Regala cada abrazo como si fuera él último, te aseguro que en cualquier ocasión acertarás.
Edward nunca leyó un manual para dar una mala noticia. Yo tampoco leí uno para saber cómo reaccionar cuando pierdes a tu madre. Una hora antes estábamos en la cocina de nuestra casa.
Ella me daba la comida como si tuviera tres años. Yo sin ganas de comer desprecié el gesto apartando mi cara. Mamá siguió sonriendo. Siempre sonreía, pero debí notar que estaba extraña: más radiante y más feliz. Me despedí a medias. Sin ganas, por compromiso, por costumbre.
Ese «también te quiero» estaba vacío. Ni siquiera lo pensé. Lo dije por decir. Si yo tan solo hubiera sabido que sería nuestro último adiós, me hubiese quedado allí procurando que la despedida fuera eterna.
Por eso me dio ira conmigo cuando me dijeron que mamá murió de repente. Todos salieron a «consolarme», pero lo único que yo necesitaba en ese momento era encontrar a alguien que se dejara partir la cara a puñetazos.
Las personas presentes quisieron que me sentara. Me trajeron agua. Se ofrecieron para ayudarme en muchas cosas. No sé si fui grosera, pero rechacé todas sus atenciones. Por mi parte no hubo lágrimas ni me alteré. Estaba «normal». Guardé mi cámara en su estuche y empecé a bajar las escaleras. Me dirigía al hospital en donde estaba el cuerpo de mi madre.
Sentí pasos detrás de mí. Volteé a mirar. Era Mónica. Venía vistiéndose apresurada. Me dijo que la esperara o algo así. No la escuché muy bien. Seguí con mi camino restándole importancia a la muchacha. Llegué hasta a mi coche. Antes de subir ella me detuvo por el brazo.
-Por favor, déjame ir contigo.
No entendía por qué alguien que no me conocía de nada quería acompañarme. Tampoco me apetecía entenderlo. La realidad estaba confusa y mi cuerpo reaccionaba sin ni siquiera pensar en lo que hacía. Le entregué mis llaves a Mónica. Subí en el puesto de copiloto. Ella puso el carro en marcha.De camino veía los lugares en los que antes estuve con mi madre. Era la misma Montería, pero ya no era mi ciudad. Dejé de pertenecer, dejé de maravillarme con las cosas. Empecé a pelearme con el cielo y con la vida. Comprendí que mamá estaba muerta, pero no podía aceptarlo.
Tampoco lloraba y no entendía por qué. Cuando Edward me dio la noticia sentí un vacío en el pecho. Me estaba doliendo el alma. Fui incapaz de expresarlo. Preferí callar. Aunque en mi cabeza circulaban un torbellino de preguntas.
«¿Qué haré sin mi mamá?
«¿Por qué no la abracé fuerte en la mañana?»
«¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?»
«¡Qué rabia!»
Lancé un puñetazo a la ventana del carro. De repente caí de bruces en la realidad. Es como si hubiese despertado de repente. Desde el principio supe que mamá murió, pero no me detuve a pensar en lo que eso implicaba: nunca más la vería. Sus abrazos y sus palabras diciéndome que nací para ser grande estaban empezando a ser parte del pasado.
No me importó que Mónica estuviera allí. En ese momento no existía más mundo que yo con el dolor de mi desgracia. Intenté llorar. Las lágrimas no salieron. Me esforcé. En el último intento me quedé sin aire. No pude sacar el dolor que sentía. Me contuve y el nudo de la garganta me ahogaba.
Llegamos al hospital. Mis manos empezaron a temblar. No quería bajarme del carro. No podía ver a mi madre muerta. Era difícil aceptarlo. Yo también me estaba muriendo.
«¿Cómo pasó?»
Cerré mis ojos mientras me repetía que lo enfrentara. Me ganaron los miedos. Las dudas adelantaron mi camino y llegaron a la meta antes que yo. Entendí que mamá era mi todo. Sin ella vivir era una palabra imposible.
-Haré una llamada -le dije a Mónica. Asintió y salió del auto. Agarré el móvil. Pensé en llamar a Michel, mi mejor amiga. No la llamé. Le dejé un mensaje explicándole lo que sucedió. Mientras tanto el desosiego del pecho no me permitía estar tranquila. Me molestaba hasta el mismo hecho de existir.
Esos lugares en los que viví millones de experiencias comenzaron a ser indiferentes. Por un par de minutos me sentí desterrada. Observé la realidad como una espectadora. Me sentía fuera del mundo. Lo que vi no me gustó: personas yendo y viniendo como en una coreografía sin fin. Gente afanándose por conseguir cosas para disfrutar en un futuro. Nadie se detenía a pensar que el ahora es la única oportunidad que nos regala el tiempo para ser felices.
Me dolió la realidad, y más al darme cuenta de que yo era así. Me di cuenta de que no estaba tan desterrada. Era parte del mundo que nunca se detiene a disfrutar porque siempre quiere algo nuevo: un carro, otra casa, viaje a Miami... hasta que lo pierde todo y sabe por fin que el mañana nunca existirá.
Deseé tener una pastilla para calmar ese dolor en el pecho, pero entendí que el dolor era intangible. Era un vacío en el alma. Muchos lo llaman depresión. Para mí es el ser en su máxima representación de oscuridad. Solo encontré una solución lógica para eso: la muerte.Busqué entre las cosas que guardaba en mi auto una cuchilla de hoja. Lo pensé muy rápido o ni siquiera lo pensé. Actué por impulso. Primero me corté muy superficial. Me sentí bien. Proseguí, pero yo no quería cortarme. Yo quería matarme. Introduje la punta de la cuchilla en la piel de mi muñeca. La deslicé en forma vertical. La sangre emanó de inmediato. Ya estaba. Solo me quedaba esperar.
Ahora me pregunto qué sería de mi vida, si Mónica no hubiese acertado a mirar hacia mí justo en ese momento. Supe que iba a entrar. Me apresuré a ponerle el seguro al auto para bloquearle el acceso. Fue en vano. Ella tenía las llaves de mi carro. Perdí la conciencia a los pocos segundos.
La incapacidad de procesar las emociones puede llevarnos a comerte locuras. En mi caso, yo fui incapaz de canalizar mi dolor y sacarlo por medio de mis lágrimas. No era para menos.
Imagínate que la vida es un túnel. Tú empezaste a caminar por ese túnel de la mano de equis persona. Esa persona era la que iluminaba la oscuridad del lugar. Era tus ojos porque a veces el miedo te cegaba. Siempre que una posible amenaza pasaba por el camino ella te protegía a capa y espada. Tú ibas tranquilo porque sabías que nada iba a pasarte mientras esa persona caminara a tu lado.Pero... de repente te suelta y desaparece así sin más. Sin explicaciones, sin despedidas, sin nada. ¿Cómo te sentirías? No sé tú, pero yo me sentí con mucho miedo. Un miedo de esos que te paralizan. ¿Cómo reaccionas? La respuesta es fácil: buscas en el túnel la salida más próxima. Yo pensé que mi salida estaba en una cuchilla de hoja, pero esa mañana llegó a mi vida una chica llamada Mónica Porter, ella me mostró que existían millones de maneras para iluminar la oscuridad.
Holaaa!
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La segunda oportunidad - Romance Lésbico
Fiksi RemajaElla me hablaba de esperanzas, pero ganarme su amor fue la única esperanza a la que me aferré. Fue mi amor con mentiras y mi mentira sin amor. Aunque sufrir por ella era el precio que debía pagar para aprender cosas que de otra manera yo no hubiese...