Pásele.

564 57 8
                                    

Antonio ya tenía días que acabó una casa en la mera orilla no muy lejos de la suya, era pequeña pero muy bonita y completa, la dejaron como una casa para Irma donde mientras vaya creciendo sea su lugar de juegos, estudio y demás.

Isabel se obligaba en querer a su hija, comenzó a cargarla y darle la atención que se merece.
Acordaron que su madre y su hermana la visitarían dentro de unos días más, tal vez es eso lo que necesita: consejos y apoyo de su propia mamá pero mientras tanto sigue sentada con su bebé meciéndose y llorando tratando de no quedarse dormida.

Justo ahora está sola, Haide está ocupada y Antonio está en Monterrey por trabajo, demasiado lejos y agobiante para los dos puesto que lo único que piensan es que se necesitan. Él ansía volver y estar con su familia e ir planeando la boda y ella quiere ese apoyo masculino que acostumbró toda su vida, sin él se siente más vacía de lo habitual.

Quintero venía a esta dirección con una bolsa pesada de tela ecológica en mano llena de naranjas y mandarinas. Antes de tocar la puerta se percató de su voz al otro lado de la pared sollozando sus lamentos.

—No ama, Antonio no me va ayudar a hacerme sentir mujer otra vez.—Soltó desesperada, como si se cansara de decirlo más de una vez.—No lo amo, no puedo amarlo y él no se merece esto. ... No me importa, Irma no necesita un papá. ... ¡Sí, lo extraño! Un chingo pero no lo voy a buscar, según él nuestra hija no existe.—La voz de Isabel se venía abajo guiándolo igual a agacharse hasta el suelo y terminar sentándose.—La terapia no sirve, es una mierda, sólo me hace envidiar, desear la vida de esa estúpida Isabel superficial... lo sigo amando. No puedo sacármelo la cabeza, quiero volver a Los Santos y verlo a la cara otra vez, quiero al padre de mi hija a mi lado, es el único que me hará sentir segura de lo que hago. Si nada de esto hubiese pasado seríamos una familia feliz y yo no tendría que estar aquí... Me equivoqué mamá, me equivoqué en todo, no extraño el campo, ni mi pueblo, ni tener poder ni reconocimiento. No soy fuerte, no soy capaz de cuidar de mí misma como para cuidar a mis hermanas, soy la más débil en esta lucha. No entiendo porqué mi papá me hizo así, no debió confiar en mí para todo esto. No soy una mujer ejemplar que pueda representar a un pueblo ni ser la patrona en una hacienda, no puedo. Lo necesito a él, no quiero nada más.

Al otro lado Isabel ya estaba sentada en el suelo soportando la respiración cortada gracias a su llanto, sus lágrimas interminables que ahora caían a sus piernas y lo gritos de su madre a través del teléfono.

—"Al final es tu culpa pero también mía en primer lugar por dejarte criar en los brazos de tu incompetente padre ¿tú crees que lo amé? ¿que me importó que me ponga el cuerno mil veces aún después de tenerlas? Sólo lo aguanté porque me aseguró una buena vida con ustedes, por él tienes esas tierras, esos trabajadores y tus pinches viajecitos, teléfonos, laptops, tu ropa, todo. De ese pendejo no necesitas nada, amor te lo puede dar cualquiera, su dinero para nosotros no es nada, no hay nada que le tengas que sacar aparte de la chamaca que ya tienes. Así que ya déjate de pendejadas o de victimizar tus errores. Fui buena, Isabel, te traté bien, con amor, te apoyé a que te fueras y aparte haciéndome pesar que tenías amiguitas cuando te revolcabas con este payaso. Tú te metiste con las mafias, tú les gritaste en la cara sintiéndote bien chula y empoderada. Por tu culpa nos fuimos porque no quisiste simplemente quedarte callada cuando te lo dijeron, luchaste dioquis si sabes bien cómo es el gobierno y ahora fue tu culpa acostarte con él y después hacerte la que ya no sabe qué hacer. Todos esperábamos más de ti ¿Qué te costaba callarte la boca y casarte con ese Jack? Pero no, ahora estás ahí de chula como la patroncita.
Siquiera ahorita cállate la boca, arréglate bien y sonríele bonito a tu prometido, que él si sabe trabajar tu pinche hacienda y haz feliz a mi nieta que ella no tiene la culpa de tener una mamá tan pendeja."

Podrido🥀; la Rosa marchitó.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora