Su duende

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Me levanté de golpe, estaba aterrorizada. El sueño me venció. Miré la hora y eran las nueve de la mañana. Se suponía que ese día debía volver al trabajo y llegar puntual quince minutos antes de las ocho. No escuché la alarma.

Me bañé. Me vestí en tiempo récord, o a quién voy a mentirle, la verdad es que no me bañé. Solo me lavé la cara, me cepillé y me cambié de ropa. De camino a la agencia evité chocar con tres carros para nada, porque al llegar choqué con una camioneta. La alarma sonó de inmediato, el dueño salió a mirar con una mano en el pecho. «Ridículo», pensé. Por suerte no fue grave y tanto los carros como yo salimos ilesos.

Subía las escaleras mirando hacia abajo mientras trataba de peinarme con los dedos. Choqué con alguien. Alcé mi mirada maldiciendo, y entonces la vi después de varios días sin hablar con ella. Mónica se llevó a su sobrino esa misma mañana que amaneció en mi casa. Luego de eso ni me escribió, ni me llamó, ni nada. No quise ser una fastidiosa. Yo tampoco la busqué. Aunque ganas no me faltaron.

¡Dani! -exclamó, mientras se acercaba a mí. Solté un suspiro.

-Hola -le dije entre dientes. Nos saludamos a la europea. Ella me acompañó hasta donde se suponía debía ser mi sesión de fotos.

-Sí, te dije martes. Pero era el martes pasado, no este martes. -Edward trataba de explicarme que mi atraso no fue de un par de horas sino de una semana. No sé cómo me confundí de semejante manera. Debió ser el estrés.

-Era hoy, a las siete y cuarenta y cinco -repliqué, pero estaba convencida de mi error.

-Te dejé millones de mensajes y nunca contestaste. -Eso era cierto, hacía más de diez días que no miraba el chat.

-¿Y entonces qué? ¿Qué pasará ahora?

-Ahora tenemos una nueva fotógrafa. -Señaló hacia una chica alta de cabello largo.

-He estado contigo mucho tiempo, no puedes cambiarme.

-Si las decisiones en esta agencia las tomara yo, te aceptara todas tus pretensiones. Pero no, mi vida, solo soy un simple empleado. Y te aseguró que sí abogué por ti, pero las reglas son las reglas y tú incumpliste el contrato. -Iba a decirle algo, pero Mónica me interrumpió. Él se fue dejándome con las palabras en la punta de la lengua y lágrimas en los ojos. ¡No podía creerlo! Acababa de perder el trabajo porque el que tanto me esforcé. Se me escaparon un par de lágrimas. Mónica limpió mis mejillas.

-No pasa nada, Dani. Existen millones de trabajo.

-Pero ninguno como este.

-¡Mejores! -Coloqué los ojos en blanco.

-¿Por qué siempre eres tan positiva? ¿No te das cuenta de que esto es una verdadera tragedia? -Negó con la cabeza.

-Dame un brake. -Sacó su celular e hizo una llamada-. ¡Hola, amor! ¡Of cuorse baby! Voy a estar allí puntual. -Me guiñó un ojo-. Oye, quería saber si todavía necesitas a alguien que tome las fotos de hoy en la playa. Sí, sí, sí, obvio que la conseguí. Es la mejor. -Asintió con una sonrisa mientras me regalaba una mirada satisfactoria-. ¡Ok! Hoy a la una y treinta de la tarde estaremos puntual. -Cortó la llamada y como por costumbre puso los labios de morrito-. ¿Te diste cuenta? Lo más fácil del mundo es conseguir chamba.

Después de llegar a mi casa y a la de ella para cambiarnos por ropa de playa, salimos a las diez de la mañana para Coveñas, una ciudad costera que queda a dos horas de Montería. Íbamos en la camioneta que era de mamá. Mónica consiguió que me contrataran para una sesión de fotos, pero solo era una sesión, no era un contrato en donde me pudieran pagar mensual. Aún me sentía decepcionada porque yo quería era una estabilidad económica. Mucho más en ese momento de mi vida en que todo estaba siendo impredecible.

La segunda oportunidad - Romance LésbicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora