15 | Me gusta la paz

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Zoé

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Zoé

Mis alas habían sanado, lo sabía porque el color de mis ojos había regresado a la normalidad, a un color café oscuro. Me lamentaba para mis adentros que estas no fueran visibles en la Tierra. Los señores Castell me habían contado que solo puedes verlas cuando visitas Stairway, esto con la finalidad de no llamar la atención de los humanos y proteger nuestro secreto.

-A puesto a que son bellísimas, las más grandes y fuertes como no se han visto hace años.

Ari dijo que quizás me vería como Maléfica, lo cual sería maravilloso, pero por su puesto eso es imposible ya que ella es preciosa, a diferencia de mí.

En Stairway viven cientos de ángeles con diversas habilidades; sanadores, videntes, los que tienen demasiada fuerza como Super Man, los que pueden entrar a tu mente para hacerte ver lo que deseen, los que pueden poseer un cuerpo humano, entre muchos otros. Realmente me encantaría visitar ese lugar, lamentablemente sólo los guardianes como los señores Castell pueden hacerlo, ir y venir, aunque la madre de Ari me dijo que tal vez la reina Eleanor, quien se encarga de dirigir aquella Tierra celestial, me llame para hablar sobre mi propósito en este mundo.

Sacudí mi cabeza ante aquel recuerdo, prefería no pensar en ello, pues me ponía los nervios de punta.

Terminé de cepillar mi cabello, me miré al espejo una última vez y al ver que todo estaba en orden salí a la cocina para desayunar. Todo transcurría bastante normal; mi madre, mi padre y yo degustando lo que había preparado mamá en completo silencio. Al terminar cepillé mis dientes, recogí mi mochila y mi gorra y salí para introducirme en la carcacha roja que mi padre llamaba camioneta. No sin antes despedirme de mi madre, depositándole un beso en la frente.

-Volveré pronto, te quiero.

Una vez que estuve en la camioneta, mi padre la puso en marcha para poder dejarme en el bachillerato, lo notaba nervioso, no obstante, ya no me importaba en absoluto lo que pasara en su vida, así como seguramente yo nunca le importé. Mi existencia era algo que no entendía; es más que evidente que mi padre odia a todo mundo, y aun así se casó con mi madre, ¿cuál fue el motivo? No lo sé, ¿Para qué carajos tuvo una hija y una esposa si no las iba a amar? Mucho menos me hago una idea, es por ello que sin duda alguna cambiaría el pasado si pudiera ir allí.

-¿Son buenos contigo? - habló, mirando hacia la carretera. Me volteé en su dirección para mirarlo, ¿cómo carajos me preguntan eso? Aunque me trataran mal, seguro que no sería tan horrible de lo que él ya lo ha hecho. -Los chicos de tu escuela, ¿cómo te tratan? - aclaró al no recibir una respuesta de mi parte.

«Mejor de lo que tú lo has hecho.» quise decir, pero sabía que era mejor mantener la calma, o de lo contrario, seguro que pararía el auto y me mataría, o peor aún, me lanzaría a un barranco, cuando pasáramos junto a uno, de una patada. No, gracias.

-Bien, va todo bien. - respondí de forma neutral.

-He notado que te ausentas demasiado por las tardes.

Mirada de Dragón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora