Siempre me salvas

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Escuchaba a través de mis auriculares: Swing Lynn - Twin Cabins

Era un sábado cualquiera a las dos de la tarde. Una envoltura de pizza reposaba a mi lado y un vaso estaba tirado en el piso de mi cuarto. Pizcas de jugo mancharon mi edredón. El bochorno era insoportable. El sol se metía por la ventana de mi habitación molestándome la vista. Lo ideal era cerrarla, pero me pesaba tanto el cuerpo que preferí aguantarme el solazo.

-Levántate bella durmiente, tienes que bañarte. -Michel entró y haló las sábanas de mi cama. Me obligó a ponerme de pie.

-Yo me bañé ayer -repliqué, sin poder abrir bien los ojos.

-La gente se baña todos los días.

-Si no salgo a ningún lado ¿para qué me voy a bañar?

-Estaba pensando que estaba tarde podíamos ir a... bueno, no tiene que ser hoy. -Fruncí el ceño.

-¿Ir a dónde?

-Daniela, yo sé que te sientes muy triste, pero ya han pasado más de dos semanas desde que tu mamá falleció. Es hora de que intentes volver al trabajo y a tu vida normal. Además, también necesitas ir a hablar con Johana. -Johana era la mejor amiga y socia de mi madre. En ese momento el negocio era solamente de ella. Necesitábamos conversar para que las acciones de mamá quedaran a mi nombre.

-El lunes voy -le dije, y me acosté de nuevo en la cama. En ese momento timbró mi celular, ni siquiera me levanté a contestarlo. Michel lo contestó por mí.

Salió a hablar afuera del cuarto. Tres minutos después sentí pasos sigilosos. Me comenzaron a hacer cosquillas. Mi amiga era la mejor y yo la adoraba, pero en ese momento solo tuve ánimos para levantarla a almohadazos. No quería cosquillas, quería dormir por mucho tiempo sin importar lo que estuviera pasando en el mundo.

-La próxima vez sí me voy a traer las esposas. ¡Duende violento! -Para mi sorpresa era Mónica. El corazón se me aceleró al verla y sentí un cosquilleo en la planta de los pies. Ella me sujetaba de las manos para que no le pegara con la almohada.

-¿Qué haces aquí? -le pregunté, esforzándome para ocultar mi nerviosismo.

-Quiero que me acompañes a un lugar. -Negué con la cabeza.

-Hoy no tengo ganas de salir.

-Por favor, acompáñame. -Colocó los labios de morrito.

-¿Así manipulas a todo el mundo o solo a mí? -Se acercó a mi oído y susurró:

-Me especializo en convencer a duendecillos violentos. -Todo el cuerpo se me estremeció.

-Si me sigues diciendo duende no iré a ningún lado.

-Nunca he visto a ningún duende que se mande solo. -Intentó cargarme pero no pudo. Perdió el equilibrio y cayó encima de mí. Ella soltó una carcajada. Yo que ni siquiera quería levantarme también me reí. Disfruté el mero hecho de que su cuerpo estuviera sobre el mío.

No quiso decirme a dónde me llevaba. Eso no me impidió bañarme para ir con ella. Yo no quería salir, pero con Mónica todo era distinto. Los mismos lugares desahuciados de siempre se vestían de esperanzas y alegría solamente cuando ella los pisaba. Ya el sol de Montería no me parecía tan fuerte y la tarde se fue convirtiendo en un remanso de mis desgracias.

Me sorprendí cuando Michel dijo que nos acompañaba, pero me sorprendí más cuando Mónica dijo que no nos íbamos en el carro, sino en la moto de su novio que en ese momento manejaba ella.

-No estoy acostumbrada a salir en moto porque mami decía que las motos no son seguras, así que no sé -dije, ambas pusieron los ojos en blanco.

-Tú desde que estás pequeña siempre arruinas toda la diversión. Eres una aguafiestas -me reprochó Michel, ella ya estaba montada en el vehículo. ¡Qué farandulera!

La segunda oportunidad - Romance LésbicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora