Vigésimo primera parte: Últimos días

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2019.

Agnes no pudo evitar sentir algo de lastima por el chico cuando entró a la habitación, cerrando la puerta tras de sí para evitar que alguien oyera que estaba allí. Después de todo, ella como paciente no podía entrar a la habitación de otro, mucho menos de alguien como él luego del incidente que había ocurrido hace ya dos semanas. Su medio hermano se veía mal, el color que había adquirido con sus momentos afuera se estaba desvaneciendo, incluso su cabello parecía aun más claro de lo normal.

Era como si se estuviera debilitando, había escuchado a la enfermera Grace llorar a escondidas hace tres días cuando Adair comenzó a negarse a comer.

-¿Cómo entraste? -Preguntó él con voz rasposa, amortiguada a través del bozal, mientras volteaba a verla ligeramente. Estaba hecho un ovillo en la esquina de la habitación y con una camisa de fuerza que le impedía mover los brazos, por lo que no podía apartarse los mechones de cabello de la cara.

-Soy una Duncan, siempre sé cómo arreglármelas -Contestó mientras tomaba asiento en el suelo frente a él- Se me enfría el trasero ¿Cómo puedes estar como si nada allí? -Habló con su habitual sentido del humor, queriendo internamente contagiarle un poco al rubio, aunque reconocía que él nunca había sido exactamente una persona alegre.

El muchacho continuó en la misma posición sin cambiar de expresión, solo mirándola con esos orbes grisáceos que recordaba de su tío Kyle. Por lo que ella suspiró mientras recargaba un codo sobre su pierna y luego apoyaba la mejilla en su palma, viéndolo con una mueca.

-Entonces corrijo... ¿Qué diablos haces aquí, Agnes? ¿Tienes idea de lo peligroso que es entrar al cuarto de un monstruo hambriento como yo? -Indagó, como si realmente no comprendiera que estaba haciendo ella ahí. Es decir, Grace no tenía opción, a Belle le agradaba demasiado como para dejarlo solo pero ¿ella qué?

Oh, cierto. Agnes había comenzado a querer acercarse cuando supieron que eran hermanos. Medio-hermanos, pero era casi lo mismo. Era extraño para él aceptar que compartía sangre con la perturbada castaña que parecía mantener algún tipo de extraña alianza con Novakov.

-Somos familia, no podía solo dejarte solo ¿sabes? Solo lo hice una vez, y aunque sé que ella debía pagar por lo que hizo... Aún así, me duele. No te dejaré solo a ti, no eres un monstruo, Adair, solo estás así porque las circunstancias te llevaron a esto, como a mí -Ella le sonrió un poco, nunca había sido la más sentimental (probablemente solo Addie lograba sacar esa faceta suya) pero de vez en cuando era capaz de demostrar ciertos sentimientos verdaderos, era capaz de decir palabras sinceras.

-Soy mayor que tú, no tienes ninguna obligación conmigo -Objetó mientras finalmente volteaba un poco más el cuerpo, aún recargado contra la pared mientras la observaba- Siempre he estado solo, las personas a mi alrededor son temporales, siempre lo han sido. Además, no es que puedas hacer algo por mí ahora.

-Puede ser... Pero ¿sabes algo? -Se acercó aún más, inclinándose para murmurar contra su oído- Si yo me voy de aquí, tú te vienes conmigo -Luego se apartó y a causa de la expresión que la castaña llevaba, no pudo evitar que despertara un real interés en su interior. Un cosquilleo que reconocía de su infancia, cuando la hermana Hanna le proponía un trato a cambio de que se portara bien y no peleara con los otros niños.

-¿De que estás hablando?

-En unos días, nos iremos de aquí, así que tienes que hacer buena letra o intentarlo...-Extendió su mano para tocar su frente, pues lo veía medio raro "¿Fiebre?" Frunció el ceño al sentir la calidez- Un Duncan nunca deja a los suyos atrás, siempre son su prioridad -Habló recordando viejas lecciones arraigadas en su mente y en su piel, recuerdos dolorosos pero muy educativos a su peculiar manera.

Hopeless: Solo un poco rotos [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora