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«𝙼𝚊𝚢𝚋𝚎 𝚠𝚎 𝚠𝚎𝚛𝚎 𝚊𝚕𝚠𝚊𝚢𝚜 𝚖𝚎𝚊𝚗𝚝 𝚝𝚘 𝚖𝚎𝚎𝚝. 𝙻𝚒𝚔𝚎 𝚝𝚑𝚒𝚜 𝚠𝚊𝚜 𝚜𝚘𝚖𝚎𝚑𝚘𝚠 𝚍𝚎𝚜𝚝𝚒𝚗𝚢. 𝚆𝚑𝚎𝚛𝚎 𝚢𝚘𝚞 𝚌𝚊𝚖𝚎 𝚏𝚛𝚘𝚖 𝚊𝚗𝚍 𝚠𝚑𝚢 𝚢𝚘𝚞 𝚝𝚘𝚘𝚔 𝚜𝚘 𝚕𝚘𝚗𝚐? »

‹James Arthur›

The Moonlight Valley amaneció en medio de una ventisca terrible.

El temporal ya había pasado, dejando tras de sí un cielo completamente despejado y soleado, con un clima agradable pero fresco, típico de la estación.

Los destrozos en las inmediaciones cercanas a la cabaña y la crecida de los ríos fueron la única prueba que quedó de la noche anterior. Verlo con sus propios ojos le ayudó a Timothée a convencerse de que no había sido un sueño. La tormenta ocurrió y Florence realmente pasó la noche a su lado.

Y fue perfecto. Cada detalle quedó grabado a fuego en sus recuerdos y en su pecho, difícilmente se olvidaría de esa noche. Ni en mil años, estaba seguro.

Su desnudez, sus cálidos labios recorriendo cada rincón de su cuerpo, el deseo que había visto arder en sus ojos, sus gemidos murmurando su nombre... memorizó absolutamente todo. Era la primera vez que una mujer le hacía perder la cabeza de ese modo tan extremo, tan radical. Pero no podía negar que disfrutaba de su irremediable camino a la locura.

Reprimiendo sus fervientes ganas de regresar a la cama junto a ella, tomó fuerzas de donde pudo y controlando su respiración, dio la vuelta a la cabaña para inspeccionar el jardín trasero.

El alma se le cayó a los pies.

Su creación había sido completamente destruida. Las flores que había plantado días atrás estaban aplastadas por acción de los fuertes vientos y el peso del agua de la lluvia; solo algunas pocas habían logrado sobrevivir a la tormenta. Se acercó a los troncos que el día anterior había comenzado a tallar para utilizarlos como macetas y advirtió que estaban enmohecidos. En pocos días se pudrirían. Consternado, miró el charco de agua donde antes había plantado los jazmines.

Era algo mucho más que la rabia lo que le invadía en aquellos momentos. Su trabajo de una semana entera estaba perdido y lo peor de todo era que Florence no había tenido la oportunidad de ver nada. Ni un registro había quedado. Ni una foto, nada.

—¡Donna! — Le gritó con fastidio a la perra, que tras olisquear las pocas flores que habían quedado en pie, se acuclillaba sobre ellas con la intención de orinarlas — ¡Ni se te ocurra!

Se apresuró para ahuyentar al animal, que corrió de regreso hacia el interior de la cabaña. Buscó la regadera del jardín, la llenó con un poco de agua, y con paciencia comenzó a lavar los pétalos embarrados de las Prímulas, pensando que tal vez así lograría salvar algo de todo aquel desastre.

—¿Qué sucede? — Preguntó Florence detrás suyo — ¿Por qué gritabas?

Timothée se incorporó rápidamente del suelo, ocultando la sorpresa, que a esas alturas sería más bien un disgusto. Al verle con aquel buzo estilo hoodie que no llegaba a cubrir del todo sus muslos desnudos, recordó lo sucedido entre ellos apenas unas horas atrás, provocando que un apéndice de su anatomía cobrase vida propia de inmediato. Cerró su bata, escondiendo sus joggings con vergüenza.

—Nada, regañaba a Donna — Se apresuró hacia ella y depositó un suave beso sobre sus labios — Buenos días.

Ella entornó sus ojos y se contorsionó a un costado para esquivar su cuerpo y ver lo que intentaba ocultar a sus espaldas. Pero Timothée la tomó de la cintura, atrayéndola hacia él y juntos giraron hacia el lado opuesto, para que ella no espiara. Capturó otra vez su boca, pero esta vez el beso fue mucho más intenso. Vencido a la tentación, descendió sus manos hasta su trasero, apretándola contra su cadera.

Young & Beautiful || Timothée Chalamet Donde viven las historias. Descúbrelo ahora