Se detuvo, sin saber todavía qué decir.

Tocame SuavementeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora