Hogar.

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—¿Cómo estás?—Preguntó Liz después de darle una taza de té.

Su hermana la aceptó después de bajar el volumen de la televisión.

—Bien, me siento más aliviada cuando estás aquí.

—Pero no falta mucho para mis clases.

Comentó sentándose a su lado acomodándose igual que Isabel subiendo los pies al sofá y tomando una esquina de la cobija gris para cubrirse.

Ya es un nuevo año, están a mediados de Enero.

Estos dos últimos meses siguen siendo complicados para ella y quién sabe hasta cuándo más.

Revisó su teléfono como si esperara mensajes de alguien pero ya no tiene ningún contacto; apenas llegó a casa su madre apagó ese teléfono viejo lleno de mensajes contando parte de la historia pero eso no le importaba a nadie, así que lo guardó lejos, compraron uno nuevo el mismo día y solamente tiene 2 contactos, no hay redes sociales ni fotos pero aún así una parte de ella desea recibir un mensaje de Jack, Volkov, Michelle u Horacio pero no, no hay nada allí.

Posiblemente en el viejo si haya algo: llamadas perdidas y mensajes de la mayoría de los mencionados y por más que le pique la curiosidad, su hermana está allí para vigilarla.

No es difícil que llegue a agarrar un vuelo a Los Santos de la noche a la mañana, está enferma y no logra olvidarlo, todas las noches mira a su lado de la cama dibujando su silueta imaginando la vida feliz que no logró tener con él y todos las mañanas despierta abrazando la almohada y aunque no quiera se levanta a la misma hora que Jack tenía programada.

—Is.—Llamó Liz mirando a la televisión.—¿Puedo preguntar... Cómo es él?—Isabel no se inmutó a la pregunta.—Sé que lo sigues pensando ¿Por qué lo sigues extrañando? ¿Qué tenía de especial?

Isabel miró a su hermana sin expresión alguna y respiró hondo volviendo a la televisión.

—No lo sé.—Admitió.—Créeme que lo sigo odiando por toda la mierda que ha hecho y sé muy bien que no me quiere a mí, él sólo puede amar a Julia pero de todos modos caí, creí que podía ayudarlo y a pesar de todo... Pues lo extraño.—Encogió sus hombros con sus ojos cristalizados.—Hay algo en él que hace que todos se apeguen, quieren conocer más de él sea para bien o mal... Es imposible olvidarlo y a pesar de que atraiga a tantas personas las lastima inconscientemente.
Es un hijo de la chingada, de verdad hay momento que quieres darle un puñetazo en el hocico para que se calle y también es muy grosero, no para de defenderse con groserías y eso lo hace ver más intimidante, no tiene compasión con nada o eso te hace pensar y en todo su cuerpo hay marcas de batalla y miles de cosas que jamás quiso contarme; su pasado no fue sencillo y lo convirtió en lo que es ahora. Tiene un corazón muy justo pero rencoroso, aparte le cuesta mostrar interés y cariño pero lo intentó, así que... A pesar de todo eso me apendejó y supongo que lo olvidaré pronto pero no dejo de pensar en el hubiera que no vamos a tener.

Liz hizo una mueca de pena.

—Lo amaste demasiado.

—Y fue un grave error.-Asintió.

—¿Pero qué ibas a saber? Para cuando te diste cuenta ya no era sencillo.
Tuve mucha fe por lo que me habías contado, son cosas que pasan.-Habló en sinceridad tratando de acomodarse mejor. De imaginar lo mínimo sobre ese hombre le da escalofríos aunque ni tenga una foto de este.-Sabes, estaba hablando con mi amá anoche ¿No te acuerdas de la hacienda de mi apá? Ya es tuya y Antonio sigue allí.

De verdad que no se acordaba, cuando su padre falleció dejó la casa y las tierras a su mujer pero la hacienda fue exclusiva para Isabel pero sólo la visitaban en vacaciones pero a ese punto no consideraban para nada volver a esos rumbos.

—¿Qué proponen? ¿Que me vaya a vivir allá? No Liz, qué vergüenza volver en estas condiciones. Aparte sabes cómo es Antonio y nomas se entera que fui para parir...

—No mames, Antonio es un amor, se va a emocionar si se entera que vas para allá y Hayde también te está esperando. Sólo digo que en la ciudad no vas a ser feliz, necesitas total paz, naturaleza y sentirte en tu hogar.

—¿Tú no eras feliz en el pueblo?

—Si pero esta ciudad me está gustando más.

Admitió con una leve sonrisa.

A ella y a su madre no le costaron adaptarse, es como si sus raíces estuviesen allí; su mamá consiguió un buen trabajo y su hermana ha hecho amigos con facilidad en la escuela, nunca falta un día que mencione una salida con ellos y su galería está llena de fotos con ellos.

Isabel aunque lo intente no puede, para ella las cosas son al revés, no tiene nada que hacer en la ciudad y menos para alguien con la vida solucionada como ella.

—Sale pues, le diré a mi amá que me dé el número de Antonio.

Podrido🥀; la Rosa marchitó.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora