Prólogo.

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Ya era la decimo quinta vez que marcaba el número de Louis.

El reloj de mi teléfono indicaba claramente las dos menos cuarto de la madrugada, y aún no ver a mi novio mostrando la cara por la puerta me tenía bastante alarmada, así que me sentía en todo el derecho de reventar su celular en llamados si es que aquello era posible.

Llevábamos una relación de cinco años, cuyos últimos dos habían sido una verdadera miseria realmente. Durante los primeros tres, hacíamos cosas fuera de lo común; nuestras salidas tomaban lugar en la madrugada  e íbamos donde el destino quisiese llevarnos, nunca planeábamos nada, la rutina simplemente no podía hacernos su mártir. Pero entonces sucedió.

La universidad llegó a su fin.  Se suponía que debía volver a Mississippi a trabajar como la fotógrafa titulada que era, pero decidí continuar mi relación con él en Inglaterra. No pensé que luego de eso, ni siquiera podría tener la oportunidad de verlo en la mayoría del día por culpa de nuestros horarios.

Discutíamos como si fuésemos cavernícolas luchando por el último trozo de carne cruda. Más de una vez dejé mi mano marcada en su rostro, y muchas veces terminó durmiendo en el sofá por decisión propia. ¿Nuestras reconciliaciones? No existían. Sólo hablábamos por mera necesidad y por cosas importantes.

Tal vez… simplemente no éramos el uno para el otro.

Había decidido entonces dejar de insistir en llamar por unos minutos. Pensé en intentar descansar de mi ajetreado día—apenas, quería sólo morderme las uñas por los nervios que sentía—, y fue así cuando escuché la puerta del departamento abrirse.

Me levanté desde la cama de un salto y me dirigí simultáneamente a la sala de estar, para encontrarme con Louis sentado en el sofá, mirando a la nada.

— ¿Dónde mierda estabas?—Espeté—. Te he estado llamando y ni siquiera fuiste capaz de contestar.

—Esa era la idea—Dijo arrastrando las palabras.

Estábamos a una distancia considerable, mas el olor pestilente del alcohol se podía notar fácilmente. Bendita mierda.

— ¿Llegas borracho, a mi departamento, a las dos de la mañana? Esto no es una organización de alcohólicos, Tomlinson.

Mi novio soltó una carcajada tan sarcástica como fría, colocándose de pié y acercándose con paso decidido hacia mí.

— ¿Así que esto debo hacer, preciosa?—Me preguntó. Yo no entendí—. ¿Emborracharme todos los putos días de mi vida para que así te des cuenta de que existo?

Me alejé un paso, algo intimidada por su cercanía. Aquel no era el Louis ebrio que yo conocía, ahora de hecho me provocaba un poco de temor… y más aún cuando pude percibir cierta cantidad de polvo blanco en su fosa nasal izquierda.

Me dolió el pecho.

— ¿Has con-consumido cocaína?—Tartamudeé, y él rió de nuevo.

—Y muchas cosas más. ¡¿Pero cómo ibas a notarlo?!

— ¡No digas que no te presto atención!—Bramé sintiendo como mi cerebro hacía corto circuito. No puedo simplemente explicar cómo me sentí en aquel instante pues no hallo las palabras necesarias. ¿Sorprendida? No, era algo peor que eso. Enrabiada, tal vez. Mi novio, quien conocía perfectamente mi odio hacia las drogas por experiencias pasadas con mi padre, tuvo la brillante idea de hacer uso de ellas también, y escupírmelo en la cara.

— ¡Es la verdad!—Se abalanzó hacia mí y de inmediato puse mis manos en su pecho empujándolo hacia atrás con tal fuerza que casi tropieza.

— ¡¿Por qué estás haciendo esto?!—Mis ojos escocieron, y un nudo se estaba atando en mi garganta.

—Porque, básicamente, Paige, estoy harto de la puta rutina, de mi día a día, de verte trabajar como desquiciada, de tener 24 años y ser un simple arquitecto que ni siquiera le gusta su trabajo—Masculló entre dientes, con los puños apretados—. Oh, y algo más, estoy viviendo con una mujer a la cual ni siquiera amo.

A la mierda todo.

En ese instante, quise echarme a llorar con toda la impotencia que sentí al escuchar esas palabras tan dolorosas que se incrustaron en mi pecho y en mi mente. No quise llorar frente a él, sin embargo, no tenía ni un puto interés en que sintiera lástima por mí.

Así que fue imprevisto y un acto inconsciente cuando tomé el florero junto a mí y se lo aventé.

Louis consiguió agacharse justo a tiempo, por lo cual el vidrio del florero se hizo añicos contra el muro.

—Vete de aquí—Farfullé entre dientes. Él sonrió con ironía—. ¡Vete de aquí, ahora!—Grité, con un sollozo escabullido en mis palabras—. ¡No quiero volver a ver tu maldita cara nunca más!—Esta vez sí lloré.

—Anda, prosigue… Así me quitas lo poco y nada de encanto que siento por ti.

¿Cómo era posible que Louis, un hombre que me hacía la mujer más feliz del mundo incluso cuando estaba dormido, ahora estuviese derribando cada sentimiento que tenía por él?

— ¡Vete!—Continué con un último grito desgarrador que ardió en mi garganta.

— ¡Con mucho gusto!—Me dijo devuelta, desapareciendo por la puerta y cerrándola lo suficientemente fuerte como para que la única foto enmarcada de nosotros cayera al suelo para romperse.

Deslicé mi espalda por el suelo llorando de una forma devastadora, tan así que sentía un dolor en la parte trasera de mi cabeza.

Tal vez era mi culpa. Tal vez él intentó acercarse a mí hace dos años y yo estaba muy ocupada para él. Tal vez yo conseguí que sus sentimientos hacia mí se apagaran. ¿Pero por qué decirlo de esa forma? ¿Por qué tenía que ser así?

Aquellas incógnitas vagaban por mi mente y yo intentaba apagar el llanto mientras rasguñaba mis rodillas desnudas por simple desesperación.

—Maldito Louis—Mascullé—. Ni siquiera era bueno en la cama—Intenté convencerme a mí misma de eso. Pero volví a llorar, pues estaba mintiendo.

Una hora había pasado desde lo sucedido; y yo me mantenía recostada en el sofá mirando el techo fijamente. Sabía que mañana volvería por su ropa, o tal vez enviaría a uno de nuestros amigos, o tal vez…

 Mi teléfono sonó.

 Me levanté y me dirigí hasta el cuarto para coger el móvil desde la cama, y entonces me percaté que tenía un mensaje de un número desconocido. Fruncí el ceño en un intento de leer con claridad, debido a la hinchazón de mis ojos.

«Paige, no quiero verte llorar…»

Louis. Era él. Estaba malditamente segura.

«Entonces, ¿por qué me haces llorar?»

Respondí, tecleando con suma rapidez. Así, damas y caballeros, es como mi orgullo se va a la mierda.

«Yo nunca te haría daño»

Maldito mentiroso. Lo amo tanto, joder.

«Acabas de hacerlo, Louis.»

Pasaron cinco minutos, y entonces mi móvil sonó otra vez.

« ¿Louis? No te equivoques, Paige»

Abrí la boca ligeramente. ¿Qué demonios ocurría?

«Vale, ¿y quién eres? No me gusta este juego, ¿ok?»

La respuesta fue casi inmediata.

«Alguien que te ha estado observando hace mucho tiempo»

«…y el juego recién comienza»

***

¡LA EMPECÉ LPM! ¡SONRÍAN JODER! ahre... Hoooooooola♥ shdajkhkj no odien a Louis :c♥

Shh, he's watching → Louis TomlinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora