CAPÍTULO 4

13K 754 11
                                    

Escuché la alarma y no se callaba, William habló:

–Apaga eso ya, que tengo sueño.

Estiré la mano agarré el celular y apagué la alarma. Nos quedamos dormidos otra vez, después me desperté y eran las ocho me levanté muy despacio para no despertar a William, entré al baño, hice mi rutina diaria, cuando salí William seguía dormido, parecía un ángel, baje a la cocina le prepare un café, fruta, pan y huevo. Lo puse en una bandeja y subí a la habitación:

–Buenos días William.

No me respondió solo se movió un poco, puse la bandeja en una mesita y grité:

–¡WILLIAM!

Cuando escuchó el grito se levantó corriendo y se cayó de la cama, no pude evitar reír él frunció el ceño:

–¿Por qué hiciste eso?

–Es que no te despertabas.  – lo dije entre risas.

–Así que te gusta reírte.– lo dijo con un tono sarcástico.

–¿Qué?

Antes de que pudiera correr me tomó de la cintura me subió a la cama, se puso sobre mí y comenzó a hacerme cosquillas, yo me reía, gritaba, pataleaba y él se reía, tenía una sonrisa hermosa. Después de unos minutos paró y me levanté por la bandeja:

–Te traje el desayuno.

–Gracias, ¿Y tú ya desayunaste?

–No tengo hambre.

–¿Por qué?

–No lo sé.

–Tienes que comer, te vas a cansar en el recorrido.

–Pero no quiero.

–No digas más.

Agarró el tenedor, tomó una fresa y la llevó a mi boca:

–Ábrela.

–No quiero.

–Madison no me hagas enojar que hoy nos levantamos de buen humor.

Reí, abrí la boca y él metió la fresa, desayunamos juntos después llevé los trastes a la cocina en lo que William se preparaba, cuando bajó, salimos de la casa hacia las caballerizas, estaban entrando a un caballo que estaba muy asustado, no podían meterlo a su establo entonces William corrió y comenzó a ayudar, yo fui hasta ahí y William me dijo:

–Madison no te acerques es peligroso.

–No lo es.

–¡Madison!

No hice caso me acerqué al caballo y lo miré a los ojos poco a poco se fue calmando, después lo acaricie y les dije:

–Denme la cuerda.

–Pero patrona.

–Les estoy diciendo que me den la correa.

Todos voltearon hacia William y él asintió. Me entregaron la cuerda, caminé al lado del caballo y lo acaricié, lo metí a su establo y se quedó tranquilo. William se acercó y me dijo:

–¿Qué hiciste?

–Nada, supongo que le di confianza.

–Ok, Juan prepare dos caballos.

–William.

–¿Qué?

–Quiero montar este caballo.

–¿¡Estas loca o que!?

–Por favor. – puse cara de perrito.

–No Madison, es peligroso.

UN MATRIMONIO FORZADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora