Lying to myself

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Miré el reloj por sexta vez. Ya me estaba fastidiando, el tiempo parecía no querer avanzar y mi paciencia se estaba agotando.

A tan sólo 45 minutos de la hora del almuerzo, los clientes no dejaban de ingresar al local donde trabajo y además tenía que encargarme de atender a un hombre que no se decidía por cuál prenda llevar, las cuales se basaban en el mismo modelo pero de diferentes colores, alegando que dependiendo el tono de la playera le haría resaltar más su inigualable "atractivo".

¡Pero con un demonio! ¡Que elija la maldita prenda de una vez! Para mí se ve exactamente igual utilizando cualquiera de las playeras seleccionadas. Sigue siendo igual de idiota utilizando la azul o la negra, o cualquier otra. Dios...

No suelo ser amargado con los clientes, pero si hay algo que me molesta son los narcisistas que vanaglorian su belleza y se creen los putos amos del universo. No me pagan lo suficiente para soportar gente así...

Y en este momento, el hambre que comienzo a sentir no me está ayudando a ser paciente con él.

—¿Y qué dices? ¿Ésta va mejor? —el hombre salió del vestidor cual diva haciendo una pose final para exhibir ahora la playera color rojo que acababa de probarse.

Yo suspiré con pesadez. Se le veía tal cual las anteriores cinco que se había puesto...

—Sí, decididamente ese color va contigo, 'ttebayo —ya estaba harto, esperaba que así dejara de molestar con esta estúpidez.

Al principio vi que sus ojos brillaron con ilusión al oír mi comentario, pero en seguida tras mirarse al espejo a sus espaldas, hizo un gesto de disconformidad y negó con la cabeza.

—Creo que volveré a probarme la negra, aún tengo dudas —se dio la vuelta y cerró la puerta del probador, dejándome al punto del colapso mental.

¡Maldicion, lo mataré! ¡Juro que lo haré!

Sin poder evitarlo, di una media vuelta y maldije en un susurro mientras apretaba mis puños frente a mi rostro y cerraba mis ojos con frustración. Hoy no era mi día, este hombre hacía ya una hora que estaba aquí y no me dejaba atender al resto de las personas, las cuales de seguro eran menos complicados que él.

—¿Podría ayudarme, por favor? —escuché de pronto que me hablaban y, de mala gana, abrí mis ojos y miré en dirección al dueño de aquella voz.

Estaba dispuesto a responderle mal, creyendo que se trataba de otro imbécil, pero cuando vi quién era casi me ahogo con mi propia saliva. Decir que me había quedado cual estatua viviente y manteniendo mi boca entreabierta, sin emitir palabra alguna, era hacer una perfecta descripción de mi postura momentánea actual.

—¿Qué? ¿Acaso no eres vendedor? —insistió enarcando una ceja, fingiendo perder la paciencia.

—Sasuke —musité cuando pude recuperar el habla —. ¿Qué haces aquí?

—Digamos que justo pasaba y, como recordé que me habías dicho en uno de los mensajes que trabajabas en este local, pues decidí pasar a saludarte —de pronto frunció el ceño —. Pero veo que no estás muy feliz de verme.

Era cierto. Desde que le había pasado mi número telefónico no habíamos dejado de mensajearnos, pasábamos horas hablando de cualquier cosa (incluso muchas de ellas no tenían ningún tipo de trascendencia, sólo se basaban en bromas y nada más), y se me hacía muy divertido. La verdad que Sasuke, personalmente, no es de las personas más alegres y conversadoras, pero por Whatsapp sin duda parece tener otra actitud – aunque su personalidad arrogante y descortés se traslada muchas veces al mensaje de texto –.

NaruGaa/NaruSasu: Love Game [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora